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trata

Soy Ambar y así fue ser víctima de la trata en España

“La trata no es que te metan en una furgoneta blanca y te obliguen a prostituirte en un sótano”.
Alba Carreres
tal y como se lo contó a Alba Carreres
prostitua subiendo las escaleras burdel luz roja
Una mujer —que no es la protagonista— sube las escaleras en un club de Salzburg. Leonard Foegher/Reuters

Todo empezó cuando le quitaron a mis padres mi custodia y pasé a vivir y a estar tutelada por mis abuelos. Desde niña mi abuelo abusaba de mí. Mi abuela le encubría por miedo a que, al descubrirse, el servicio de protección de menores se me llevara a otro hogar.

A los 18 años me escapé de allí. Sin prácticamente ahorros. Había estado trabajando, pero mis abuelos me quitaron gran parte de lo ganado. Como pude, viajé a más de 3 000 kilómetros de mi casa y empecé a alojarme en pensiones de mala muerte con lo poco que tenía.

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Llegó un momento en el que mi situación era tan precaria que tenía que robar latas de conservas para poder comer. Me quedé absolutamente sin nada: sin dinero, sin familia, sin trabajo, sin nadie a quien acudir y sufriendo acosos de todo tipo por parte de los propietarios e inquilinos de las pensiones en las que me alojaba.


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Fue entonces cuando vi en un periódico un anuncio que pensé que me iba a solucionar la vida, pero que me la destrozó más. Buscaban azafatas para eventos en Las Palmas de Gran Canaria. Apliqué y fui a la entrevista.

Cuando les conté mi situación se interesaron mucho por mi. Esta gente, en el momento que detectan una vulnerabilidad, ya sea psicológica, emocional o familiar, se aprovechan de ello. Me captaron como si de una secta se tratara. Me dijeron que tenía que acompañar a señores y hablar con ellos. A cambio me darían cobijo, tendría alguien en quien apoyarme y cobraría. Tenía 18 años, estaba completamente sola, tenía poca experiencia y necesitaba el dinero para comer. También sabía que a casa no volvería jamás.

Cuando te pasa algo así te montas una historia en tu cabeza para protegerte, te inventas una vida que no es la tuya para sentirte mejor

Acepté el trabajo y pasé a vivir en habitaciones con mis compañeras, a veces en el mismo edificio donde ejercía la prostitución, otras veces en apartamentos alquilados por los proxenetas. Ellos se quedaban la mayor parte del dinero que ganaba. La comida corría de mi cuenta.

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Soportar a los puteros, a los proxenetas, las humillaciones psicológicas, los abusos y los maltratos para mí era algo normal porque ya había sufrido todo aquello antes. Había normalizado estas situaciones, desde pequeña estaba tan resignada que pensaba que no había otras opciones. Crecí pensando que solo servía para esto. En aquel momento no me daba cuenta del problema. No me veía a mí misma como una víctima de la trata. Cuando te pasa algo así te montas una historia en tu cabeza para protegerte, te inventas una vida que no es la tuya para sentirte mejor. A nadie le gusta estar en esta situación.

Te dices a ti misma que este es tu trabajo, que los proxenetas son empresarios, tus jefes, y que los puteros son los clientes. Tus vulnerabilidades son tus cadenas invisibles. La manipulación psicológica de los proxenetas es tan grande que incluso llegas a creer que sin ellos estarías peor.

Es tan insoportable por lo que pasaba que se podría decir que mentalmente no estaba presente. Fueron muchos años de infierno. Intenté dejar la prostitución en varias ocasiones, pero tenía un estrés postraumático tan bestial que no encontré la salida porque aún contando con la ayuda de profesionales, siempre acababa volviendo a la prostitución.

Cuando no hay muchas más opciones que prostituirte o prostituirte, entras en un espiral sin salida, un bucle que se va haciendo cada vez más profundo y oscuro. Hubo un momento, estando dentro de la prostitución, en el que estaba tan mal que sufrí anorexia y bulimia severa. Llegué a pesar 38 kilos. Pero lo peor estaba aún por llegar.

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La gente tiene el concepto de que la trata de mujeres consiste en que te secuestren, te metan en una furgoneta blanca y te obliguen a prostituirte en un sótano, pero eso no es así

Los proxenetas me incitaban a tomar drogas y la situación empeoró hasta el punto en el que toqué fondo. A los chulos les interesaba que yo estuviera enganchada a la cocaína para que tuviera la necesidad de prostituirme y pagar así la deuda generada por el consumo. Era un pez que se mordía la cola, porque consumía para evadirme de la prostitución. Se retroalimentaba una situación con la otra.

Dos años después, a mis 20, intenté salir de allí pero todo lo que había vivido me perseguía y no conseguía escapar. Psicológicamente seguía sintiendo una indefensión brutal. La prostitución me dejó todavía más hundida, me caló en la psique y me la destrozó. No tenía herramientas para reinsertarme en la sociedad. Nadie me ayudó. Estaba completamente sola.

Sufrí un abandono en todos los aspectos de mi vida. Creo que ninguna mujer nace para puta. Yo tenía mis sueños. Quería ser abogada, pero mi sueño se vio truncado por mi situación. “No te preocupes que tú ganarás dinero aquí y después podrás hacer con él lo que quieras”, me decían los proxenetas. Me daban esperanzas de futuro, pero como estaba tan destrozada no valía para nada.

Además fui maltratada por las parejas que tuve porque iba repitiendo patrones, juntándome con quien no debía. Iba conociendo a gente de un mismo perfil con lo cual aún era más complicado salir de esa vida. Llegada a este punto, me intenté suicidar en varias ocasiones.

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La gente tiene el concepto de que la trata de mujeres consiste en que te secuestren, te metan en una furgoneta blanca y te obliguen a prostituirte en un sótano, pero eso no es así. Son cadenas invisibles las que te anclan y son tus propias vulnerabilidades las que te llevan allí. Si quieres puedes salir por la puerta, pero como la mayoría de las que hemos pasado por esto venimos de una situación con violencias sexuales previas, tienes una indefensión aprendida que te imposibilita hacerlo.

España es el país com más esclavas sexuales de toda Europa y no me extraña. No ponen medios de control sobre esto. Está todo el mundo involucrado. El lobby proxeneta no solo se nutre de proxenetas y puteros, aquí hay mucho más.

Si bien es verdad que actualmente la mayoría de mujeres que están sometidas a la trata en España son extranjeras, no hay que olvidar que este problema ya existía en nuestro país desde hace muchos años. Se calcula que unas 45 000 mujeres y niñas son víctimas de trata en España, un negocio que mueve unos 20 000 millones de euros al año.

Aún hoy en día en situaciones en las que hay mucha gente sufro mucha ansiedad. También me han quedado secuelas sexuales como la disociación

Me costó muchísimo salir de esto. Los mismos clientes me planteaban quedar fuera del alcance del proxeneta de turno y me daban íntegramente el dinero a mi, sin pasar por él. Me empecé a ver con algunos y conseguí alejarme de los proxenetas pero no del sistema prostitucional. Era casi imposible acabar de salir del todo, volvía a estar captada, pero entonces eran los puteros los que ejercían de proxenetas.

Llegó un día que estaba tan rota que ya me planteé que no iba a ver a nadie más. No sabía ni qué hacer con mi vida. Nadie me ayudó, estaba completamente sola. Poco a poco salí de la anorexia, de la bulimia y de la cocaína… Esto me ayudó a alejarme de aquel mundo pero me costó mucho esfuerzo. Me aparté de todo y conocí a la que es mi actual pareja.

Ahora tengo una vida muy alejada de la que tenía. Tengo un trabajo como auxiliar de geriatría y una familia, me reconocieron una discapacidad provocada por el estrés postraumático que me supuso todo aquello pero intento llevar una vida normal, aunque tengo mis limitaciones. Aún hoy en día en situaciones en las que hay mucha gente sufro mucha ansiedad. También me han quedado secuelas sexuales como la disociación. Es complicado deshacerse de ella. Mucha gente me dice: “¿y por qué no salías antes?". Lo que no sabe esta gente es que es verdaderamente un infierno salir de todo aquello.

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