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El hype de 'Derry Girls' está totalmente justificado

Derry Girls es directa, grosera y desenfadada. No busca ser perfecta.
Derry Girls
Imagen vía NETFLIX

La adolescencia es siempre una época complicada pero si le añadimos la posibilidad de saltar por los aires en la calle en cualquier momento, sigue siendo una época complicada. Básicamente, interiorizas esa realidad y sigues hacia delante. El propósito que ese chico que te mola y pincha discos en las fiestas te de bola, llegar a los exámenes y aprobarlos, perder la virginidad, ser popular, que tus padres entiendan que necesitas tu espacio. En resumen cierto equilibrio. Derry Girls deja claro que los conflictos siguen siendo los mismos, estallen bombas o el ejército campe al lado de tu colegio. Ese añadido no hace que los marrones en casa, en clase y con tus amigos, desaparezcan. Derry Girls ha venido para petarlo y el hype que se ha producido en las redes está completamente justificado. Si Bodyguard fue la serie drama más vista por los británicos, Derry Girls ha sido la comedia más exitosa y por eso la segunda temporada ya ha sido confirmada.

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Las claves de su éxito son varias. Para empezar, la frescura. Estábamos cansadas de You, de su drama, de su intensidad, de esa voz en off que nos iba relatando cada pensamiento, cada movimiento. De ese You tan "you" y tampoco nosotras. Estábamos cansadas de ese final dulcificado e irreal. Derry Girls es directa, grosera y desenfadada. Es sucia. No busca ser perfecta porque la adolescencia no lo es, pero es sincera. Sus capítulos duran apenas 30 minutos, y ya se sabe que lo bueno si breve, dos veces bueno.

Además el elenco es genial, los creadores saben que cualquier serie que se precie necesita buenos personajes. Cuatro chicas protagonizan Derry Girls más el primo inglés. Erin, Orla, Claire, Michelle y James. Te engancharás a lo que les pasa. Erin y Orla son primas, Erin es escritora, una freak del control, una histriónica. Es como una abuela encerrada en el cuerpo de alguien joven. Hasta le cambia la voz cuando se pone nerviosa. Orla es Orla. Es naif y siempre está ida, pero sus comentarios suelen apuntillar las situaciones. Claire es la humanista, la estudiosa, la buena. La amiga que que quiere hacerlo todo bien y no meterse en líos pero acaba liándola. Claire es la que entra en pánico porque ha perdido un marca páginas.

Michelle es todo lo contrario a Claire, es malhablada, bastante quinqui y fiestera. Michelle es la que pide un vodka para desayunar. Y por último, James que es el primo de Michelle, el inglés del que todos se mofan, el blanco de todas las bromas. Está con ellas en el colegio femenino porque se teme por su seguridad. El rarito, el gay hasta que tiene un tórrido romance con una chica de intercambio que ha llegado desde Chernobil.

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Lo genial del primer capítulo es que intenta mostrarnos a los personajes como si fueran estereotipos, para acabar confirmando en el último, que son mucho más. De hecho la ausencia de personajes masculinos protagonistas que ocupen los papeles tradicionales teenager, les permite a las chicas desarrollar una personalidad compleja y no delimitada por los códigos de género típicos. Se enamoran, beben, maldicen y mienten como cualquier adolescente.

Y los secundarios no se quedan atrás: la casa de Erin y su familia son una fuente continua de humor y conflicto. La directora del colegio, la hermana Michael es un personaje que ha subvertido el papel clásico de la monja directora. Jenny Joyce la delegada estirada de la clase, con sus ideas ultra católicas y esa facilidad para meter al grupo en un sinfín de movidas. O el abuelo de Erin y Orla, si te suena es porque ha sido un habitual de Juego de Tronos ,pero aquí está deslenguado y bastante tocapelotas. Todos los personajes son ácidos y un poco cabrones. Sobresaliente para el equipo de casting porque sin duda uno de los puntos fuertes de Derry Girls es la complicidad y la química que desprenden todos los personajes juntos.


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Por otro lado, juega con la nostalgia, pero con una dosis justa. Son los 90. No hay inmediatez, ni conexión continúa a las redes, si alguien quiere verte, aparece en la puerta de tu casa. La reunión familiar de los viernes para ir a por comida rápida es todo un acontecimiento. No hay repartidores. No hay móviles y obviamente, en casa de Erin, ni siquiera hay teléfono inalámbrico, es más alucinan con quien sí lo tiene. Son los 90 la gente viste ropa deportiva de colores estridentes y cazadoras vaqueras llenas de chapas y pins. Los colores flúor y las coletas altas han vuelto.

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Eso se nota también en la banda sonora: en los seis capítulos que componen la primera temporada de Derry Girls, la música es un elemento fundamental. Es lo que da color a las tramas. La canción de las chicas es "Saturday Night" con coreografía incluída. El CD es una novedad y la gente aún lo flipa con Jessica Fletcher y Se ha escrito un crimen. Es Irlanda suenan The Corrs, Los Cranberries y Cypress Hill. Alguna balada de Genesis y la archiconocida "Love is All Around" de Wet Wet Wet, "Alright" de Supergrass y también REM.

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Además, una parte fundamental en el desarrollo de los capítulos es el conflicto político que golpea Irlanda en esos años, pero lejos de dramatizar, la serie, o darle un tono sombrío, le han dado la vuelta para mostrarnos cómo los personajes interiorizan el conflicto de la manera más “saludable” posible. Las tramas tiene ese tono ácido de quién ha mirado al pasado y ha intentado conjugar el momento más convulso de Irlanda del Norte, con los recuerdos contradictorios de quién creció entonces. La directora Lisa McGee lo tiene claro, ha pasado de una situación muy particular a contarnos algo universal. Personajes protestantes, católicos, unionistas y separatistas todos tienen cabida en el universo Derry.

Y por último, pero no por ello menos importante, Derry Girls pasa el test de Bedchel. Las chicas son las protagonistas absolutas, no depende de ningún personaje masculino, es de hecho James quién depende de las chicas. Hacen lo que quieren, la lían parda, son capaces de afirmar que han visto reír y llorar a la virgen y que son las nuevas niñas de Fátima, cuando en realidad era un perro meando sobre la virgen. No cumplen roles o estereotipos, son genuinas. Tienen la audacia de quien es adolescente y aún no ha sufrido. Son ellas para ellas mismas.

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