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Cultură

Enviamos a Amarna Miller a la mayor convención del cine X del mundo

Crónica de la actriz porno desde la fabulosa Las Vegas.

Me despierto muerta de calor envuelta en una sábana de estampado sesentero, con la ropa del día anterior aún puesta y apestando a humo y fluidos indescriptibles. El sofá en el que he dormido está hecho de escay y es duro como una piedra; me duele horrores la espalda de haber mantenido una posición incómoda durante toda la noche. También tengo migas en el pelo. Esta es mi ¿cuarta? noche en la capital americana del vicio. Welcome to the fabulous Las Vegas.

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Llevo dando vueltas por aquí desde que el día 21 de Enero se inauguró la mayor convención de cine X del mundo: la Adult Entertainment expo, que acabará con la entrega de los AVN awards (algo así como los Oscar de la pornografía) este mismo sábado. El Hard Rock Hotel está que arde: cuatro días de caos, glamour y casinos donde los fans y las estrellas porno acabarán quemando sus tarjetas a golpe de tragaperras y vestidos de gala.

Y eso no es todo. La convención ha coincidido con la reunión anual de la Asociación Americana de Amantes de las Armas, así que estamos rodeados de referencias sexuales, actrices porno, pistolas y gente apostando todos sus ahorros ¿Qué podría salir mal?

A mi aventura se han unido la actriz porno Silvia Rubí, el fotógrafo artífice de las imágenes de este reportaje, Gabriel Sergent y un amigo que todavía duda si quiere o no ser relacionado con elbusiness pornográfico, al que llamaremos a partir de ahora El Señor Rosa -pseudónimo adjudicado por votación popular-. Entre todos hemos alquilado un Chevrolet Camaro descapotable color amarillo digno de una peli de mafiosos para venir desde Los Ángeles en un roadtrip plagado de aventuras que no vienen al caso. Nos alojamos en una casa compartida con dos fumetas que tienen peceras retroiluminadas con luces led que cambian de color, tan hortera y estrafalario como os estáis imaginando. Toda la casa está decorada de forma parecida. El suelo es de moqueta y huele raro.

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Cuando llegamos a la convención, hay limusinas aparcadas en la puerta. Hombres gordos con camisetas aún más grandes que ellos hacen fotos a chicas con tacones y vestidos minimalistas cuya cara no me suena ni lo más mínimo. Nosotras llevamos shorts vaqueros, botas militares y calcetines altos de colores, porque lo de estar diez horas al día en taconazos a mi personalmente no me va demasiado. Para llegar a las puertas de la convención hay que recorrer todo el casino.

Por supuesto no teníamos entradas para pasar al festival. Tampoco acreditaciones que nos estableciesen como profesionales del sector. Y como en la industria americana nadie nos conoce y ponerle ojitos al tío de la puerta no tenía pinta de funcionar, tiramos del arma de superdestrucción masiva "Somos guiris y no nos enteramos de nada", haciéndonos las locas cuando en la puerta nos preguntaron por nuestras identificaciones. Casualidades del destino, el chico de las acreditaciones era de El Salvador y nos hicimos colegas. Voilá, tenemos pulseritas para pasar al festival sin tener que pagar los 100 dólares de entrada por cabeza.

La autora con Verónica Rodríguez y Silvia Rubí

El recinto está dividido en varias salas. La más grande de todas es un pabellón de conciertos reconvertido en una orgía de carteles promocionales y merchandising adornado con chicas desnudas. En el escenario se realizan de vez en cuando espectáculos programados y a ambos lados se sitúan las casetas pertenecientes a las diferentes productoras: Evil Angel a un lado, Girlfriend Films al otro y las chicas tatuadas de Burning Angels enfrente. Las agencias de modelos también tienen sus propios stands, donde lucen a sus mejores talentos como si de una bandeja expositora se tratase, firmando DVDs, fotos, camisetas y los propios cuerpos de sus seguidores, siempre por un módico precio. Hay un tipo con la cabeza rapada insistiendo en llenarse toda la calva de autógrafos. Días más tarde nos lo volvimos a encontrar y comprobamos que había superado su reto con creces.

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La segunda sala es algo más pequeña y está encabezada por los escenarios de Jules Jordan y Brazzers, que ha decorado toda su parte como si de un colegio se tratase: mesas de estudio, una pizarra y todas sus chicas vestidas con falditas de cuadros, camisas y coletas. Unos carteles con horarios marcan a qué hora aparecerá en la caseta cada una de las actrices y Ava Addams se pasea entre los pupitres saludando a sus seguidores y dejándose fotografiar. La muchedumbre masculina se agolpa grabando con los móviles mientras intentan vislumbrar algo de carne. ¡Error! La hipócrita industria del cine X americano no deja que sus actrices luzcan palmito durante la convención. Si alguien muestra más de lo estrictamente necesario, se va a la calle. Resumiendo: nada de pezones, coños ni desnudez completa.

Ron Jeremy con su propio ron

Mis ilusiones de ver a Skin Diamond como Dios la trajo al mundo caen en picado, pero a cambio me llevo un abrazo de Manuel Ferrara y el conocer a James Deen en persona, así que todo bien. Silvia y yo nos dedicamos a pasear entre las mesas conociendo a los directores de cada compañía y dando nuestras tarjetas a todo el mundo mientras intentamos hacer contactos para poder trabajar durante los siguientes tres meses.

Jesse Jane y Dana de Armond parecen de las más solicitadas, aunque la cola para hacerse fotos con Ron Jeremy tiende a infinito.

Algunos de los performers son genuinamente simpáticos, pero según se acerca el final del festival la mayoría van perdiendo la energía y ponen cara de hastío cuando te acercas mínimamente a ellos. Es lógico: llevan muchas horas de pie aguantando una avalancha de piropos e intentos de toqueteo. He de hacer una mención especial para la fumadísima Reimy Lacroix, que consigue salir guapa en las fotos hasta cuando no puede mantenerse en pie.

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Aparte de las salas principales, donde se agolpan productoras y agencias, hay áreas más pequeñas donde pornstars y entendidos del tema imparten cursos y seminarios (nosotras acabamos en uno sobre spanking) y unas cuantas zonas dedicadas a las compañías de webcam. Las principales son Myfreecams y Chaturbatte, que han traído a una avalancha de webcamers emitiendo en vivo desde el mismísimo festival. Chicas de pelo violeta y llenas de tatuajes, pelirrojas explosivas vestidas de látex y asiáticas risueñas desnudándose frente a la pantalla. Me resulta curioso ver las diferencias entre la zona de las actrices porno y la de las webcamers. Laspornstars, en el fondo, son todas muy parecidas: vestidos de stripper, tacones imposibles, mucha silicona, algún que otro tatuaje… Pero siempre cumpliendo un canon de belleza completamente estereotipado. Por otra parte, las webcamers lucen un abanico de posibilidades infinitamente más amplio y atractivo: son chicas normales. Algunas delgadas, otras más gorditas, con piercings por la cara o vestidas con sus cosplays favoritos. En la variedad está el gusto.

Espacio aparte merece el área de Clip4sales, página web dedicada a la compraventa de pequeños videos hechos a medida. Conocida en el mundillo de las trabajadoras sexuales por ser el paraíso de los fetichismos que ni siquiera sabías que existían, en su mesa se agolpan desde chicas vestidas de payaso, BBW (Big beautiful women) o actrices diminutas especializadas en porno microfílico (Si. Existe.). Las mesas más pequeñas las ocupan comerciantes vendiendo novedosos masturbadores masculinos, pastillas para aumentar la libido y juguetes sexuales. Un par de DJs vestidos con trajes de marinero animan el cotarro mezclando música tecno y dubstep.

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El sábado es el día grande: el festival cierra pronto sus puertas para montar la alfombra roja y vaciar la sala de conciertos. Los asistentes son cuanto menos variopintos: sexagenarios con abrigos de piel y anillos hechos de bisutería, mujeres inyectadas de botox semicubiertas con trajes imposibles y una Riley Reid ¿vestida? con un atuendo hecho únicamente de cuerdas. El desfile de curiosidades da paso a las verdaderas estrellas, que para mi sorpresa van genuinamente arregladas con trajes de gala. Si no fuese porque les he visto a todos ellos follando, podría creerme que esta es una entrega de premios de cine convencional.

Annika Albrite y Mick Blue se alzan como vencedores de los premios. Pero a nosotros nos da igual, porque a esas alturas ya estamos en el casino del hotel celebrando que hemos llegado a América. El Señor Rosa perdió 100 dólares jugando al Black Jack y yo cometí el error de darle caña a un "Whiskey on the rocks". La noche se vuelve difusa, pero sé que acabamos en lo alto del parking del hotel haciendo fotos desnudas, y la cámara demuestra que recorrimos la avenida principal de la ciudad con unas gafas rotas y alcohol. Bastante alcohol.

Escribo todo esto mientras nos recuperamos metiéndonos un buen desayuno entre pecho y espalda (Huevos revueltos con bacon, salchichas, y un par de pancakes con la densidad del osmio) en uno de esos típicos locales americanos que salen en las películas: sofás acolchados, ventanales gigantes y camareras con demasiado maquillaje que insisten en volver a llenarte la taza de café. Un hombre de mediana edad ha parado a Gabi para preguntarle, entre confuso e indignado, porqué en su camiseta pone "Satan loves me". "¿No querría decir "Jesus loves me?", le dice. Silvia suelta una carcajada. En la suya se lee "Jesus loves pornstars".

Bien, todo bien. Viva las Vegas.