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Cultură

Huevos al juramento hipocrático: La gente apesta para esto del suicidio

Cortarte las venas se ve bonito pero no funciona.

Hola, saco protoplasmático de calcio y mierda en descomposición, mi nombre es Dra. Mona Moore. Obviamente ese no es mi nombre real, pero soy un doctor de verdad. No te sientas mal por mí, porque eso implica que siempre tendré trabajo, un departamento diez veces más grande que el tuyo y la autoridad para decirte qué hacer, simple y sencillamente porque sé más que tú. ¡Disfruta mi columna!

HUEVOS AL JURAMENTO HIPOCRÁTICO – LA GENTE APESTA PARA ESTO DEL SUICIDIO

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La gente no tiene idea de cómo suicidarse. Uno pensaría que una vez que uno se mentaliza a la autodestrucción, todo sería muy fácil; pero por lo general la gente fracasa. De hecho, entre 10 y 20 millones de personas tienen un suicidio fallido al año en todo el mundo. Estamos hablando de una gran pérdida de tiempo para los hospitales. Y es por eso que nadie va a sentir lástima por ti cuando llegues al hospital después de bajarte toda una botella de pastillas con un jugo de uva sólo porque tu novio te dejó.

Empiezan a llegar a eso de la media noche; los suicidas y los borrachos. Ochenta por ciento de la gente opta por recurrir a la sobredosis porque cuando deciden dar el paso conjuran esta errónea imagen de una tragedia: una estrella de rock tirada boca abajo en un charco de vómito y pastillas regadas. Pero lo único que sacan de pensar en eso es terminar con el hígado de Keith Richards pero sin todos esos años de diversión y excesos para justificarlo.

Los jóvenes prefieren el paracetamol. Aquellos en su crisis de la mediana edad usan antidepresivos y los viejos deprimidos toman esos sedantes que los ayudan a dormir. Pero todos cometen el mismo error… no toman suficiente. Piénsalo, seguro hubo un fin de semana en el que te metiste cantidades interminables de ketamina, sin embargo (por lo general) tú y tus amigos no están muertos, así que para realmente dejar este mundo, tienes que entrarle con todo. El problema es que todo es peor cuando tomas casi lo suficiente. Tu hígado se jode y te vuelves amarillo, empiezas a sangrar por todos lados y vives el resto de tu vida esperando un trasplante. Las películas para adolescentes tienen la culpa de ese mito de que cortarte las muñecas funciona. Aunque hagas un corte profundo directo sobre la arteria, toma tanto tiempo que tarde o temprano te arrepientes. Aunque en términos estéticos, es bastante dramático.

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En general, fracasar en la muerte es peor que fracasar en la vida. Si te disparas en la cabeza en el ángulo equivocado terminas siendo un retrasado. Si saltas del piso equivocado quedas paralizado de por vida. Un trago menos de cloro y tienes que esperar a que tu estómago se derrita lentamente.

También está el contingente de los locos que piden atención a gritos. El problema con ellos es que no tenemos espacio. Hay un número muy limitado de camas en el psiquiátrico, y es mucho más difícil terminar en una de esas que en el culo de tu cuñada. Si quieres un lugar en una de estas camas más vale que estés realmente pirado, porque jugar al suicidio no basta. En una ocasión, trajeron a un güey flaco y deprimido en sus treinta cuando llamó a la policía y amenazó con colgarse. El doctor le dijo: “Lo sentimos mucho, pero si realmente te ibas a matar, no habrías llamado a la policía, ¿cierto?” Un poco frío, pero es difícil rebatir esa lógica. Por desgracia, regresó más tarde esa noche. Se amarró una soga al cuello, se paró en el borde de un edificio y llamó a la policía antes de saltar. Tuvieron que internarlo a regañadientes.

Algunos intentos son simplemente estúpidos. Una vez llegó una señora de mediana edad que se estaba ahogando pero se negaba a dejar que los doctores le abrieran la boca. Tuvieron que someterla, forzarle los labios y sacar una tanga de encaje rosa del fondo de su garganta. Si no por la ejecución, al menos hay que aplaudirle su creatividad. Las sobredosis de vitamina, intentar mantener la cabeza bajo el agua, o tomar tantas aspirinas que terminas indigesto, caen en la misma categoría. Todos los que sobreviven dicen lo mismo: “Me siento muy estúpido”. Es de esperarse. La gente fracasa porque realmente no quiere morir. Quizá no valga la pena seguir viviendo, pero la muerte tampoco vale tanto la pena.

Por cierto, no estoy abogando por una mayor eficiencia en la ejecución de estas estrategias. La próxima vez que te sientas deprimido, sal a ver una película. A todo mundo le gusta hacer eso. Pero hagas lo que hagas, no toques esa botella de cloro, porque vivirás para arrepentirte.

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