Hay una epidemia de violaciones en el ejército de EUA

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Hay una epidemia de violaciones en el ejército de EUA

"Si denuncias, te echan, castigan a la víctima en lugar de al violador".

Fotos cortesía de François Pesant

En 2012, durante la realización de un reportaje sobre la reincorporación de marines mujeres en Estados Unidos tras haber servido en la guerra de Irak, el fotoperiodista canadiense François Pesant descubrió que varias de sus entrevistadas habían sido violadas por sus compañeros en el ejército.

Cada año se denuncian alrededor de 25.000 violaciones en el ejército de Estados Unidos. Tras una investigación de varios años, Pesant, junto con la periodista Alexandra Geneste, recogió varios casos de víctimas de violación o familiares de soldados que se suicidaron después de una violación mientras estaban de servicio.

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Tras revisar decenas de casos, Pesant y Geneste eligieron once, los mismos que aparecen reunidos en Enemigo dentro, recientemente publicado en México por Ediciones Urano.

Antes de haber visto este libro, conocía el trabajo de Pesant cuando me propuso estas polaroids de las fosas comunes aledañas a Iguala, donde se estaba buscando a los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos desde hace año y medio.

VICE: ¿Las historias del libro sucedieron todas en Irak?

François Pesant:No, en todas partes. Hay víctimas que nunca fueron a la guerra. A una la violaron durante su entrenamiento; a otra, en una base en Portugal, donde no había guerra; a otra, en una base en Estados Unidos. Y hay muchos hombres, también. En el libro tenemos tres testimonios de hombres que fueron violados por otros hombres. Es más difícil encontrar a hombres que quieran hablar de eso.

Pero cada caso toca una problemática diferente. Empezamos con 25 casos, luego hicimos entrevistas y escogimos estos, que eran diferentes, para el libro.

El primer caso es el de un padre cuya hija se suicidó después de una violación. A partir de ahí, abordamos el tema de que la violación no afecta solo a la víctima, sino a todo su entorno. Otra de ellas se quedó embarazada tras violación y no pudo abortar, y habla de su relación con su hija nacida de aquella agresión.

¿Cuánto hace que empezaste con el proyecto?

Empecé el proyecto a principios de 2012, en enero; empecé porque me mudé a Nueva York desde Montreal, mi ciudad natal. Trabajaba en un reportaje para una revista canadiense sobre la reincorporación a la vida civil de mujeres que fueron a la guerra en Irak y Afganistán. Dos de las cuatro primeras que conocí me dijeron que habían sido violadas en Irak, pero eso me lo dijeron como a los cinco minutos y sin que les hubiera preguntado, porque yo ni siquiera había oído hablar del tema. Me impactó mucho. Luego empecé a investigar. A principios de 2012 casi no sabía nada del tema; busqué y encontré un informe del Pentágono que registraba 19.000 casos de violaciones el año anterior. Hablé con mi editor y cambiamos el enfoque del reportaje, que publiqué en Canadá en junio de 2012. Luego regresé porque sentí que era un tema que necesitaba más investigación y más trabajo, y empecé a trabajar con Alexandra, que es periodista. Publicamos en Le Monde y también en Japón. Las fotos ganaron premios internacionales.

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En un festival contactó con nosotros un editor francés y nos dijo que quería hacer un libro. Entonces regresé a Estados Unidos para seguir trabajando: durante cuatro meses hice un recorrido por todo el país para los casos finales del libro.

¿Qué fue lo más difícil de ese viaje? Escuchar todas esas historias. Además de la violación, tiene un impacto muy fuerte sobre las víctimas la falta de justicia.

¿Algunos de estos casos se llevaron a un tribunal militar? Uno de los agresores sí estuvo en prisión algunos meses. Pero una de las mujeres denunció, llevaron al agresor ante un tribunal y durante el juicio desaparecieron todas las pruebas; ella había hecho lo que llaman kit de violación (un conjunto de pruebas que demuestran que se ha producido una violación) y tenía todas las pruebas del violador, y estas desaparecieron durante el juicio. Además, el agresor fue ascendido durante el proceso. Le dieron un puesto, no sé si de sargento… Es la impunidad total.

Y de las cifras, aunque cada año se producen 25.000 casos, solo 3.000 de ellas acaban denunciando, y de esos, solo trescientos van a juicio. Incluso si denuncias, existe solo una posibilidad entre diez de que hagan algo al respecto.

¿Cómo conociste a Alexandra? Cuando regresé a Nueva York, ella era la corresponsal de Le Monde en la ONU. Había trabajado con temas en el ejército, pero no de violación, y me ayudó con contactos y todo. Porque este trabajo son dos años pero a veces trabajamos durante meses sin encontrar ni un caso, sin avanzar. Porque no hay listas de casos de violación. Unos fueron por casualidad, otros los encontramos… ella me ayudó con unos contactos. La invité a trabajar porque sabía que solo no lo iba a acabar. Desde el principio le gustó la idea; también se dedica a temas de derechos humanos; trabajamos juntos y finalmente logramos encontrar los casos.

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Para la gira de cuatro meses no teníamos dinero, así que inicié una campaña de mecenazgo para recaudar algo. No podíamos ir en avión, por lo que yo iba en coche y dormía en él casi todo el tiempo. Ella hizo las preentrevistas por teléfono, me dio un informe de cada historia. Cuando yo llegaba, pasaba entre tres y cinco días con cada uno, hacía una entrevista completa, grababa las entrevistas y mandaba el material a Alexandra, que redactaba el texto a partir de ahí. Todos los textos son en primera persona; son ellos y ellas contando su historia.

¿Cuál es la postura de las autoridades? Hablamos con ellas pero no nos quisieron ayudar, obviamente. En el ejército la justicia la administra el comandante. Si te violan, tienes que denunciar eso al comandante y él tiene que decidir qué es lo que se va a hacer con el caso. Puede decir "Vamos a un tribunal", te puede decir "Olvídalo y vuelve al trabajo" o te puede echar. Funciona así en Estados Unidos porque los comandantes dicen que en tiempo de guerra ellos deben administrar la justicia porque sí. Las violaciones son una cosa, pero a veces se tratará de un soldado que agrede a otro. Ellos dicen que si viene alguien de fuera, no son tan eficientes durante el combate, pero hay muchos ejércitos que no funcionan así. Como en Canadá: antes era así, ahora la policía militar tiene una unidad especializada en delitos sexuales. Si te violan, denuncias y ellos deciden si podrías ganar, porque hay casos en los que no se puede hacer nada si no hay pruebas. Entonces llegas a un punto donde es la palabra de la víctima contra la del violador, pero al menos ellos son independientes, imparciales, ellos dicen: "Tienes muy pocas probabilidades de ganar, ¿quieres arriesgarte?"

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Pero en el ejército de EUA no es la víctima, sino el comandante. Muchas veces el comandante dice que le da igual.

Es lo que daña más a las víctimas: la impunidad total. La violación es horrible, pero si al menos te tratan bien y hay cierto sentido de la justicia, puedes hacer algo y eso te ayuda a seguir adelante… En cambio, si denuncias, te echan, castigan a la víctima en lugar de al violador; para la víctima es peor. Porque para ellos no es solo un empleo, sino un estilo de vida. "Me violan, luego me echan…" terminan perdiendo todo por una violación.

Tienes otros trabajos de abusos y muertes de mujeres indígenas en albergues de Canadá.

Hice un proyecto que es de un refugio para mujeres indígenas en Montreal. Hay muchas en las reservas, donde abunda el alcoholismo, los abusos sexuales y la violencia. En Montreal, hay muchos indígenas que viven en las calles y terminan en redes de droga, alcoholismo y prostitución. Hice un reportaje de un refugio en Montreal que saca esas mujeres de las calles y les ayudan a someterse a un tratamiento que combina medicina tradicional indígena con técnicas modernas, van a Alcohólicos Anónimos, sicólogos, curanderos, etcétera.