Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
La madre de Kat Courtney fumaba cuando estaba embarazada y como resultado, pasó su infancia dentro y fuera de tratamientos médicos debido a su sistema respiratorio subdesarrollado. Uno de sus primeros recuerdos es pensar que quedarse dormida en su carpa de oxígeno y no volver a despertar no sería el fin de su mundo.
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Más adelante en la vida, luchó contra la depresión, problemas de abuso de sustancias y un trastorno alimenticio con el que ningún médico parecía poder ayudarla. Después de tener una revelación durante una serie de ceremonias de ayahuasca justo después de cumplir 30 años, decidió dejar su trabajo de marketing y convertirse en una “coach de la muerte”: Courtney ayuda a las personas a alcanzar el nivel de aceptación hacia la mortalidad que ella recuerda haber alcanzado cuando era una niña pequeña.
“Es casi imposible hablar sobre la muerte con las personas que nos aman, ya que tienen una agenda profunda para mantenernos atados a este espacio tangible”, dice el sitio web de Courtney. Principalmente, lo que hace es hablar con la gente sobre la posibilidad de su muerte, generalmente por teléfono, lo que muchas personas encuentran más fácil que las visitas en persona, aunque algunos clientes solicitan sus servicios en sus lechos de muerte. Ella dijo a VICE que ha ayudado a más de 500 clientes en los últimos 14 años. Por lo general, cobra 150 dólares por sesión y ha trabajado con al menos dos decenas de personas como voluntaria en un hospicio. Si bien muchas personas con miedo existencial le piden ayuda a pesar de que no están a punto de morir, también ha aconsejado a muchos individuos a los que ella llama “terminales” y ha visto morir a muchos de ellos, un hecho que no parece molestarla en lo más mínimo.
VICE interrogó a Courtney sobre su carrera poco tradicional, pero también sobre su actitud inusual ante la muerte.
VICE: ¿Las personas tienen más miedo a la muerte a medida que envejecen, o tiene que ver más con la personalidad?
Kat Courtney: Está más relacionado con la personalidad. Sinceramente, atiendo a todo tipo de personas, desde chicos de 18 años hasta personas de 80 años. Tener miedo a la muerte es bastante universal. Por lo general, estas personas han tenido algunos eventos en sus vidas, ya sea un diagnóstico de una enfermedad o algo realmente trágico o una experiencia psicodélica, cualquier cosa que despierte su curiosidad. Trato con personas que están en estado terminal, pero me veo como la única persona en sus vidas que les puede decir: “Está bien. Felicitaciones”. Es extraño decírselo a alguien en estado terminal, pero se cansan tanto de escuchar: “Lo siento mucho. Es horrible”. A esas personas puedo decirles: “Sí, todos estamos en estado terminal. Simplemente tienes una mejor idea del hecho de cuándo sucederá”.
¿Crees que los niños están presionando a sus padres?
Soy cautelosa de trabajar con personas que vienen cuando no han sido ellos quienes concertaron la cita. Si alguien viene por órdenes de un ser querido, un cónyuge o un niño, no va a resultar bien. En realidad, puede ser muy traumático que te muestren algo que realmente no quieres ver. Actualmente soy mejor olfateando eso, y diría que ese fenómeno quizás comprende el dos por ciento de las personas que acuden a mí.
¿Suele haber un evento que desencadene esa revelación?
Creo que es algo parecido al libro Tipping Point de Malcolm Gladwell, en términos de aceptar el hecho de que tal vez el mundo occidental no tenga la última palabra en lo que respecta a la salud física. El sufrimiento es el elemento que nos ayuda a despertar ante el hecho de que podemos sentirnos mejor, podemos ser más saludables. Nosotros, como sociedad, dimos toda esta autoridad a los médicos y sacerdotes, y ellos abusaron de ella.
¿Cómo difiere tu consejo cuando hablas con alguien en estado terminal y alguien que tiene 18 años y es saludable?
Si alguien está en estado terminal, se trata de hacer las paces con la muerte y la parte de nosotros mismos que es eterna. Hay diferentes tipos de meditaciones y ejercicios que les brindo para ayudar a despertar eso. Con un joven [saludable] de 18 años, el proceso se invierte. Se trata de ayudarlos a encariñarse con el proceso de vivir.
Creo que la mayoría de las personas, más que la muerte, temen el dolor que a menudo se asocia con el proceso de morir. ¿Cómo superas eso?
Bueno, es lo que me da más miedo. No la muerte misma, sino morir. Morir es lo que suena aterrador, pero una vez que ocurre, está hecho. Se trata de ser lo suficientemente espacioso como para confiar en el proceso del sufrimiento. El coaching trata sobre cómo el sufrimiento es beneficioso para nosotros y no para torturarnos. Es un proceso en el cual nos ponen en una olla a presión para estar más conscientes. De ninguna manera es divertido, y tengo una profunda compasión por cualquiera que se encuentre en esa posición. Pero si eres consciente de que es el proceso por el cual puedes despertar, entonces al menos tienes la gracia de no luchar contra él. El conflicto con esta idea es lo que crea más sufrimiento. Combatirla es la peor parte. Necesitas entregarte y confiar en el proceso, y si tu cuerpo está enfermo, quiere decir que te está hablando.
Muchas personas tienen miedo de vivir con un diagnóstico terminal, y saben por un período de tiempo que no van a alcanzar ciertos hitos que, de acuerdo con nuestra percepción, comprenden una vida significativa. ¿Cómo abordas eso?
Es muy común. Pero se trata de tener un cambio de paradigma en el que puedas darte cuenta de que el apego a la vida —que consideramos ligado a la productividad y lograr cosas— es solo una programación que es parte de nuestra cultura. La idea de que tienes que ser productivo para ser valioso. La verdad es que al estar aquí y existir y trabajar para crecer, en realidad estamos haciendo el trabajo que vinimos a hacer. No se trata de tener letras junto a tu nombre o cosas tangibles que señalar, como los hijos que hemos criado. Nada de eso importa tanto como crecer, que se trata de sentir y reconocer el sufrimiento. No hay nada como una enfermedad para hacernos ver esto. Además, caminar y pensar constantemente que te vas a enfermar o que algo malo va a suceder es mucho peor que estar enfermo. La ansiedad que conlleva eso y la energía que gastas preocupándote es agotadora. Cuando antepones eso como tu vibración, el universo lo reflejará de una manera u otra.
Entonces, si no llevas tus logros contigo, ¿en qué deberían centrarse las personas para que no sientan una falta de sentido?
El conocimiento que obtienes a nivel intelectual no te lo puedes llevar. Si recuerdas la escuela secundaria o la universidad, no evocas las clases que tuviste, sino las experiencias. El alma es con lo que nos quedamos cuando hacemos la transición. Todo lo relacionado con la experiencia, que sentimos y no pensamos, es lo que vinimos a hacer. Es por eso que, cuando las personas están en transición, comienzan a recordar cómo se enamoraron o cuando tuvieron un accidente automovilístico. Esto está en la superficie, no sus logros laborales. Incluso una persona exitosa no va a acordarse de eso, porque no es parte del viaje de su alma. Lo intelectual es simplemente un lastre.
Supongo que tienes una opinión sobre cómo las religiones del mundo preparan inadecuadamente a las personas para la muerte.
Todas las religiones del mundo asumieron la tarea de tratar de “tener la razón” y el aspecto del control. También agregan a un intermediario. Al crecer como católica, siempre quise saber por qué necesitaba ver a un sacerdote. Todas las religiones insertan a una persona entre la experiencia divina y tú. Las religiones conocen toda esta sabiduría pero la han corrompido. El cielo y el infierno no son destinos, sino más bien estados de conciencia. Si has trabajado duro para conectarte con tu propia divinidad, puedes salir con una sonrisa en tu rostro. Saber que la vida que viviste fue plena y que el lugar al que vas es el cielo.
¿Hay algo que puedas hacer por alguien que no sea particularmente espiritual?
Por lo general, dichas personas no acuden conmigo porque no están buscando ese tipo de ayuda. No quiere decir que no entienda a las personas que son escépticas. Pero si las personas están realmente cerradas y piensan que esto es todo, entonces no hay nada que pueda hacer. Incluso si beben ayahuasca, tampoco es probable que tengan una revelación. Tienes que tener curiosidad o un poco de esperanza o fe para que haya algo con lo que yo pueda trabajar.
Puedes brindar todos los consejos que quieras, pero en los momentos finales, ¿alguien realmente va a recordar lo que aprendió en lugar de asustarse?
Para ser honesta, en esos momentos finales, siempre soy yo la que acaba en el papel de estudiante. Como dicen, cuando el cuerpo se debilita, el espíritu se fortalece. Cuando alguien realmente está haciendo la transición, no digo mucho en absoluto. Siempre quedo asombrada. No me necesitan en cierto punto. La parte humana de mí siempre está agradecida por eso.
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