Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
Eran las 3 PM de un domingo de septiembre. El sol cegador entró en la sala de oradores de la Casa de la Ópera de Sídney cuando Denise Ho, la cantante de Cantopop convertida en activista en favor de la democracia de Hong Kong, miró a su guardaespaldas, recién asignado, con ironía. Cuatro guardias corpulentos —cada uno aproximadamente del doble de su tamaño— la flanqueaban. Cinco años después de unirse por primera vez a la vanguardia de la Revolución de los Paraguas, y de ser calificada como “veneno de Hong Kong”, Ho es considerada una persona en riesgo, así que le proporcionaron protección adicional.
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Ho —una figura delgada en un traje negro— estuvo en Australia para el Antidote Festival, un programa cultural de un día de “ideas, acción y cambio” que promueve valores progresivos, para dar una charla sobre las protestas de Hong Kong, que comenzaron en marzo, como una demanda para retirar un controvertido proyecto de ley de extradición. Desde entonces se ha transformado en un movimiento democrático más amplio. El activista de Black Lives Matter DeRay Mckesson tenía previsto hablar, al igual que el informante que destapó la estafa de Cambridge Analytica, Christopher Wylie. Yo había llegado al festival para entrevistar a Ho.
Pero a diferencia de Mckesson o Wylie, Ho había suscitado el nerviosismo de parte de los organizadores. Los nacionalistas chinos habían estado criticando manifestaciones a favor de la democracia en Hong Kong en los campus australianos desde julio, intercambiando golpes con los asistentes y, en una ocasión, incluso agarrando por la garganta a un manifestante de la Universidad de Queensland.
Si Ho estaba preocupada, no podía notarse. “Lo que sea que suceda”, me dijo antes del evento, “tendré que lidiar con eso”. Ho había lidiado estoicamente con las repercusiones de su activismo abierto desde 2014, cuando se convirtió en la primera celebridad de Hong Kong en ser arrestada en una manifestación prodemocrática.
En aquel entonces, ella era una cantante de Cantopop mejor conocida por su versión relativamente alternativa de las baladas empalagosas tradicionales que tipifican el género. En 2012, se convirtió en la primera celebridad de Hong Kong en declararse lesbiana. Pero fue la transición de Ho al activismo prodemocrático lo que provocó la mayor represalia de las autoridades chinas: la colocaron en una lista negra y su música fue borrada de las plataformas de streaming del continente.
Ho había pasado la década de 2010 lanzando diligentemente música en putonghua —también conocido como mandarín—, el idioma oficial de la China continental, e incluso protagonizó una obra bien recibida que recorrió 11 ciudades chinas. Ahora había sido borrada de uno de sus mayores mercados potenciales.
“He desaparecido totalmente del Internet chino”, me dijo. Según sus cálculos, ha perdido millones, incluido un incidente de alto perfil en el que el gigante francés de cosméticos Lancôme canceló un concierto con Ho después de recibir críticas chinas en Internet.
Nada de esto desanimó a Ho. Se separó de su sello discográfico para poder producir su propia música; financió sus conciertos vía crowdfunding y trató de encontrar una forma de existir fuera del poderoso mercado chino. “He pasado los últimos cuatro años tratando de construir mi propio ecosistema donde puedo lanzar mis propios álbumes; puedo lanzar mis propios libros”, dijo.
La probabilidad de que su música reaparezca en China es casi nula, sobre todo porque las últimas protestas en Hong Kong han cimentado su estatus internacional como crítica vocal del gobierno de Hong Kong y, por extensión, del chino. Su discurso de julio en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, en el que pidió la destitución de China de la organización —una presentación dos veces interrumpida por delegados chinos— probablemente no ayude.
El conflicto actual en Hong Kong se remonta a 1997, año en que Reino Unido acordó restaurar la soberanía china en su antigua colonia con el entendimiento de que Hong Kong funcionaría durante 50 años más bajo el principio de “un país, dos sistemas”. Esto significaba que los residentes de Hong Kong tendrían un grado de autodeterminación y libertad que sus primos no disfrutaban en el continente, incluidos aspectos como un poder judicial independiente.
En abril, esa independencia judicial se vio amenazada cuando el gobierno de Hong Kong presentó un proyecto de ley que permitiría que los presuntos delincuentes sean extraditados al continente para ser juzgados. “Los cambios propuestos a las leyes de extradición pondrán en riesgo a cualquier persona en Hong Kong que realice un trabajo relacionado con el continente”, dijo en aquel momento Sophie Richardson de Human Rights Watch en un comunicado. “Nadie estará a salvo, incluidos activistas, abogados de derechos humanos, periodistas y trabajadores sociales”.
El 9 de junio 1 millón de personas marcharon en contra de la ley. Ho fue una de ellas; transmitió en vivo en ese momento ante una modesta audiencia de aproximadamente 3.000 espectadores. “Después de cinco años de frustración y decepción, la gente de Hong Kong está devolviendo sus esperanzas y sueños a las calles”, tuiteó.
Su activismo prodemocrático comenzó como una consecuencia de su declaración como lesbiana. Después de que los legisladores de Hong Kong rechazaran una moción para solicitar comentarios públicos sobre los derechos LGBTQ en 2012, ella vio cuán “manipulado y progubernamental” era el sistema, que favorecía al status quo.
“Estaba muy enojada. Por eso elegí salir del clóset, porque el desfile gay fue ese mismo fin de semana”, dijo. “Creo que fue una medida muy importante en todo este viaje. Porque si no lo hubiera hecho, tal vez no habría tenido este tipo de apertura, al menos hacia el público, seguiría teniendo algo que ocultar”. Cuando apareció la Revolución de los Paraguas, se sintió liberada de poder participar. “Creo que fue un paso muy importante. Me alegra haberlo hecho”.
A medida que las protestas democráticas se desarrollaron durante el verano, la directora ejecutiva de Hong Kong, Carrie Lam, una política pro-Beijing que llegó al poder durante las elecciones altamente disputadas de 2017, se mantuvo firme. La ley de extradición había llegado para quedarse.
El 12 de junio, Hong Kong regresó a las calles. Esta vez, la policía disparó gas lacrimógeno contra los manifestantes y roció con spray de pimienta a la multitud; los manifestantes se armaron con ladrillos y paraguas, usando botellas de agua para sofocar los humeantes botes de gas lacrimógeno. La violencia se ha intensificado desde entonces, lo que ha resultado en momentos críticos documentados y compartidos ampliamente en las redes sociales: una multitud enmascarada y armada atacando a los manifestantes prodemocráticos en el metro; cocteles molotov arrojados a la policía antidisturbios; el cierre del aeropuerto de Hong Kong; cañones de agua rociando un líquido teñido de azul cuya función probable es ayudar a identificar a los manifestantes. El 1º de octubre, la policía disparó contra el primer manifestante, un estudiante de preparatoria que recibió un tiro a quemarropa.
La multitud aumentó a medida que pasaron los meses: los organizadores dijeron que casi una de cada cuatro personas en una ciudad de más de 7 millones se presentó a una protesta en agosto. A pesar de todo, Ho tuiteó, transmitió en vivo y usó Instagram de manera implacable. Su audiencia creció; decenas de miles de personas vieron una de sus transmisiones en vivo. En una publicación, fue filmada al frente de las protestas, calmando las tensiones entre la policía y los manifestantes en cantonés.
Se cree que las protestas en Hong Kong carecen en gran medida de líderes; en cambio, el conocimiento y los recursos provienen de un grupo amorfo pero organizado de manifestantes y aliados (el mantra no oficial de las protestas proviene de Bruce Lee: “Sé el agua”). Los planes de acción se coordinan en un foro similar a Reddit llamado LIHKG, donde las personas votan las mejores sugerencias. Una de las imágenes más llamativas que surgieron de las protestas fue la imagen de pilas de recursos bien organizadas, incluidas donaciones de botellas de agua, alimentos, paraguas, e incluso camisetas gratuitas para cualquier persona teñida de azul por los chorros de agua de la policía.
Ho se ha convertido en uno de los rostros más distintivos de la protesta por su carácter de celebridad preexistente. Pero está ansiosa por centrar a los jóvenes que se están poniendo en peligro para defender un punto crítico en la existencia de su lugar de nacimiento. Las protestas no son solo por la ley de extradición; se han convertido en un referéndum sobre Hong Kong y su identidad. ¿Es solo otro engrane en la rueda que impulsa el ascenso meteórico de China al poder global? ¿O es algo completamente creado por sí mismo, que se distingue por su historia colonial y sus libertades relativas?
“Es muy importante mantener viva a toda esta comunidad [de jóvenes], sus esperanzas, sus sueños y sus deseos”, dijo Ho, “y hacerles entender que no es una causa perdida, o algo que nosotros estamos haciendo en vano, es realmente algo que está provocando un cambio. Ellos están haciendo el cambio”.
“El hecho de que pueden reconocerme con facilidad sería como un escudo protector para mí, especialmente cuando estoy frente a la policía”, explicó. “Porque eligen a las personas que van a intimidar. Eligen a los que son muy jóvenes y luego los arrestan. A veces los ves cuando se enfrentan a estas personas mayores que los desafían y simplemente se callan. Creo que, hasta cierto punto, también es cierto en mi caso”.
Anson Chan, la ex secretaria principal de Hong Kong, dijo recientemente que comenzaron a seguirla después de mostrar su apoyo a las protestas. ¿Les suena familiar? “No creo que me hayan seguido, al menos no me he dado cuenta. Pero sí creo que mi teléfono o mi correo electrónico podrían estar intervenidos. Es la realidad en Hong Kong en este momento. Así que tenemos que lidiar con eso”.
Ho nació en 1977 en Hong Kong, dos décadas antes de la entrega. Cuando tenía 11 años, su familia se mudó a Montreal, donde, si alguien le preguntaba, se identificaba como una chinoise (“china” en francés) de Hong Kong. Actualmente se siente diferente. “Creo que yo, junto con muchos otros residentes de la ciudad, nos consideraríamos actualmente como hongkoneses. Personalmente, ha sido un gran cambio”, dijo. “Aún tengo herencia china y mucha cultura china. Todavía hablamos chino. Pero ya no se siente bien decir ‘Oh, soy zung gwok yun‘ (china)”.
Es un sentimiento que resonaría con muchos jóvenes en el territorio. Una encuesta de la Universidad de Hong Kong en junio encontró que casi nadie menor de 30 años se identifica como chino. Lejos de ser reabsorbidos a su patria, la entrega no ha acercado a Hong Kong a China, sino que los ha alejado más.
“Creo que esta generación de hongkoneses está tratando de definir —redefinir— el concepto de lo que es un hongkonés. Somos muy únicos en nuestra cultura, somos un híbrido de Occidente y Oriente”, dijo Ho. “Pero al mismo tiempo nos sentimos muy apegados a los festivales y tradiciones chinas que provienen de las antiguas culturas de la nación”.
En sus primeros días en el negocio del entretenimiento, Ho nunca sintió que encajaba. Aunque había regresado a Hong Kong a los 19 años para seguir una carrera como cantante después de triunfar en los New Talent Singing Awards, un programa de talentos en la televisión de Hong Kong, se aferró a los valores con los que había crecido en Canadá.
“Fue lo que me hizo muy diferente a la mayoría de las otras personas en la industria del entretenimiento de Hong Kong”, dijo. “Esta ciudad siempre ha sido una sociedad muy materialista donde la definición de éxito es muy limitada. Es como decir, okay, ganas tal cantidad de dinero y fama, y luego tienes éxito. Para mí, ese nunca ha sido el caso”.
Aún así, la versión del éxito de Ho ha tenido que evolucionar a medida que su carrera ha sido moldeada por su asociación con la Revolución de los Paraguas. A veces piensa en lo que podría haber ocurrido si nunca se hubiera unido a las protestas, pero “entonces miro a mis amigos, que ahora están perdiendo todas sus libertades y veo lo que realmente apoyan”, explicó. Las personas que la conocen en el mundo del entretenimiento le han pedido que no publique fotos donde aparezcan juntos; que se mantenga alejada de las fotografías por completo, o evitan asistir a sus conciertos por temor a cualquier repercusión de China.
“En estos momentos críticos, mi decisión de apoyar a uno u otro bando es bastante clara y obvia para mí”, dijo. “Porque no creo que realmente pueda ser ese tipo de celebridad que guarda silencio y hace la vista gorda a todo lo que está sucediendo en la sociedad. Simplemente es imposible para mí. Ese sacrificio sería aún mayor de lo que estoy experimentando ahora”.
En la Casa de la Ópera de Sídney, los guardias de seguridad se habían dispersado entre el público para vigilar a la multitud, y mientras Ho y yo estábamos en espera de subir al escenario para nuestra conversación, nos alertaron de la presencia de una salida oculta detrás de las cortinas para que pudiéramos huir si ocurría un altercado.
Cuando encendieron las luces, Ho, quizá como una forma de calmar la tensión, preguntó al público cuántos eran hongkoneses. Un mar de manos se levantó. “Entonces, aquellos que no son de Hong Kong”, dijo, visiblemente relajada, “esta presentación es para ustedes”.
A lo largo de una hora, Ho proporcionó hábilmente una visión general de los acontecimientos actuales en Hong Kong (“una situación sumamente crítica”), mostrando fotos y videos de las protestas. Parecía ansiosa de evitar cualquier tensión que pudiera surgir entre los asistentes de la China continental y los hongkoneses, y le dijo a un ciudadano de la parte continental: “Quiero destacar el hecho de que en realidad no tengo nada en contra de los residentes continentales: tengo muchos amigos en el continente”.
Pero cuando mostró un video de los manifestantes realizando una de sus acrobacias más audaces hasta el momento, una cadena humana de 48 kilómetros que cruzó las calles y las colinas de Hong Kong, su comportamiento cambió. “Solo han pasado dos meses y medio, y mucho ha cambiado”, dijo, con la voz entrecortada. Se disculpó y tomó un momento para tranquilizarse.
“Ga yau“, gritó alguien de la audiencia de manera alentadora. La frase cantonesa se traduce literalmente como “agrega aceite” y significa seguir adelante. Las lágrimas de Ho parecían haber desbloqueado algo en la multitud, una liberación emocional parecida a una exhalación.
Cuando concluyó su charla, la gente se puso de pie, y a modo de llamada y respuesta entonaron un grito que resonó en todo el auditorio: “¡Liberen Hong Kong!”, “¡la revolución de nuestros tiempos!”. Ho hizo una reverencia, realmente conmovida.
Cuatro días después de la presentación de Ho en el Antidote Festival, los manifestantes lograron su primera victoria sustancial: Carrie Lam retiró formalmente el proyecto de ley de extradición el 4 de septiembre. Pero no fue suficiente para calmar los disturbios; miles desafiaron la prohibición de la policía de asistir a una marcha menos de dos semanas después. Ho estaba en Taiwán en ese momento, pero les envió buenos deseos desde su cuenta de Twitter. “Ahora es la 15ª semana del histórico verano de disidencia de Hong Kong”, aclaró. Aún no había un final a la vista, pero la cantante, que en el pasado se había sentido tan fuera de lugar, finalmente encontró su hogar y su voz.