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La pesadilla inmobiliaria

La pesadilla inmobiliaria del mes: Alquílate un pasillo por 1.000 euros

Podrás organizar tu fiesta de inauguración en fila india.
Pesadilla inmobiliaria

'La pesadilla inmobiliaria del mes' es una sección en la que denunciamos los abusos más flagrantes y los pisos más sorprendentes del mercado inmobiliario en España. Si te has topado con algún palacio similar, escríbenos a esredaccion@vice.com.

Habíamos visto zulos, pisos-escalera, suelo industrial reconvertido, pero hasta ahora no habíamos afrontado ningún pata negra madrileño. En la capital tenemos el chotis, los chulapos, el bocata de calamares, los callos, pero ninguna de estas cosas es más típica que un buen bajo interior.

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El bajo interior madrileño tiene un origen más o menos reciente y su terminología podría considerarse un neologismo. Ahora se le llama así pero toda la vida ha sido 'la garita del portero' o en algunos casos 'el hueco de la escalera'. En el último medio siglo han proliferado muchísimo en el centro de Madrid ante la desaparición paulatina de la figura del portero. Hoy toca uno de estos lugares tan castizos.

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¿Qué es?: Un pasillo un pelín más ancho de lo habitual con una superficie de 30 metros cuadrados.
¿Dónde está?: En Malasaña, la zona de 'moderneo' por antonomasia en Madrid, el barrio que está eternamente de moda.
¿Qué se puede hacer por ahí?: De todo. Hay incluso librerías de estas en las que te puedes tomar un café mientras te arreglan la bici plegable que le compraste a un malabarista de Surinam en un mercadillo itinerante de Berlín.
¿Cuánto cuesta?: 1.000 eurazos al mes, aunque tiene dos camas y, por lo tanto, se podría compartir.

Ser guay, vivir en un barrio alternativo y poder tener el Instagram a pleno rendimiento puede tener costes elevados. Es el precio de molar. Cualquier persona de provincias que llega a Madrid tiene dos metas en la vida. La primera es llevar a su pareja a ver el musical de El Rey León; la segunda es que el típico amigo que vive en Madrid o ha estudiado aquí le lleve a Malasaña. Mucha de esta gente se enamora del barrio y termina intentando vivir en él cueste lo que cueste.

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El piso es un desfiladero de unos diez o doce metros de largo por algo más de dos de ancho. En ese espacio aparece una habitación, el salón, la cocina, la entrada y el baño, todo a lo largo, como si fuesen los camarotes de un velero pero rollo diáfano. Se parece a un barco hasta en la mesa plegable, que quieres comer, pues la sacas, que quieres poder salir de casa, pues la pliegas. Hay una segunda habitación, pero por las fotos es imposible saber por dónde se accede a ella.

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Mención especial requiere el baño. Al fondo del pequeño cañón de Malasaña está la gran joya de la corona, algo que llama la atención por encima de todo lo demás. Es la ducha, una mole oscura y resplandeciente que preside el piso desde el extremo. La gran pregunta es cómo narices lograron encajar eso ahí, seguramente lo haría alguien especialista en meter barcos en botellas de cristal. Y ahora lo mejor de la foto, tienes esa nave espacial de ducha y justo al lado un termo de agua de 20 litros, difícil que no termines catando el agua fría en el último enjuague.

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¿Cómo reconocer un buen bajo interior 100% madrileño?

Saber a ciencia cierta si te has topado con un bajo interior madrileño con pedigrí no es fácil, requiere de mucha experiencia y observación. El detalle más característico es la ventana translucida, sí, esa ventana con cristal rugoso o en el peor de los casos con un vinilo que impide que te vean desde el exterior. El problema es que en estos casos el principal motivo es el contrario, que tú no veas el horror que hay fuera, normalmente un patio interior (casi siempre con algún saco de cemento sobrante de alguna obra). Es posible que también haya palomas, bien regordetas y de las que hacen ruido.

Un segundo motivo característico de este tipo de antro es 'la habitación ciega', algo que los propietarios suelen intentar esconder hasta que vas a verla. "Es más tranquila, no hay ruido y le hemos puesto estas lucecitas que le dan ambiente muy chulo", sí pero ¿no tiene ventana?. No, no tiene. Dormir con dos copas de más o una mala digestión nocturna y tu habitación es una cámara de gas.

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El tercer rasgo del bajo madrileño y el más glamuroso es el arco. El arco convierte un buen bajo en un bajo de premio, casi cum laude. Le resta luminosidad (si ya tenía poca) y le da ese toque de cueva que enamora. El arco no es ningún adorno del dueño ni un homenaje a la mezquita de Córdoba. El arco es la mejor manera de perforar un muro de carga y así poder juntar dos trasteros y dos zonas de un mismo edificio que estaban separadas en un inicio.