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Venirse por fuera es igual de efectivo que usar condón

Este artículo fue publicado originalmente en Broadly, nuestra plataforma dedicada a las mujeres.

Podría ser muy difícil encontrar un método anticonceptivo más calumniado que el de sacar la verga antes de venirse. Es un método que por lo general se desprecia y se considera irresponsable y poco planeado. Un estudio reciente del Centro de Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) señaló que venirse afuera es el segundo método más común para evitar un embarazo entre los adolescentes. El estudio ilustró esta opción con una imagen de unos dedos cruzados, lo que reafirma la creencia de que es un método alentado más por la esperanza y la oración que por la practicidad biológica. De hecho, en este sentido, los adolescentes están siguiendo el ejemplo de los adultos: alrededor del 60% de las mujeres adultas en Estados Unidos dijeron haber utilizado el método de interrumpir el coito por lo menos una vez en su vida. Probablemente las cifras actuales son incluso más altas, ya que muchos no consideran que éste sea un método anticonceptivo “real”.

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Cuando se hace bien, venirse afuera es casi tan efectivo como los condones en la prevención del embarazo.

La cobertura de los medios de comunicación del estudio del CDC, que en otras instancias elogia el creciente compromiso del uso de anticonceptivos entre los adolescentes, le dio un rotundo ‘no’ a esta técnica, “uno de los métodos menos efectivos para prevenir el embarazo”. Lo que los medios de comunicación no revelan es que el estudio pone esta técnica en el mismo nivel del condón, uno de los métodos anticonceptivos preferidos por los profesionales de la medicina.

“Sacarlo es casi tan efectivo como los condones en la prevención del embarazo”. Esta es la línea introductoria de un estudio que publicó Contraception en 2014, una revista internacional sobre reproducción. Cuando se hace a la perfección —es decir, cuando el hombre saca el pene de la vagina antes de la eyaculación—, sólo el 4% de las mujeres que utilizan este método quedarán embarazadas en un periodo de un año. No hacerlo bien, o hacerlo de manera atípica, hace que esta cifra se eleve hasta el 18%. (La tasa de fracaso en el uso de condones es de 2% cuando se utiliza como se debe y de 17% cuando no se usa correctamente). Aunque se trata de una discrepancia menor, aún así se considera que la técnica de salirse antes de venirse es peligroso, mientras que utilizar condón es considerado sexualmente responsable. Varios de los profesionales de la medicina a los que contacté para este artículo simpatizaban con este método pero tenían miedo de decirlo abiertamente.

“Definitivamente hay un estigma entre muchos educadores y profesionales de la medicina”, afirma Aia Manduley, educadora sexual y miembro del comité ejecutivo en la Women of Color Sexual Health Network (Red de Salud Sexual de Mujeres de Color). En parte, esto tiene que ver con la antigua suposición de que el método no es eficaz. La sabiduría popular es difícil de cambiar, y nadie quiere ser responsable de un embarazo no deseado. Incluso se presentan estadísticas en las que claramente este método se presenta en el mismo nivel de otros métodos para el control de la natalidad, como en una reciente edición de Marie Claire, donde lo describen como un método —adivinaste— “súper arriesgado”.

Varios de los profesionales de la medicina a los que contacté para este artículo simpatizaban con este método pero tenían miedo de decirlo abiertamente.

Manduley también atribuye la resistencia de los profesionales médicos a recomendar este método por la ansiedad que hay frente a las Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS) y señala que el VIH “puede ser más aterrador y permanente que un embarazo”. Rachel Jones, una científica investigadora del Instituto Guttmacher, y colaboradora de dos estudios importantes que hay sobre éste método, afirma que hay una percepción de que “especialmente los jóvenes deberían utilizar condón cada vez que tienen relaciones sexuales, y que nada de lo que se diga, por muy positivo que sea, debe desalentar el uso de éste”.

Sin embargo, el coitus interruptus también se considera ridículo cuando sólo se habla del embarazo. Los artículos sobre el tema suelen dirigir a los lectores hacia opciones hormonales y Dispositivos Intra Uterinos (DIU), sin siquiera tomar en cuenta la posibilidad de utilizar con éxito la técnica de venirse afuera. Lo que significa que hay otros factores de decisión, más allá de las preocupaciones por las ETS y las sensibilidades pasadas de moda.

Los intereses corporativos son otro elemento que juega un papel importante. La FDA de Estados Unidos, que se encarga de aprobar el uso de medicamentos en ese país, da incentivos a los fabricantes de condones, de las píldoras anticonceptivas con hormonas y de los DIU para que realicen varios estudios sobre la eficacia de sus productos. Nadie se beneficia con el método de interrupción del coito. Por tanto, es más difícil que alguien pague para que se hagan pruebas. Quizá lo más importante es que nadie se beneficia si se promueve este método o si se promueve la sólida investigación que ya existe al respecto. Y aquellos que lo promueven se arriesgan a ser censurados.

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También está la desconfianza generalizada hacia los productores de esperma: el resultado directo de un entorno social que insiste en tratar a los hombres como maníacos lujuriosos que no pueden controlarse a sí mismos cuando están excitados. La falta de confianza y de fidelidad se consideran los mayores problemas del método de interrupción del coito pues en este el hombre tiene demasiado control; se tiene la concepción de que el hombre no es capaz de salirse a tiempo; de que tal vez no sienta cuando es el momento adecuado; o de que quizá ni siquiera va a intentarlo.

Nadie se beneficia con el método de interrupción del coito, por lo tanto, es más difícil que alguien pague para que se hagan pruebas.

Si bien esto puede ser una presunción razonable cuando apenas empiezas a salir con una persona o cuando el sexo es casual –es decir, cuando es válido y sano tener cierto grado de escepticismo– también muestra un panorama muy sombrío en lo que respecta a la posible cooperación entre dos personas comprometidas —el tipo de pareja que más utiliza el método de interrupción del coito para la prevención del embarazo a largo plazo—. Manduley está de acuerdo en que el método probablemente “no es el más recomendable para la gente que acaba de iniciar sus encuentros sexuales”, pero eso no significa que no sea viable para los demás. Como escribió Rachel Jonesen en un artículo sobre la postura contra la abstinencia: “Algunas mujeres no se sienten cómodas si dependen por completo de que su pareja se salga antes de eyacular y algunos hombres tal vez no sean capaces de hacerlo, pero eso no quiere decir que se debe promover una visión falsa de la eficacia del método”.

Las mujeres con las que hablé llevaban años usando este método, pero a veces sentían la obligación de decir que era algo arriesgado e irresponsable. Las que nunca se habían embarazado bromeaban con que tal vez eran estériles, una ilustración dramática de cómo incluso los que han probado el método, y les ha resultado, siguen viéndolo como algo poco confiable. Haley utilizó el método de interrupción del coito por cinco años y medio, y quedó embarazada cuando lo planeó. Sin embargo, aún duda en admitir que confiaba en él. “Me daba miedo decirle a mis amigos porque se iban a burlar”, dijo. “No sé si lo que hice fue estúpido o no”.

Parte de este estigma se debe al sexismo entre mujeres, que a su vez es el resultado de aceptar la idea de que el embarazo no planeado indica una falla catastrófica de los valores y de la precaución por parte de la persona que queda embarazada. No obstante, el concepto de la mujer citadina irresponsable que se emborracha tanto que no se toma la molestia de usar un método anticonceptivo “real” no solo es misógina sino además completamente errónea.

Un estudio reciente en el que participó Jones reveló que muchas mujeres usan el método de interrupción del coito junto con la píldora y los condones. “Se dice que los que utilizan este método son flojos”, dijo uno de los investigadores a RH Reality Check, “pero al menos en esta prueba se demuestra que o están más motivados para prevenir un embarazo, o carecen de educación”. Esto fue casualmente confirmado en mis conversaciones. Las mujeres con las que hablé que confiaban en este método eran muy inteligentes, capaces y perspicaces. Una tenía un ahorro específico de emergencia en caso de necesitar un aborto y otra tenía planeado viajar a otro estado donde el aborto fuera legal en caso de necesitarlo. Después de analizarlo bien, habían llegado a la conclusión de que los otros métodos no se ajustaban a sus necesidades y tenían todo planeado en caso de una concepción accidental.

Se dice que los que utilizan este método son flojos.

Como siempre, las costumbres sociales no son capaces de controlar completamente la forma en la que la gente tiene relaciones sexuales: una gran mayoría de adultos heterosexuales cisgénero han probado este método al menos una vez, aunque no confíen completamente en él. Es fácil ver por qué: está disponible todo el tiempo, no cuesta nada, no produce alergias, no le pone muchas trabas al placer y no tiene efectos secundarios negativos.

Si tenemos en cuenta cómo afectan los métodos anticonceptivos hormonales a las mujeres, este último punto es una ventaja considerable. Nuestra tendencia cultural es hacer caso omiso a los numerosos y reconocidos efectos negativos de estos anticonceptivos, que incluyen cambios de humor severos, una disminución parcial o total del deseo sexual, y el aumento del riesgo a desarrollar coágulos de sangre. Pensar que estas secuelas —que podrían resultar muy graves— son indeseables pero inevitables, indica que hay una creencia de que la salud mental, emocional y física de las mujeres se ve comprometida necesariamente en su búsqueda por evitar el embarazo, una idea que está lejos de la realidad.

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Tampoco se toma en cuenta que ningún método para el control de la natalidad, ni siquiera el ligamento de trompas, hace que el coito esté libre de riesgos. Como dijo Jones, los proveedores de servicios médicos “no tienen ningún problema en defender el uso del preservativo, aun cuando puede fallar”. Stacey, que nunca ha estado embarazada durante los 13 años que lleva usando el método de interrupción del coito en relaciones largas, quedó emabarazada una vez cuando se le rompió un condón y otra cuando estaba tomando la píldora. Otras dos mujeres con las que hablé también quedaron embarazadas mientras tomaban la píldora, lo cual, lógicamente, provocó que no quisieran volver a utilizar esos métodos. Otras dos mencionaron que tenían malformaciones uterinas que les impedían ser candidatas al DIU.

En palabras del estudio de 2009 sobre el método de interrupción del coito, “Si más gente se diera cuenta de que el uso correcto y consistente de este método reduce en gran medida el riesgo de embarazo, podrían utilizarlo de manera más eficaz”. El rechazo a la interrupción del coito como un método útil de control de la natalidad no solo es poco práctico, sino peligroso; la práctica no va a desaparecer pero la retórica actual entorno a ella no permite que se conozca su eficacia. “No podemos asumir las necesidades de las personas al momento de elegir los métodos anticonceptivos y tampoco podemos imponérselos”, dijo Manduley. En lugar de ocultar la información o negar los estudios existentes, “los profesionales deberían educar a la gente sobre lo que está disponible y ayudarla a analizar las opciones.”

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