Logré tener un orgasmo hasta que dejé el trabajo sexual

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Artículo publicado originalmente por VICE Nueva Zelanda.

Tenía 18 años cuando empecé el trabajo sexual. No era virgen, y la mayoría de mis experiencias sexuales anteriores no habían sido lo mejor. Me dejaba manipular y para mí siempre era difícil decir no. Siempre ponía los sentimientos y las necesidades de otras personas antes que los míos, y yo era la que perdía.

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Durante mis primeras noches de trabajo pensé “¿qué diablos estoy haciendo?”, pero una vez que llegó el pago, se me olvidó. Aunque en retrospectiva, no ganaba tanto, yo estaba segura de que ganaba muchísimo más que mis amigas. Era fácil verlo como simplemente un trabajo, por mis relaciones anteriores y por el hecho de poner a otras personas antes que yo.

No me iba tan bien porque no me esforzaba mucho en hablar con la gente, ya que soy tímida por naturaleza, pero para mí así estaba bien. Sin embargo, era como un callejón sin salida: si no conseguía clientes me ponía feliz, pero tampoco me gustaba el hecho de no recibir dinero.

Me resulta difícil creer que trabajé de eso, pero al mismo tiempo no puedo imaginar cómo sería la vida si no lo hubiera hecho. Es gran parte de mi pasado y ha influido en la persona que soy ahora.

Todo ese tiempo vi el sexo como una acción que tenía que hacer. Nunca tuve un orgasmo mientras hacía ese trabajo y me llevó unos años –después de dejar ese trabajo– aprender a disfrutar del sexo. Supongo que la razón por la que me resultó fácil hacerlo fue porque no esperaba disfrutar del sexo.

Me tomó aproximadamente un año de estar con mi ahora ex, bajar la guardia lo suficiente como para relajarme y tener mi primer orgasmo con una pareja. Mi reacción automática era desconectarme durante el sexo, fue difícil volver a sentir mi cuerpo y verlo como algo divertido y no solo como una tarea. Sigo teniendo problemas con esto, pero mi pareja actual me ha ayudado mucho a cambiar mi forma de pensar.

Nueve años después, mi cuerpo todavía reacciona de forma automática al ver el sexo como un deber. Esto me impide ser yo la que propicie las cosas con mi pareja porque no pienso que sea algo divertido. Tengo que concentrarme y convencerme a mí misma de que puede ser divertido.

Al principio, cuando le dije a mi pareja que antes era escort, no lo tomó bien, pero después trabajamos en eso y ahora nos ha hecho más cercanos. Ahora entiende por qué soy como soy. No es que nunca tengamos relaciones sexuales –en realidad lo hacemos con bastante frecuencia– simplemente estoy aprendiendo a comprender mi sexualidad y a volver a entrenarme a mí misma para que sea una experiencia placentera y para satisfacer mis necesidades.