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Ola Ártica De Suicidios Adolescentes

En la actualidad hay más gente quitándose la vida en Groenlandia que en cualquier otro lugar. Con relación al número de habitantes, su tasa de suicidios es la más alta de todo el mundo. ¿Y sabéis lo más inquietante? Que son los niños y los adolescentes...

(*Ola ártica de suicidios adolescentes)

POR CAMILLA STEPHAN, ILUSTRACIONES DE LAURA PARK

DEMASIADO TRISTE

En la actualidad hay más gente quitándose la vida en Groenlandia que en cualquier otro lugar. Con relación al número de habitantes, su tasa de suicidios es la más alta de todo el mundo. ¿Y sabéis lo más inquietante? Que son los niños y los adolescentes quienes están haciendo que las estadísticas sean tan altas. Las autoridades de Groenlandia se refieren oficialmente a la situación como de epidemia. Aunque las teorías abundan, hasta el momento nadie ha sido capaz de señalar por qué la población más joven se ve incapaz de soportar la idea de seguir viva. Yo tengo algo de sangre Inuit y, a pesar de haber crecido en la acogedora Dinamarca, he sentido la necesidad de tratar de averiguar qué está pasando por ahí arriba.

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Estoy hablando con un policía llamado Ole en Tasiilaq, una pequeña villa costera de no más de 1800 habitantes situada al este del país. Me idenfifico como fotoperiodista y medio groenlandesa y le pregunto por los suicidios. “Se dan muchísimos”, dice. “¿Por dónde empiezo?” Le pido un ejemplo, si podría describir alguna situación en la que tuviera que tratar con un chico que intentara acabar con su propia vida. Al principio no quiere responder, después dice: “Bueno, te contaré el más reciente. Ocurrió el pasado fin de semana. Sucede casi cada día, y este verano ha sido especialmente malo”.

Con fuerte acento groenlandés me explica la más reciente notificación de suicidio que ha recibido. Un chico de 19 años había llamado a un amigo suyo para decirle adiós. El amigo llamó inmediatamente a la policía y un minuto después Ole estaba de camino al puerto, donde el adolescente había dicho que iba a ir para arrojarse al mar. Al llegar Ole, el chico ya había saltado a las aguas heladas. En esta ocasión el suceso no dio como resultado un ataúd, flores de plástico (en los funerales groenlandeses hace demasiado frío para las flores de verdad) y cruces blancas. Al tocar el agua el chico cambió de idea y logró volver a tierra, convirtiéndose en un número más de otra triste estadística: por cada chaval que se suicida en Groenlandia hay muchos, muchos más que cambian de opinión en el último momento o son rescatados contra su voluntad. ¿Estáis listos para unos cuantos números? En total, uno de cada cinco groenlandeses de entre 15 y 17 años ha intentado cometer suicidio. Y cuanto más hacia el este vas, peor se pone. En la apenas poblada costa este del país, es como si cada adolescente hubiera intentado suicidarse alguna vez.

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La primavera groenlandesa es la peor época. La gente llega hasta el final del frío y oscuro invierno, pero con los primeros rayos de sol les sobreviene un acceso de energía y se dan cuenta de que no serán capaces de afrontar otro verano. Suben a sus dinghy (a veces literal, a veces metafóricamente), salen a alta mar y nunca regresan.

El jefe de policía local, Kristian Sinngertaat, declaró en una reciente entrevista que no hay gran cosa que pueda hacerse aparte de inyectar al suicida en potencia un calmante para que se tranquilice y se duerma. Si no surte efecto no hay más remedio que meterle en una celda, donde tendrá menos posibiidades de atentar contra su propia vida. Sinngertaat dijo a continuación que en sus 28 años en el cuerpo de policía nunca había visto nada remotamente parecido a la actual epidemia. Durante el pasado verano, algún chico o chica intentó quitarse la vida prácticamente a diario. La costa este, una región rural, abunda en campesinos sin trabajo. La mayor parte de sus habitantes carece de los estudios y las oportunidades laborales que sí tienen los habitantes del oeste del país. En Nuuk, la capital de Groenlandia, se refieren al este como tunu, que traducido vendría a significar “el culo”.

Gran parte de la tristeza y desesperación de la Groenlandia rural puede achacarse al rápido proceso de modernización que ha atravesado el país. Groenlandia fue una colonia danesa hasta 1953, y aunque hoy sea parcialmente independiente, para entonces el daño estaba ya hecho. Dinamarca logró que Groenlandia, antaño una sociedad primitiva con una economía basada en la caza y la pesca, se transformara en un solo siglo en otra prácticamente industrializada. Hace sólo cien años, la población groenlandesa aún cazaba con arpones y vivía de forma precaria, día a día. Hoy navegan por Internet y se interesan por basuras humanas como 50 Cent y Britney Spears, pero cuando se es tan pobre y se está tan aislado como los groenlandeses, Internet y la televisión no son tanto medios para conectar con el resto del mundo como focos de frustración, ventanas por las que asomarse a lo que parece un planeta lejano. A menudo sólo sirven para recalcar lo aislada que es la vida en Groenlandia, lejos de las cosas que suceden en cualquier otro sitio.

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Imagina que vives en Groenlandia y compras por correo algún utensilio tecnológico increíblemente caro que tarda semanas en llegar, y que al intentar enchufarlo descubres que no se puede porque el estándar es distinto. Y no hay adaptador. Toma este ejemplo, aplícalo como metáfora a cada uno de los aspectos de la vida y la psicología y empezarás a entender cómo es vivir en Groenlandia a principios del siglo XXI. Los jóvenes no se pueden identificar con la antigua forma de vida, aquella de la que sus padres formaban parte, pero no disponen de una forma tangible de conectar con el mundo moderno. Intentan desesperadamente ajustarse a la Sociedad que ven básicamente por televisión. Eso puede ser difícil de cojones en un lugar en el que el único sitio en el que se puede hacer vida social es un pub local que se llama, simplemente, Reindeer (reno).

Hablé recientemente con Sara, una groenlandesa de 24 años, acerca del día en que cogió el teléfono y una amiga le dijo, “Será mejor que te sientes”. Un amigo mutuo, un chico al que Sara conocía desde los seis años, había montado en su coche hasta un vertedero local y se había asfixiado a sí mismo con una bolsa de plástico y cinta aislante. “Tenía una mente fuerte, la tuvo hasta para morir”, dice Sara. “Cuando quería hacer algo siempre tenía éxito”. Esta no era la primera vez que Sara tenía que vérselas con un acto de suicidio. Durante su adolescencia en Nuuk a menudo oía historias de gente que había muerto; un día fue un chico de su colegio. “Se ahorcó por una decepción amorosa”, recuerda. Otro día fue una chica la que desapareció. Se esfumó y nunca se la pudo encontrar.

Sara creció en Nuuk, la ciudad más grande del país, y recuerda vivamente la sensación de aburrimiento. “Todo se limitaba a emborracharse y vagabundear por el videoclub. Cuando cumplí 18 pude al fin entrar legalmente en los pubs. Nuuk es una buena ciudad en la que crecer, pero a veces parece como si el tiempo se hubiera detenido. Para mucha gente eso no es suficiente. Yo me tuve que marchar”. Sara vive ahora en Dinamarca; igual que Peter Bjerregaard, que trabaja en el Instituto Nacional de la Salud Pública, en Copenhague. Peter es lo más cercano que se pueda encontrar a un experto en suicidios acaecidos en Groenlandia. “Es muy difícil explicar por qué son tan frecuentes los intentos de suicidio entre la juventud groenlandesa”, me explica por teléfono. “Los colegios no siempre están a la altura. Hay una alta tasa de desempleo y alcoholismo entre sus padres. Y muchos niños han sufrido abusos. El problema no son los chicos, es la Sociedad y el desajuste entre cómo viven y cómo les gustaría vivir”.

También opina así Ole, nuestro amigable policía de Tasiilaq. “No hay duda de que hay muchos problemas con el alcohol, con el desempleo y con la forma en que se ha criado a los niños”, dice. La juventud groenlandesa tiene que afrontar temas como el abuso sexual (en Groenlandia hay menos mujeres que hombres, lo cual conduce a un alto porcentaje de abusos), el alcoholismo de padres y parientes (un caso análogo al de toda población nativa del mundo en la que se haya introducido el alcohol), aislamiento extremo, meses de oscuridad y, por supuesto, el hecho de que en las comunidades pequeñas el suicidio puede ser contagioso. Cuanta más gente decide suicidarse, más empieza a parecer una opción válida. Antes de que te des cuenta se ha convertido en una corriente.

Sara, aunque comprende sus motivos, siente ira hacia las personas que deciden matarse a sí mismas. “El suicidio es fácil y egoísta, y creo que tiene mucho que ver con el aislamiento y la soledad”, dice. “No tienes ambiciones, no tienes dinero y Groenlandia puede ser un lugar muy difícil de abandonar. Es casi como una prisión. Para muchos, el suicidio es la única forma de salir”.