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Los chilenos celebran el Día de la Raza luchando contra la policía

El pasado domingo, el pueblo indígena de los mapuches mostró su malestar por la llegada de los europeos al continente americano mediante una manifestación en Santiago, tras la cual se desató el infierno.

Fotos por George Nelson y Cat Allen

EL 12 de octubre se celebra en Latinoamérica el Día de la Raza, festividad que equivale al Día de la Hispanidad español, si bien con el tiempo ha pasado a ser una celebración de la resistencia contra el colonialismo. Por eso no resulta sorprendente que el pasado domingo, el pueblo indígena de los mapuches mostrara su malestar por la llegada de los europeos al continente americano mediante una manifestación en Santiago, tras la cual se desató el infierno.

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Los activistas en defensa de los derechos de los indígenas llegaron a la capital con los ánimos encendidos por la muerte, el 1 de octubre, del activista mapuche José Mauricio Quintriqueo Huaiquimil. Procedentes del sur del país, los manifestantes acudieron a Santiago para exigir que se les devolvieran las tierras ancestrales que hace un siglo les arrebató una joven República de Chile.

La manifestación del año pasado se saldó con una nube de gas lacrimógeno, incendios y caos generalizado de manos de un grupo de vándalos oportunistas conocidos como los "encapuchados". Estos alborotadores suelen frecuentar las manifestaciones que se celebran en Chile, sobre todo en protestas estudiantiles y de indígenas, y realizan ataques arbitrarios a la policía con ánimo de provocar confrontaciones. La manifestación de este año no ha sido la excepción.

La muerte de Huaiquimil —arrollado por un tractor durante un enfrentamiento entre mapuches y propietarios de tierras— fue, cuando menos, muy poco oportuna. Dos policías resultaron gravemente heridos en una maniobra llevada a cabo en la región de Bío Bío con el fin de poner fin a la violencia provocada por el asesinato del activista. Uno de los agentes recibió un golpe en la pierna y el otro recibió un disparo de escopeta que le desfiguró la cara.

A la luz de los recientes acontecimientos, ya desde el principio de la manifestación podía palparse la hostilidad en el ambiente, inevitable incluso con la fuerte presencia policial.

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Desde la anexión de tierras mapuches en Araucanía en 1882, Chile ha protagonizado una prolongada batalla contra los indígenas del país. El Gobierno prometió devolver a este pueblo gran parte del territorio, pero se han producido pocos avances en ese sentido, lo que ha provocado enfrentamientos entre las comunidades indígenas y las autoridades que en ocasiones se han cobrado varias vidas. Son muchos, también, los mapuches que han sido encarcelados por estos conflictos. "Estamos aquí para sublevarnos contra el Gobierno y reclamar nuestros derechos sobre la tierra que nos pertenece", declara un manifestante mapuche. "Estamos aquí para que se nos garantice la liberación de todos los presos políticos indígenas".

Miles de manifestantes se reunieron en la Plaza Italia de Providencia y, a pesar de que la marcha comenzó de forma pacífica, pronto estalló la tensión contenida, en el momento en que los participantes pasaban por la Avenida Libertador General Bernardo O'Higgins en dirección al palacio presidencial.

Una unidad de carabineros armados y varios vehículos antidisturbios fuertemente reforzados esperaban a los manifestantes unas manzanas antes del edificio presidencial. De repente, una multitud enfurecida apareció de la nada y empezó a arrojar a la policía todo lo que tenían al alcance de la mano, como trozos de hormigón y cócteles molotov de fabricación casera. No tardaron en hacer su aparición en escena un grupo de fotógrafos equipados con máscaras antigás mientras la policía respondía a los ataques con gas lacrimógeno y potentes chorros de agua con líquido irritante. Fue la primera de varias escaramuzas.

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Un hombre cogió una valla metálica y la lanzó a la policía, mientras que su compañero me decía que "le quitara la puta cámara de la cara". Con los ojos inyectados en sangre y la garganta abrasada por el gas lacrimógeno, entré a trompicones en un portal, donde un benévolo chileno me ofreció algodón empapado en vinagre para aliviar la irritación de los ojos.

La mayoría de los manifestantes mapuches se habían mantenido al margen del conflicto y continuaban entonando los nombres de activistas fallecidos y bailando al ritmo de los tambores. Uno de ellos se enfrentó a los encapuchados, acusándolos de mancillar la causa indígena, a lo que los alborotadores respondieron con una salva de piedras y botellas. Poco después, los encapuchados la tomaron con el mobiliario urbano, arrancando semáforos, rompiendo escaparates y quemando marquesinas a su paso.

Tras dos horas de enfrentamiento, la policía logró rodear la zona frente a La Moneda y dispersar a la multitud con los cañones de agua y otra tanda de gas lacrimógeno. Agentes a pie acudieron, también, desde todas las esquinas para disolver el grupo.

Por su parte, los mapuches no tenían intención de moverse de donde estaban. Se habían situado frente al palacio y exigían a su presidenta, Michelle Bachelet, que se apresurara en devolverles sus tierras, gran parte de las cuales habían sido ocupadas por empresas madereras.

Los gobiernos anteriores habían hecho las mismas falsas promesas de devolver a estas comunidades sus tierras. El pasado junio, Bachelet anunció un plan mediante el que el Gobierno compraría a las empresas madereras y a los agricultores las tierras en litigio y dedicarlas a facilitar la integración de las comunidades indígenas en la realidad política y económica de Chile.

Mientras tanto, cada vez que surge un conflicto, los mapuches —que constituyen el 10 por ciento de la población— continúan siendo objeto de la polémica ley antiterrorista de 1976, que tolera el uso de testigos secretos y la aplicación de condenas de prisión prolongadas. Después de que el pasado mayo un grupo de indígenas se declararan en huelga de hambre durante 39 días, los políticos solicitaron que se revisara dicha legislación.

Pero para el pueblo mapuche, esto es solo el primer paso. Tienen intención de seguir luchando por recuperar sus tierras. "No hay ningún motivo para celebrar el Día de la Raza", gritaban los manifestantes. "¡Defendimos nuestra tierra de los invasores europeos y ahora la defenderemos del Gobierno!".