La primera de las cuatro veces que entré en uno de esos cubículos de 3 metros y pico, salí con el corazón compungido. No me podía imaginar ni al peor de mis enemigos durmiendo allí y viviendo en una de esas colmenas compartidas con 15 personas.
La empresa que las promociona se llama Haibu 4.0 y aterrizó hace alrededor de un año en Barcelona, una de las ciudades más castigadas por los elevados precios de los alquileres. Vivir en uno de los nichos más pequeños de esta colmena cuesta 150 euros al mes. “Hay distintas medidas", me dice Marc Olivé, su impulsor. “Si te sientes muy agobiada en una de estas, puedes elegir una un poco más grande, de 5 metros, con el techo más elevado”.
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Olivé dice que es una vivienda provisional que hará despegar a las personas más necesitadas y les permitirá ahorrar. La colmena que visitamos no tiene cocina, por lo que los habitantes tienen que alimentarse a base de precocinados, no hay espacio suficiente para que guarden todas sus pertenencias y los que duermen allí dicen que han tenido varios problemas de convivencia, como ruidos a altas horas de la madrugada y hurtos de objetos personales.
Sin embargo, Olivé asegura que esta colmena en concreto está inacabada: “nos echarán en breve porque esta es una colmena ilegal, no tenemos licencia, oficialmente somos un coworking. Como sabemos que tendremos que desmontar no merece la pena gastar más recursos”, dice.
Las personas que viven aquí son mayoritariamente hombres de entre 30 y 40 años, trabajadores pero que cobran un salario bastante precario en comparación con los precios de los alquileres. No pueden pagarse una habitación ni de 400 ni de 300 euros, precios que ahora mismo son los que de media se suelen encontrar en portales de oferta de habitaciones en ciudades como Barcelona y alrededores.
Desde el Ayuntamiento de Barcelona se persiguen este tipo de iniciativas y han sido declaradas ilegales por no ser consideradas viviendas dignas. A pesar de ello, Olivé explica que están buscando la manera legal de ampliar su negocio. “Cada día nos contacta más gente que necesita una alternativa más barata. Lo que estamos ofreciendo no lo considero digno, pero aun así la gente demanda un sitio donde vivir con un bajo presupuesto y ve las colmenas como una salida provisional a su situación personal”, asegura.
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