Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
Una mañana de invierno en 2007, un estudiante de medicina corrió hacia la sala de espera del Hospital de la Universidad de Miami. Un hombre se había desmayado.
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Antes de que sonara la alarma, los dos hombres no se conocían. Segundos después, Joel Salinas, de 24 años, y el hombre que estaba sufriendo un paro cardiaco se relacionaron, no solo por la responsabilidad médica de Salinas para intentar salvarlo, sino por una increíble casualidad cerebral que le permitió experimentar exactamente la misma sensación que estaba sintiendo el hombre. Salinas tiene una condición llamada sinestesia tacto-espejo, esto significa que cuando ve que otra persona está sintiendo algo, él también lo siente.
“Sentía mi espalda recostada firmemente contra el piso, mi cuerpo flácido cedía bajo cada compresión, mi pecho se hinchaba con cada respiración artificial que bombeaban a través de un tubo, una sensación de vacío”, escribió en su autobiografía Mirror Touch, publicada en 2017. “Sentí que estaba muriendo, pero no era así”.
Después de una oleada de médicos y enfermeras que pasaron 30 minutos tratando de reanimarlo, el paciente fue declarado muerto. Salinas se quedó mirando el cuerpo. “Yacía allí con él, muerto”, escribió. “No sentía mi cuerpo, no podía moverme ni respirar, sentía que no tenía pulso, lo único que sentía era un vacío ensordecedor”.
“Fue un momento traumático para mí”, me dijo cuando nos reunimos el noviembre pasado en el vestíbulo de un hotel en el centro de Boston, cerca del Hospital General de Massachusetts, donde ahora es neurólogo. “Cuando volví en sí, estaba muy enojado. Comencé a decirme que si iba a ser el mejor médico, necesitaba resolver este problema. No podía ser tan inestable con los pacientes”.
Ahora con 34 años, Salinas controla mejor su condición de poder sentir las sensaciones de otras personas. Desde que se publicó su libro, ha sido objeto de varios artículos que promocionan su sinestesia tacto-espejo como la razón por la que es un excelente médico, en lugar de ser un obstáculo para su trabajo. Como lo dijo un reportero: “Debido a su condición, atiende de cerca a sus pacientes, lo que provoca una empatía natural”.
La condición de Salinas puede sonar como salida de una novela de ciencia ficción, pero hay una explicación neurológica que es muy de este mundo: el tacto-espejo puede ser una forma exagerada de un proceso que todos nuestros cerebros tienen: la capacidad de reflejar o simular de alguna manera, lo que otros están haciendo y sintiendo.
Para la mayoría de nosotros, este reflejo ocurre debajo de la superficie de nuestra conciencia; el cerebro de Salinas parece sumergirse en esas profundidades con regularidad. Reflejarse puede ser una parte integral de cómo todos los humanos experimentan la empatía, y estudiar los sinestésicos de tacto-espejo como Salinas podría ofrecer a los científicos una mirada rara sobre cómo funciona ese impulso emocional tan importante en nuestros cerebros.
La empatía puede parecer el referente para nuestra humanidad: el proceso mental impulsor de las buenas acciones, una necesidad para construir relaciones sólidas. Sin embargo, la empatía es un recurso limitado en nuestro entorno político y cultural actual. A muchas personas se les dificulta y no comprenden las perspectivas de aquellos cuyas circunstancias difieren de las suyas. La búsqueda de mecanismos biológicos de la empatía sirve como un recordatorio: somos capaces de imaginar cómo es ser otra persona. De hecho, nuestro instinto podría ser el encargado de eso.
Un viernes lluvioso por la tarde, mientras Salinas caminaba junto a los pacientes, vio a un hombre con un dolor de estómago muy fuerte, lo que hizo que él mismo se sintiera mal del estómago, y otro que estaba dormido con una cubeta cerca de su cara, le empezó a causar náuseas. Normalmente, trabaja en el piso de neurología, y cuando entra a una habitación con una persona que ha sufrido un derrame cerebral –que no puede mover el brazo, la pierna o el lado derecho de la cara– un lado de su cuerpo también se siente sin fuerza inmediatamente.
Observé cómo Salinas realizaba un examen neurológico en una paciente que había sido reingresada en el hospital por una mala reacción a los medicamentos después de una cirugía cerebral. Tenía un estilo impecable con un traje gris oscuro y una camisa lila abajo. Su cabello estaba peinado hacia atrás con delicadeza, revelando una cara amigable aún joven: si no lo conocieras, podrías confundirlo con un practicante muy bien vestido.
Salinas le dijo a su paciente que moviera sus brazos y piernas de cierta manera, y revisó sus reflejos. Su mano se movió. “¿Suele tener reflejos bastante enérgicos?”, le preguntó.
“No estoy segura”, dijo.
Continuó con el examen. Le dijo que sus reflejos parecían un poco nerviosos y ella dijo que la medicación también le causaba algunos calambres musculares.
“Creo que todavía puede haber algún efecto residual de la medicación”, dijo. “En esta mano izquierda todavía es un poco más alta, un poco más nerviosa, en comparación con la derecha, lo que tiene sentido en términos de su cirugía”.
Satisfecho, siguió adelante. Luego me dijo que podía sentir el cambio de reflejo entre su lado derecho e izquierdo en sus manos, lo que ayudó a alertarlo de la diferencia. Dado el resto de su diagnóstico, no estaba preocupado. El tacto-espejo también ayuda a Salinas a captar sutilezas cuando está enseñando. Si un practicante presenta un caso y él siente un temblor en la mano, sabe que podría estar nervioso o dudoso, y mejor los deja para después.
En la última década, ha habido un movimiento para incorporar más empatía en la enseñanza médica, para capacitar doctores que traten de entender por lo que están pasando sus pacientes y expresar eso mientras brindan atención. “El componente empático en la medicina es lo que hace que un médico sea especial”, escribió un estudiante de medicina en 2007 en el American Medical Association Journal of Ethics. Sin esto, los médicos serían simplemente “computadoras altamente capacitadas”.
La conexión humana que tiene Salinas con quienes lo rodean es casi palpable. Sabe escuchar muy bien, hace contacto visual constantemente y da una fuerte impresión de que le importa lo que dices. Tenía curiosidad de saber –como casi todos los que leen su libro– si todo lo que sentía durante nuestra conversación, él también lo sentía. Me volví consciente de las veces que tocaba mi cara, o apoyaba la barbilla en mi mano, sabiendo que él estaría reflejando esas sensaciones.
“El reflejo automático de mi cerebro es tratar de recrear la experiencia de otra persona basada en mis experiencias pasadas y en el contexto, lo mejor que pueda”, dijo. Está claro que Salinas es un doctor muy empático, y sin embargo, la conexión exacta entre este reflejo automático que tiene y la emoción compleja de la empatía aún está en debate. Cuando se descubrió por primera vez que el cerebro podía imitar, se pensaba que esa era la explicación de la manera en cómo nos relacionamos entre nosotros. Pero podemos encontrar que la empatía es mucho más que solo reflejar el sentimiento de alguien.
La empatía se mencionó por primera vez en un artículo en 1967, cuando el neurocientífico Paul MacLean lo llamó “la capacidad de identificar los propios sentimientos y necesidades en los de otra persona”. Instó a los científicos a estudiarla, y escribió que la empatía sería “un tema de importancia crítica para resolver los problemas apremiantes de la era moderna, incluyendo la insensibilidad y las agresiones interpersonales”.
Aproximadamente, 20 años después, se descubrieron las neuronas espejo en el cerebro de los macacos. Los científicos se sorprendieron al descubrir que las mismas neuronas que estaban activas cuando un mono hacía algo, también se activaban en los experimentadores cuando hacían lo mismo. El descubrimiento presentó la posibilidad de que nuestros cerebros mapean las experiencias de otros en el nuestro. Los científicos pensaron que habían resuelto el problema de cómo funciona la empatía.
Al neurocientífico VS Ramachandran –conocido por sus libros sobre casos de estudio neurológicos y por su trabajo con el síndrome del miembro fantasma– se le atribuye, en gran medida, la visibilización de las neuronas espejo en la industria. En un artículo de 2000, escribió que las neuronas espejo “harían para la psicología lo que el ADN hacía para la biología”. Hay un vínculo directo entre la empatía, el deseo de entenderse e imitarse mutuamente, y el desarrollo del lenguaje y la cultura, escribió. El lenguaje y la cultura son características distintivas de lo que separa a los humanos de los animales. Las neuronas espejo, por lo tanto, eran fundamentales para nuestra humanidad.
Un año después de ese artículo, “el uso de la frase neuronas espejo se duplicó, y durante la siguiente década, las neuronas espejo capturaron la imaginación del público, afirmando ofrecer una visión de todo, desde empatizar con pacientes que van a terapia hasta la diplomacia internacional, cómo aprenden música los niños y cómo la gente aprecia el arte“, escribió JohnMark Taylor, estudiante graduado de psicología de Harvard, en una publicación del blog sobre el tema.
Sin embargo, el hecho de que todos tengamos la capacidad de imitar las acciones y los sentimientos de los demás, no necesariamente significa que las neuronas espejo sean la esencia de lo que significa ser humano. Desde el descubrimiento de las neuronas espejo, la medida en que se explican esos rasgos complicados como la empatía y el altruismo ha sido cuestionada, y las teorías de que los sistemas espejo defectuosos fueron una fuerza impulsora detrás de condiciones como el autismo no se han desarrollado. Desde entonces, ha habido una reducción en las afirmaciones de un vínculo directo entre las neuronas espejo y la empatía, pero este proceso cognitivo ha continuado atrayendo la curiosidad de los científicos. Si nuestros cerebros lo hacen, debe tener algún propósito.
En 2005, investigadores de la University College London informaron sobre una nueva forma de sinestesia en la que la “percepción visual del tacto provoca experiencias táctiles conscientes en el perceptor”. Fue el primer caso documentado de tacto-espejo; ahora se estima que el 1,6 por ciento de la población tiene la condición.
El sujeto, llamado C, era una mujer por lo demás sana. Cuando los investigadores observaron el cerebro de C utilizando la resonancia magnética (FMRI), encontraron que las activaciones de su sistema espejo eran mayores que las de las personas sin tacto-espejo. “Los resultados sugieren que, en C, el sistema espejo para el tacto es hiperactivo, por encima del umbral para la percepción táctil consciente”, escribieron los autores.
Apenas unos años después, en 2009, Salinas se presentó en el laboratorio de Ramachandran en San Diego. Se había inscrito para ser estudiado como sinestésico por sus asociaciones de por vida entre colores y números. También había sentido físicamente las sensaciones de los demás desde la infancia, pero no había considerado que fuera tan especial. Pero Ramachandran sabía cuán única era la condición de Salinas.
“Hizo la asombrosa observación de que cuando veía que tocaban a alguien, él sentía la sensación en su propia mano, o donde los tocaran”, dijo Ramachandran.
Ramachandran sabía que era probable que el sistema espejo de Salinas fuera algo diferente del de otras personas, y que su participación representaba una oportunidad para hacer preguntas sobre el papel causal del sistema espejo y la empatía.
“Lo que pasa con la empatía es que está relacionada con muchos conceptos”, dijo el neurocientífico de la UCL Michael Banissy. Banissy es uno de los investigadores líderes sobre esta condición en la actualidad, ya que ha estudiado a más de 30 personas que lo tienen, incluido Salinas. “Está relacionada con la simpatía, con la compasión, pero todos son ligeramente diferentes a la empatía porque la empatía simplemente es compartir la experiencia. Entonces todas estas cosas surgen a partir de ella”.
Banissy cree que las consecuencias de que nosotros tengamos neuronas espejo son importantes, pero se han simplificado demasiado. Ahora sabemos que, en lugar de tener “neuronas” espejo específicas que imitan el comportamiento, dijo, los humanos tienen sistemas cerebrales completos que tienen propiedades de reflejo, o que se activan tanto cuando nos tocan como cuando vemos que tocan a otras personas. La diferencia entre un puñado de neuronas y un sistema es que es un proceso más grande y dinámico.
Si ves que alguien es tocado por otra personas, las partes de tu cerebro que se activarán serán similares a las que se activan cuando alguien te toca a ti. Las imágenes cerebrales con resonancias magnéticas han demostrado que los sinestésicos de tacto-espejo activan en exceso esta red, pero esa es solo una explicación potencial de por qué sienten el contacto de los demás.
En la investigación de imágenes estructurales –que analiza la forma de las áreas del cerebro en lugar de la función– las personas con sinestesia tacto-espejo muestran diferencias en áreas como la unión temporoparietal (TPJ, por sus siglas en inglés). Esta área, dijo Banissy, está involucrada en muchas cosas, por ejemplo, está asociada con el control de las representaciones de uno mismo en los demás, o la capacidad de diferenciar entre tu propio ser, y el de los demás.
“[Los sinestésicos tacto-espejo] tienen una dificultad general para inhibir a otras personas y tienden a tratar el cuerpo de otras personas como si fuera propio”, dijo Banissy. “Es lo que podríamos llamar una ‘confusión’ entre el propio ser y el de los demás. Tienen una mayor tendencia a incorporar representaciones de otros en representaciones de sí mismos”.
Cuando Abigail Marsh, profesora de neurociencia y psicología en Georgetown, tenía 19 años, se dirigía a su casa a altas horas de la noche y un perro corrió hacia la carretera. Se desvió para evitar atropellarlo, giró hacia la autopista y se quedó atrapada en el carril rápido sin teléfono. Desde la oscuridad, apareció un hombre que, “en una fracción de segundo después de verme parada allí, se estacionó al otro lado de la carretera y cruzó corriendo los cinco carriles de la autopista en la oscuridad, para llegar a mí”, dijo.
La ayudó a ponerse a salvo, prendió su coche y luego dijo: “Cuídate”, y se alejó. Marsh se sorprendió de que alguien pudiera ser tan amable, arriesgándose a que lo atropellaran. “La realidad de que hay personas que arriesgan su vida para salvar a extraños es alucinante”, dijo. Desde entonces, ha dedicado su trabajo a la empatía y al altruismo, ambas cualidades que se cree que surgen de una línea borrosa entre el yo y el otro.
Marsh estudia grupos de personas que muestran niveles inusualmente altos de altruismo, como aquellos que donan sus órganos a extraños. En varios estudios, descubrió que cuando estos donantes de órganos observaban a alguien más sentir dolor, tenían niveles de actividad similares en las regiones del cerebro asociados con el dolor, como cuando ellos mismos sentían el dolor.
También dijo que cuando los científicos comenzaron a observar redes cerebrales mucho más grandes, encontraron algo más que el reflejo. Ahora, muchos neurocientíficos piensan que el cerebro es básicamente un órgano predictivo: está tratando de encontrar patrones en el mundo exterior para mantenerse justo delante de lo que realmente se está desarrollando en tiempo real. Cuando interactuamos con otras personas, nuestros cerebros podrían estar intentando representar lo que sucede la mente de los demás y crear un modelo por nuestra cuenta.
La investigación de Marsh ha analizado la medida en que las personas pueden representar las emociones de otros, como el miedo. La incapacidad para hacerlo podría ser un rasgo que conduce a la psicopatía. “Las personas que son psicópatas tienen muchas dificultades para representar internamente el sentimiento de temor de otras personas, y la razón es que tienen dificultades para experimentar el miedo”, dijo. “Entonces, tampoco son capaces de crear un buen modelo interno de cómo se ve el miedo de otra persona. Es similar al proceso de creación del reflejo. Es usar tus propias experiencias en torno a ese estado para tratar de entender el estado de otra persona”.
En su trabajo con los altruistas, Marsh descubrió que son mejores para representar el miedo de otras personas. Son mejores para reconocer cuando otras personas tienen miedo, y las áreas en sus cerebros asociadas con el miedo reaccionan con más fuerza cuando ven a otras personas con miedo. Esto es ligeramente diferente del proceso tacto-espejo, pero Marsh piensa que es una especie de reflejo. “No sabemos exactamente cómo funciona, pero parece que se está produciendo una simulación interna”, dijo.
El reflejo por sí solo no conduce a la empatía. Tenemos que elegir creer que los sentimientos de otra persona son importantes.
Otra investigación ha demostrado que cuando las personas interactúan entre sí, especialmente con alguien que les gusta, su actividad cerebral comienza a sincronizarse. “[Esto] sugiere que están modelando los estados internos de cada uno, o que sus patrones de actividad cerebral se están volviendo más similares durante la interacción”, dijo Marsh. “El resultado de esa interacción está relacionado de alguna manera con una buena relación. Cuando la gente dice cosas como ‘estamos en el mismo canal’, es literalmente cierto”.
A medida que aprendemos más sobre las construcciones biológicas de la emoción humana, resulta que puede haber muchas maneras de lograr empatía. Nuestros cerebros pueden tener más de una ruta para tratar de adivinar y luego simular lo que sucede en la mente de otro. Sin embargo, Marsh piensa que si bien todas estas formas de simulación son importantes, no debemos prescribir la empatía como la única cura para todos nuestros problemas sociales. Ella cree que es una herramienta social importante, pero no la única.
Marsh no ha conocido a Salinas, pero dijo que el hecho de que automáticamente sienta el dolor de los demás no es necesariamente la razón por la que es una persona cariñosa. La empatía y el cuidado, aunque están relacionados, no son lo mismo. “Puedes empatizar con el estado interno de otra persona, pero eso no significa necesariamente que te preocupes por su estado interno”, dijo. “La necesidad de preocuparse por el dolor o el sufrimiento de alguien parece ser una especie de efecto descendente de la empatía”.
Tal vez esa es la razón por la que Salinas decidió convertirse en doctor y es empático, pero también tuvo que decidir preocuparse, y decidir dedicarse a cuidar de los demás. Incluso sin la condición de tacto-espejo, dijo Marsh, las personas altamente empáticas como Salinas recurren a sentimientos de compasión por los demás.
Es decir, el hecho de reflejarse en otra persona, por sí solo, no conduce a la empatía. Tenemos que elegir creer que los sentimientos de otra persona son importantes. En el caso de Salinas, a veces tiene que reducir su empatía para no sentirse tan abrumado por no poder actuar adecuadamente; es posible que el resto de nosotros tengamos que aprovecharla de manera más consciente. Es posible que no experimentemos la condición tacto-espejo, pero el valor predeterminado de nuestro cerebro es intentar entendernos mutuamente.
Muchas veces, la gente quiere encontrarle el lado místico a esta condición, dijo Salinas, sentado en su oficina a unos 15 minutos caminando del hospital. Entre sus libros, hay volúmenes sobre la neurobiología de la sinestesia, literatura a la que recurrió Salinas para aprender sobre sí mismo.
Como también tiene una sinestesia “regular”, sus otros sentidos también se mezclan: colores y letras y números, personas y números, colores y olores. Cuando las personas escuchan que él puede sentir los sentimientos de los demás, y ver colores y números a su alrededor, piensan que puede leer la mente o el aura, y le piden que les diga de qué “color” son, como un truco de magia. “La gente quiere creer que esto es algo psíquico”, dijo.
Admito que después de leer la autobiografía de Salinas, quería que me “leyera”. Quería saber de qué color soy o qué número soy, qué fue lo que pasó por su mente cuando me vio. Yo también sentí el deseo de que hiciera su magia, por mi propio sentido de curiosidad egoísta. Ese impulso me hizo pensar en cómo la empatía no siempre genera empatía a cambio. La gente a veces se aprovecha de él, dijo, aunque inconscientemente. Se abren a él, le cuentan sus secretos, esperan que sirva como una especie de terapeuta.
Salinas ha tenido problemas con sus relaciones personales. Es fácil para él perderse en una pareja y envolverse en sus emociones en lugar de las suyas. Se casó a los 30 años, se divorció tres años después y dijo que con su exesposo, los límites emocionales se volvieron demasiado confusos. Sentía como si su propia mente incluyera la de su compañero. Cuando se divorciaron, sintió como si le amputaran una parte de su propio cuerpo.
Después de su divorcio, Salinas se dio un año de no salir con nadie. Ahora, cuando tiene una cita, la gente siente una fuerte conexión con él de inmediato. “Sé que suena raro y arrogante, pero cuando digo eso, viene desde un punto de vista neurobiológico”, dijo riéndose. “Imagínate hablar con alguien que sabe escuchar, que es muy empático y está en el mismo canal que tú en muchas cosas”.
Podría convertirse en un loop de personalidad. Si alguien comienza a sentir atracción por él, Salinas podría empezar a reflejarlo, incluso si no siente lo mismo, y podría convertirse en una bola de nieve. Si alguien pasó por algo traumático hace poco, es fácil que lo arrastren a esa emoción y que construya un vínculo basado en las sensaciones que está reflejando.
Ahora tiene trucos para no perderse en lo que otra persona está sintiendo. Se enfoca en su propio cuerpo y experiencia, o deja de mirarlos físicamente. También hace esto cuando interactúa con los pacientes. Puede ser aislado y, a veces, desea poder hablar sobre su condición con mayor frecuencia, no tanto sobre lo que siente sino sobre los colores y las formas que ve con regularidad. Pero no hay muchos que entiendan.
Vive cerca de una tienda de dulces, y a veces, cuando pasa por allí, se encuentra con un maravilloso aroma dulce y los colores sinestéticos que lo acompañan. “Pienso, ‘wow, qué colores tan hermosos”, explicó. “‘Voy a tomarles una foto y publicarla en mi Instagram y luego digo, ‘Ah, no, así no funciona el olfato’”. También a veces hace comentarios de que un color es demasiado fuerte o le pregunta a alguien más a qué huele un color en particular.
Salinas está empezando su carrera en medicina y de investigación, y aún no está seguro de si quiere centrar su investigación en la condición tacto-espejo y la sinestesia, aunque sí quiere seguir siendo un tema de estudio siempre y cuando su cerebro pueda ser útil.
También quiere entender cómo las relaciones sociales influyen en la salud en general y desarrollar herramientas que puedan medir esos efectos. Hay estudios que buscan patrones dentro de las redes sociales que han encontrado que si eres obeso, es más probable que tus amigos y los amigos de tus amigos sean obesos. Lo mismo ocurre con la felicidad. Quiere ver cómo las relaciones sociales afectan el volumen cerebral y los riesgos de desarrollar deterioro cognitivo o Alzheimer. Esto, en esencia, también se trata de la capacidad de los sentimientos, hábitos y sensaciones de una persona para reflejarse de alguna manera en otra.
Muchos se sorprenden de que Salinas haya elegido una vida en la que sea tan vulnerable al dolor de los demás. Pero no se arrepiente en absoluto de su elección. Desde que se dio cuenta de que podía sentir lo mismo que sentían los demás, lo toma con calma. Pero admitió que, a veces, hace un esfuerzo para disfrutar de los beneficios de su condición, sin el dolor. Hace poco, comenzó a hacer comedia por diversión, donde, por coincidencia, la imitación es un concepto que te enseñan. “Si entran en escena y no saben qué hacer, simplemente empiecen a imitarse el uno al otro”, dijo.
Y estar cerca de la risa se siente bien, muy bien. “La risa de la gente es como ver flores iridiscentes”, dijo. “Flores girando encima de sus cabezas, esparciéndose por todo el lugar. Se siente muy bien. Me encanta”.