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Conocimos a la primera sommelier de toilettes del mundo

Esta experta en inodoros considera que la experiencia es completa cuando un lugar tiene buena comida, ambientación y baño. Come, se posa en el trono y, desde ahí, reseña los mejores y peores baños de Argentina.
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Artículo publicado por VICE Argentina

¿Cómo imaginan ustedes a alguien que come y caga en lugares? ¿Y cómo imaginan ustedes a alguien que come, caga y cuenta su paso por esos lugares? ¿Qué características físicas debería tener? ¿Es más impactante que esta información mierdística provenga de tal o cual género? ¿Quién piensa todavía que las chicas no hablan de cagar? "No se esperaban este secarropas Koh-i-noor, eh. ¡Poderoso el chiquitín!" bromea. Ahora, entretanto, rompiendo con los preconceptos y estereotipos, sumando data, ajustando su oficio y revolviendo el vientre, @comodondecago es una de las nuevas gemas ocultas de las redes.

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Caro tiene 23 años y estudia turismo. Es rubia, extremadamente delgada y de una contextura física más bien pequeña. Y, además, con estridencia, asegura ser la primera sommelier de baños del planeta. De los placeres sin pecar, el más dulce es el cagar. "Está muy difundido el tema foodies y a mí me encanta, pero quería vincularlo con algo que me surgió a partir de una experiencia de bar pooping”, lanza. Al fondo a la derecha, el baño siempre resultó un tema tabú en la sociedad y Caro empezó hablando de eso en forma de comedia y, poco a poco, luego de afinar su escritura y pulir su observación, encontró allí su lugar en el mundo.


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¿Cuál es el mito de origen de esta catadora de inodoros? Hace un tiempo, durante un Año Nuevo Chino, la joven Caro estaba disfrutando de aquella tarde junto a su novio. Los locales de comida explotaban y la gente se desparramaba por las calles. Ante el llamado de la naturaleza, se metió en el primer baño que encontró. El problema inaugural: allí no había papel. "Y no tenía ni 50 pesos para embarrarle la cara a Sarmiento" escupe entre risas. Así las cosas, como pudo, evacuó y siguió con su vida. De ahí, ya en otro barrio, en Palermo, continuó la jornada pero, de nuevo, tuvo ganas de cagar. Tomó unas servilletas del auto-service y se dirigió al baño de una famosa cafetería. El baño estaba sucio y tampoco tenía papel.

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Caro en el baño

“A las mujeres nos cuesta ir a baños públicos porque muchas veces tenemos que estar como en el Cirque du Soleil”, dice Caro, mientras apura un café negro —sin leche, para no tentar a la suerte— en un bar de Belgrano. La historia siguió su cauce en Puerto Madero, en una tercera parada. El triperío estrujó nuevamente y la opción de emergencia fue un local petitero. "El baño era top y me di cuenta que ahí había algo: la gente se fija en lo superficial, pero nadie habla de lo fundamental. Tenés medio litro en la panza y necesitás descargar en un lugar ameno".

En su Instagram, @comodondecago hace algo de humor pero mucho más de servicio: con su pluma ágil, reseña los baños de algunos de los locales gastronómicos más concurridos de Buenos Aires. “No tengo ninguna vergüenza de lo que hago. Mi objetivo es concientizar a la gente… ¡no sean hijos de puta cuando van al baño!”, apura. Y más, de fondo, quiere que los lugares cuiden y presten especial atención a sus baños. “Ir a los baños de los lugares gastronómicos es como el turismo aventura, resulta algo adrenalínico: nunca sabés con qué te vas a encontrar”, comenta.


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Y sigue: “Muestro lo que encuentro cuando abro la puerta de los baños”. El primero que visitó oficialmente en carácter de sommelier de inodoros es el de The Burger Company, una famosa hamburguesería. “Estaba por el barrio y pinto almorzar y, bueno, ya que estaba, pasé al baño”, recuerda. Entre otras cosas, en ese posteo asegura que aquel es “un espacio confortable. Dos baños de considerables dimensiones, con espacios para equilibrarse de una sentadilla sobre el inodoro. Plus: ganchito para colgar la cartera de la dama que siempre suma puntos”. A la sazón, lejos de generar polémica, la mayoría de lugares la likean y devuelven con buena onda sus visitas. “Nunca tuve canjes ni tampoco busco bardo”, concluye.

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VICE: ¿Qué evaluás de cada baño?

Caro: Principalmente la pulcritud, que esté limpio. Tiene que tener papel y mientras más suave sea su textura, mejor. Es importante el jabón líquido. Si tiene seca manos, está muy bien. Me fijo, también, si está tuneado o si sigue con la temática del lugar. Eso suma mucho. Esa ambientación e higiene te llevan a un plus. Tienen que estar a tono con el resto del lugar. Cuando el baño está bueno es como arrancar con una buena panera: ya estás bien predispuesto. Un buen baño refleja la higiene. Si vas a un baño y parece la Tercera Guerra Mundial, yo no comería ahí. Digamos que todo confluye en una experiencia completa.


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¿Por qué considerás que “ir al baño” sigue siendo un tema tabú?

C: Realmente no sé cuál es el tema problemático con ir al baño. Antes se enteraba todo el mundo porque tenías que tirar la mierda a la calle. Ahora se trata de tapar lo grotesco. La gente no habla de eso siendo que es una de las cosas más naturales que hay. Con las redes sociales estamos mostrando sólo lo que queremos que se vea y prescindimos de mostrar aquello que consideramos como los momentos más íntimos. A mí me divierte eso. Y si alguien quiere criticarme, me cago en ellos. Por el contrario, me gustaría que la gente se cope con esto, que empiecen a naturalizarlo de nuevo. Y que se saquen fotos en los baños. Tal vez este es el nacimiento de una nueva movida.

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Caro en el baño

¿Cuál es el mejor baño que conociste?

C: Mi idea es estudiar turismo para conocer los baños de otros países. De acá, el mejor que fui es el de Victoria Brown: buena ambientación, higiene y espacioso. Disfrutás tomar el trago y expulsarlo. También me gustó mucho el de Pani, frente al Cementerio de Recoleta. Sigue con la onda del lugar: entre chic, artístico, joven y caótico. Un quilombo lindo, todo colorido. Los millennials se sacan la foto ahí. Por algo será, ¿no?

¿Cagás en todos los lugares que reseñás?

C: Si pinta, pinta. Soy de vientre regulable, de metabolismo más bien ágil. Eso colabora en mi tarea. Y si me ayuda la fibra, también voy. Si no, igual siempre paso por el baño. Hay que visitarlo sí o sí.

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