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Drogas

Los críticos de marihuana describen cómo es tener el mejor trabajo del mundo

Y por qué la normalización de esta droga es la clave para su desempeño laboral.
Imagen por Lia Kantrowitz

Este artículo fue publicado originalmente en VICE US.

El Denver Post, que se publica desde 1892, es toda una institución del periodismo. Este diario cuenta en su portal web con una extensa proclamación de su postura ética, dejando en evidencia sus modismos vieja escuela, propios de la era rotativa. Aquellas reglas (y la solemne gravedad que de ellas se desprende) alcanzaron el trabajo de Jake Browne, el primer periodista crítico de marihuana. Browne fue contratado en 2014 por el Denver Post, poco después de la legalización de la hierba en Colorado, para evaluar las suntuosas estepas de moño dispersadas en recipientes de vidrio por todo el Estado. "Tengo que ceñirme a los mismos estándares de los periodistas que escriben para el diario y estoy hablando de personas que han ganado premios Pulitzer", dijo. "Es mi responsabilidad revisar cuidadosamente lo qué se escribe en la columna y he tenido la fortuna de estar acompañado de editores increíblemente talentosos. El apoyo que he recibido ha sido una lección de humildad".

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Browne no es nuevo en el arte de escribir sobre marihuana. Como fumador empedernido con un llamativo estilo de escritura, pagó durante un tiempo sus recibos realizando publirreportajes. Al ser contratado por el Post, se convirtió en uno de los primeros asalariados gringos en devengar un sueldo como crítico de bareta, un gran salto para una industria que, digamos, no se ha caracterizado por gozar de un tratamiento respetuoso, como puede ser el caso de la industria del vino o de la popular cerveza artesanal. Así, aunque otros periódicos siguieron la iniciativa, el hecho de que no existiera una tradición de críticos de marihuana, al menos en Estados Unidos, hizo que el Denver Post experimentara el odio de sus detractores conservadores cuando dio inicio a sus peculiares escritos. ("Tenemos un premio que se le entrega al mejor cervecero artesanal", señaló Ricardo Baca, editor de asuntos de marihuana del Post, al diario New York Times, "desde este punto de vista, necesitábamos también un crítico que evaluara la marihuana"). Esta falta de trayectoria, por otro lado, significó que nuestro amigo Browne no pudo acudir a una autoridad en la crítica de marihuana para contrastar sus percepciones sino que debió construir su postura por sus propios medios.

Ahora, esto no es un gran desafío cuando se tiene toda una paleta de cepas de bareta. La prosa de Browne se despliega con un hábil sexto sentido. Es capaz de extirpar los sutiles destellos de fruta y saborizantes que perforan a través de la viscosidad. Su procedimiento es tan profesional que haría sentir al sommelier más refinado como un holgazán.

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"Consumo un poco mientras está seca para darme una idea de su sabor. Tomo nota de los terpenos [aceites aromáticos propios del cannabis] que estén presentes", dice Browne. "Usualmente no me meto el primer plon sin haberme hecho una buena idea de su sabor".

Más importante, radical y desafiante: Brown tiene que evaluar el tipo y nivel de traba que le procura cada moño que aparece en su escritorio. La ligereza, la euforia y la anestesia. "No sería una columna completa si no lo hiciera", dice. El nivel de alteración en la consciencia que produce un embriagante ha sido tabú en la literatura especializada. Jamás encontrarás a un crítico de vinos explayándose en los efectos vertiginosos que le produjo una copa de Merlot. Sin embargo, Browne sabe por qué existe la demanda de cannabis, así que sería intelectualmente deshonesto de su parte si se enfocara tan solo en olor, sabor, contornos, cuerpo etc. También reconoce que un juicio unívoco sobre la calidad de la marihuana es imposible de establecer, por eso el se dedica a plasmar en sus columnas lo que podríamos considerar la opinión de un amigo sumergiéndose en el sofá. "La fisiología de la gente difiere así que es muy probable que otros experimenten de manera opuesta a mí, la misma clase de moño", afirma Browne.

"Sabía que tenía que plantear mis columnas en alguna medida de caracter personal, porque sé que la experiencia con la marihuana es individual e intransferible". Continúa: "Estás escribiendo sobre los efectos que algo tiene sobre ti, pero es difícil que la gente entienda de que hablas sino tiene un marco de referencia que les ayude a saber quién eres".

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Otro crítico de weed que resolvió su carrera profesional hace poco es Thomas Mitchell. Aunque esperaba ser un periodista deportivo cuando estudió en el Estado de Arizona, fue otro el camino que se le abrió cuando se graduó como periodista. Por ese entonces acababa de legalizarse el consumo de marihuana en Colorado, donde había realizado su práctica profesional en el semanario Westword. Hoy, Mitchel es el orgulloso encargado de los asuntos bareteros de ese medio donde sus reseñas se publican con el muy acertado nombre de "Herbert Fuego".

"Todos están tratando de entrar en la industria y aplicar sus habilidades a la marihuana, con el periodismo no es diferente", dice Mitchell. "Creo que encontré un espacio en el momento indicado y pude llenarlo". Ha sido un amante de la hierba desde hace tiempo y declara ser el tipo de apasionados que indagan sobre las teorías que garantizan la producción de los mejores especímenes. Mitchell señala que no encuentra diferencia entre la entrega y diligencia de un buen cultivador de hierba, y un buen fabricador de cervezas artesanales. "El otro día tuve la fortuna de cruzarme con una nueva 'cepa' llamada Smurfette. Tenía modificaciones con mora y olía increíble. No había escuchado sobre ella, pero estoy muy feliz de haberla probado", dice. "Es la misma curiosidad que produce enterarse de que alguien está produciendo Indian Pale Ale, con nuevos lúpulos".

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Sesenta por ciento de los gringos apoyan la legalización del cannabis. Es el porcentaje más alto registrado en los últimos 47 años. Es posible rastrear esta oleada si se estima el fracaso de la lucha contra las drogas y los 8 millones de estadounidenses detenidos entre el 2000 y 2010, por posesión de marihuana. Los críticos, evaluadores o curadores como Mitchell y Browne, tienen la oportunidad de demostrar que la producción artesanal merece ser tomada en serio. "Se están subiendo los estándares y los cultivadores deben estar a la altura", dice Mitchell. "Entre más cabezas haya detrás de la producción de cannabis, mejor".

Querrá esto decir que estamos en presencia de la emergencia de una nueva y elegante casta de críticos de marihuana? Probablemente no, y en lo que a Browne respecta, no asume de esta manera su responsabilidad. La gente va a sus columnas buscando un consejo en muchas direcciones. A veces quieren quedar brutos a punta de hierba, a veces hay una madre en cuestión que acaba de ser diagnosticada con cáncer, o un hijo con epilepsia. "estos dos últimos casos van más allá de lo que cualquier crítico de productos está acostumbrado a ejercer", dice.

"Somos los conejillos de indias de la legalización. Probamos toda suerte de variedades para demostrar las diferencias entre ellas, y las diferentes necesidades y razones de consumo", continúa Browne. "Entre más se normalice, mejor podremos prestar nuestros servicios" concluye.

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