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Películas sobre músicos que no dan el cante

El próximo estreno de "Whiplash", la historia de un batería que ha triunfado en Sundance y Cannes, nos ha hecho pensar en otras películas sobre músicos que nos molan mucho.

Este mundo está lleno de propuestas de ocio cansinas y por eso sabemos apreciar los planes divertidos que invitan de verdad a despegar el culo del sofá. Cada semana, AXE te descubre la cultura, viajes, tendencias y arte que hacen que valga la pena vivir. Soñemos con un planeta menos asqueroso.

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El cine y el rock están ahí, pero no por estar. Son como dos amigos que pueden pasar mucho tiempo sin verse y que cuando vuelven a coincidir lo primero que hacen es pedir una cerveza y retomarlo donde lo dejaron la última vez. A las estrellas del rock siempre les ha puesto salir en pantalla. En nuestra redacción causa estragos el vídeo de Flea (Red Hot Chilli Peppers) retando a Michael J. Fox en una carrera de coches en ​Regreso al Futuro III.

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Pero también los rockeros (porque el rock es el género del cine por excelencia) han servido de inspiración para historias. Cuando no hay de dónde rascar, un buen biopic asegura taquilla, al menos en EEUU, premios, prestigio y también morbo. Porque ser condescendientes con las estrellas no está bien visto. Pero a nosotros lo que nos interesa ahora es ese género híbrido en el que se puede hablar de buenas películas que están protagonizadas por músicos. La idea nos la ha dado el próximo estreno de ​Whiplash, la historia de un joven talento de la batería y de su profesor de música, que pasa por tener peores pulgas que Clint Eastwood en El Sargento de Hierro.

Como fans de este cruce de caminos, hemos hecho una pequeña encuesta en la que han salido títulos clásicos, bizarradas notables y algunas perlas ocultas que no nos da vergüenza reconocer que forman parte de nuestra videoteca. Aunque se ha quedado fuera un subgénero como las secuencias de karaoke -de Hora Punta, Solo Dios Perdona, Lost in Translation a Black Rain- odocumentales (¿?) de la talla de This is The Spinal Tap o Anvil. Una forma de entretener el tiempo mientras alguien suma el valor y la pasta para hacer de una vez una peli sobre la(s) historia(s) de Guns N' Roses.

Algo pasa con Mary: Es cierto que esto no es una película sobre música, ni un biopic, ni la manera más ortodoxa de comenzar una lista… Pero Algo pasa con Mary es, sin duda, una película musical. Eso es así. Jonathan Richmann afila su colmillo de vampiro de las letras y subido a un árbol, o donde haga falta, nos va contando como un trovador de la Edad Media por qué Ben Stiller tiene tantos problemas sentimentales con Cameron Diaz. Si le quitas las canciones a la película, se queda en nada. Los Farrelly nunca volvieron a llamar al que fuera líder de The Modern Lovers y hace mucho que nadie se ríe (ni siquiera hace una mueca de alegría) con sus películas.

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Control: Ian Curtis estaba triste todo el rato, y se veía venir que su final sería el que fue ("un cuerpo girando en la cocina, el final de una cuerda atada a una viga"). Y por eso Anton Corjbin hizo una película oscura, intensa, triste e industrial. No podía ser de otra manera. El director holandés conoció bien a Joy Division, trabajó con ellos, y eso se nota. Sabes cómo va a acabar la historia, pero en algún momento tienes la esperanza de que cambie el destino del genio de los bailes epilépticos y la voz de ultratumba. Más que cine, parece un poema bonito de esos que se leen en los funerales a la gente que ha hecho cosas grandes en la vida.

Walk the Line: Johnny Cash era ese señor de voz profunda que reinterpretaba temas de NIN, Glenn Danzig o Depeche Mode en los discos que grabó junto al barbas de Rick Rubin y que nos siguen poniendo los pelos de punta. También es un icono del country, y también el primer punk. ¿Cómo? Pues sí, su vida no tiene nada que envidiar a la de los héroes del 'no future', con la diferencia de que supo parar el carro. La película sobre su vida, y su historia de amor con June Carter, es un auténtico videoclip, pero está tan bien interpretada (y cantada) por Joaquin Phoenix que se puede ver una y otra vez.

Last Days: Gus Van Sant es un director que planta la cámara y espera. A veces pasan por delante los estudiantes de Elephant, otras veces patinadores o Matt Damon y Ben Affleck. En esta película la dejaba plantada y veíamos a un rubio grunge que se parecía a Kurt Cobain aporreando su guitarra, corriendo por el campo desnudo, viendo la tele y esperando algo. Le visitaban Kim Gordon y vendedores a domicilio, pero no le valía. Cómo hablar de Kurt Cobain sin hablar de Kurt Cobain. Pura rabia grunge pero al ritmo de Van Sant. O sea, pausadito.

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Bird: Clint Eastwood ya había hecho una película sobre un cantante de country, aunque también una de peleas en la que le acompañaba un mono. Lo que queremos explicar es que Clint puede hacer lo que le de la gana, y que además tiene muy buen gusto musical. Por eso se puso manos a la obra con la vida de Charlie Parker y le quedó una película que explica muy bien el jazz a todos aquellos que cada vez que arranca una canción se duermen al segundo solo de trompeta.

Escuela de Rock: Una joya. La prueba de que el cine 'familiar' no tiene que ser un coñazo (aunque lo es en el 90% de las ocasiones) nos la aporta Richard Linklater. Bueno y Jack 'Fat' Black, que sabe cómo menear su orondo cuerpo en pantalla como nadie: desde los vídeos de su grupo a las locuras que hace con Dave Grohl en ese mítico vídeo de ​Foo Fighters. Aquí es un profe 'enrrollao', una estrella en horas bajas, que enseña a sus muchachos a 'rockear'. En principio da la más absoluta de las perezas. Pero en algún momento, no se sabe bien cómo, surge la magia en las aulas.

24 Hour Party People: Ay, el sonido Manchester. Ay, el paso del post-punk a la primavera del amor (obrero) en la Inglaterra de Thatcher. Ay, The Factory… Happy Mondays, New Orden, A Certain Ratio, el pelirrojo de Simply Red en un concierto de Sex Pistols, Tony Wilson… Maldito Michael Winterbottom, vimos caer palomas desplomándose desde el cielo y supimos que ese tiempo había pasado. Ni siquiera nos consuela escuchar en bucle el primer disco de The Stone Roses.

El fantasma del paraíso: No confundir esta película con una grabación de un musical de Broadway de título parecido realizada con 100 cámaras y 3 directores durante una función en Broadway. La película de Brian DePalma es (¿cómo no?) un verdadero delirio psicotrónico. Junto a The Wall y Quadrophenia es la mejor demostración de lo que se cocía en cuanto a cine y música en los setenta. Un hombre que vende su alma por el rock and roll (no es una exageración, así es cómo la vendían en su día) y que se venga de los que le robaron su talento a golpe de canciones y aporrenado un órgano. Un delirio psicodélico.

Symphaty for the Devil/One plus One: Jean Luc Godard hace películas profundas, otras gamberras y rupturistas, también se suelta manifiestos y con 80 años flipa con el 3D. Así que no es nada raro que en los setenta se encerrara con los Rolling Stones y los grabara componiendo su mítica canción, y además descargara su avalancha de mensajes políticos y contestatarios. En aquella época a Godard le daba por ahí. La película es una joya para 'stonianos' que permitan que alguien desmitifique a la banda, pero lo realmente bueno es pensar qué pudo pasar entre las cuatro paredes del estudio durante el rodaje.

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