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Esta pareja tuvo sexo en una máquina de resonancia magnética para la ciencia

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Artículo publicado originalmente por VICE Australia.

Ida Sabelis recuerda sentirse emocionada y nerviosa, pero no particularmente excitada. Era un sábado por la mañana y había viajado con su novio desde Ámsterdam a una ciudad llamada Groningen, en el extremo norte y pantanoso de los Países Bajos. Ahí, mientras mantenía una conversación casual en el laboratorio de resonancia magnética de un hospital con tres científicos varones, tuvo un pensamiento repentino.

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“Me di cuenta de que era la única mujer en la habitación”, recuerda, con una punzada de exasperación. “Pensé, por supuesto, ¡soy la única mujer en un estudio sobre los cuerpos de las mujeres!“.

Ida había aceptado participar en el proyecto en parte como un favor, pero principalmente porque era una apasionada antropóloga que había pasado su juventud luchando por los derechos de las mujeres. Aunque el balance asimétrico de género de la habitación le molestó, también la hizo entrar en acción, así que le dio una palmada en la espalda a su novio. “Entonces”, anunció, “¿vamos a proceder a hacerlo?”.

Los tres científicos comenzaron a prepararse, junto con su novio Jupp, quien se apresuró a ir al baño a orinar. Uno de los científicos retiró la bandeja de acero retráctil de la máquina de resonancia magnética, luego Ida y Jupp se desnudaron y treparon desnudos al aparato. Originalmente, se suponía que Jupp se colocaría encima de Ida, al estilo misionero, pero Ida rechazó la idea. “Es una posición que para mí casi no produce excitación”, explicó. “De todos modos, Jupp habría sido demasiado pesado en ese pequeño tubo”. Entonces eligieron la posición de cuchara, con el trasero pegado a la entrepierna.

Los tres investigadores se dirigieron a la cabina de operación de la máquina para mirar a través de una gruesa placa de vidrio. “¿Puedes oírnos?”, preguntó uno de ellos a través de un intercomunicador conectado a la máquina de resonancia magnética. “Sí”, fue la respuesta de Ida, seguida de una risita de Jupp. “Lista cuando ustedes lo estén”.

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Actualmente Ida es profesora de Antropología Organizacional en la Universidad de Vrije, en Ámsterdam. Todas las fotos por el autor.

Un año antes, en el otoño de 1991, Ida recibió una llamada telefónica de la pareja de su mejor amiga, un tipo llamado Menko Victor Pek van Andel. Ida y Pek siempre se habían llevado bien, pero Ida consideraba a Pek un tanto excéntrico, así que atendió la llamada un tanto sorprendida.

Por teléfono, Pek explicó que tenía una idea para una obra de arte corporal muy especial y original. Es decir, quería crear una imagen del tracto reproductivo femenino durante el coito, utilizando una máquina de resonancia magnética. Al igual que los rayos X, estas máquinas permiten a los médicos observar el interior del cuerpo humano sin cirugía, pero nadie, según Pek, las había usado para ver el interior del cuerpo femenino durante el sexo. “¡Nunca se ha hecho!”, repitió en el teléfono. “¡Nunca!”.

Ida era escéptica pero estaba intrigada. Si bien Pek era un excéntrico, también tenía un título en investigación médica y había inventado una córnea artificial. Tenía las conexiones adecuadas para obtener una máquina de resonancia magnética, pero lo más importante, la seriedad académica para garantizar que el proyecto no se convirtiera en pornografía. Entonces, tras un poco de consideración y una larga conversación con Jupp, Ida accedió a hacerlo.

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Pek afuera de su casa de campo cerca de Groningen.

Pek estaba en lo cierto cuando dijo que nadie había usado una resonancia magnética para examinar los órganos sexuales internos femeninos, pero otros ciertamente habían intentado usar su imaginación. El primer ejemplo más famoso fue Leonardo da Vinci, quien en algún momento entre 1492 y 1494 dibujó una ilustración de un hombre empujando su erección dentro de una vagina semitransparente. El cuerpo y la cara de la mujer no aparecen en el dibujo, solo su tracto reproductivo.

Este boceto fue creado hace unos 500 años, pero desde entonces hemos mantenido su forma básica. Casi todos los diagramas que se encuentran en las cajas de tampones y los libros de sexo muestran la vagina como un túnel recto. Los penes no son forzados a doblarse en las esquinas, ni a amoldarse a la forma femenina de ninguna manera. Simplemente entran y salen directamente, como da Vinci había asumido. Pero nadie había verificado su boceto con una resonancia magnética, por lo que nadie sabía si Da Vinci estaba en lo correcto.

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Pek sostiene una copia del boceto de Leonardo da Vinci de la década de 1490.

De vuelta en el laboratorio, los cuerpos de Ida y Jupp estaban completamente envueltos por el escáner de resonancia magnética y solo sus pies sobresalían. Comprensiblemente, Jupp estaba preocupado de no tener una erección, pero al cerciorarse con su brazo, Ida se dio cuenta de que eso no era un problema. Luego se contorsionaron hasta alcanzar la posición y, como describe Ida, “comenzó a hacer un calor agradable en el tubo y realmente logramos disfrutarnos de una manera familiar”.

De vez en cuando, una instrucción sonaba por el intercomunicador y ambos se echaban a reír. “La erección es totalmente visible, incluida la raíz”, decía alguien desde la sala de control. “Mantén esa pose”. Y luego, tratando de no reírse, Jupp e Ida trataban de quedarse completamente inmóviles, Jupp dentro de Ida, mientras la máquina de resonancia magnética resonaba a su alrededor.

No entraremos en una descripción completa del funcionamiento de una máquina de resonancia magnética. Basta decir que son esencialmente grandes cajas de plástico llenas de bobinas de metal. La apertura de la máquina desciende por el eje central de las bobinas, que están magnetizadas espasmódicamente con una corriente eléctrica, haciendo que las bobinas tiemblen y se golpeen, lo que probablemente lo convierte en el equipo médico más ruidoso que existe. Ida y Jupp tuvieron sexo en medio de todo ese bullicio, haciendo pausas para realizar alguna pose, mientras Jupp intentaba mantener su erección, hasta que finalmente, después de unos 45 minutos, les dijeron que “terminaran”. Y lo hicieron.

Luego fueron retirados de la máquina, desnudos y sudorosos “como bollos recién salidos de un horno”. Ida y Jupp se vistieron y se apresuraron a la sala de control para ver las imágenes que habían creado.

“Cuando las vi, pensé: así es como encajamos”, dice Ida. “¡Eran hermosas! Pude ver mi matriz y luego estaba Jupp en un lugar que conocía por mi propia sensación, justo debajo del cuello uterino. Había características muy claras de nuestras entrañas, incluida la frontera entre nuestros dos vientres. Había tantos detalles que me quedé sin palabras”.

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La resonancia magnética. A la izquierda, la imagen no está etiquetada, y a la derecha se resaltaron y etiquetaron las diferentes partes del cuerpo. El pene está marcado con una “P”, los testículos con “Sc”. El útero de Ida está marcado con una “U” mientras que su vejiga con una “B”.

Una persona en la sala que no se quedó sin palabras fue Pek van Andel. Al mirar la imagen, vio de inmediato que el pene de Jupp había sido forzado a adquirir una forma curva, como de boomerang. Desde el interior del propio cuerpo de Jupp, el pene asumió un ángulo de aproximadamente 120 grados, que era algo que Leonardo da Vinci nunca había dibujado. Pek supo en ese momento que habían logrado algo más significativo que un proyecto artístico; habían reescrito cerca de 500 años de suposiciones anatómicas.

Sin embargo, tanto Ida como Pek se enfrentaron de inmediato a la indignación pública. Pek envió por correo las imágenes y hallazgos preliminares a Nature, con Ida como coautora, pero fueron rechazados sin explicación. Posteriormente, los tabloides holandeses cubrieron la historia e implicaron que personas enfermas e indefensas habían sido obligadas a poner en espera sus escaneos —que potencialmente podrían salvarles la vida— mientras Pek malgastaba el equipo de resonancia magnética en algo frívolo. Esto era falso, ya que habían usado el laboratorio fuera del horario regular, pero en cualquier caso, el hospital les retiró el apoyo, lo que a su vez le negó a Pek la oportunidad de replicar el experimento. Esto significaba que era imposible realizar un estudio científico más completo.

“Fue completamente decepcionante”, dice Pek. “Habíamos encontrado un área de investigación inexplorada, y nadie quería dejarnos terminar el trabajo porque tenían miedo de cómo luciría en su currículum”.

Sin embargo, Pek no fue disuadido. Después de decidir que era necesario un estudio exhaustivo con múltiples parejas, pasó los siguientes meses presionando a la gerencia del Hospital Groningen hasta que tanto el jefe del área de medicina para mujeres, así como el jefe de radiología, dieron luz verde a la idea, siempre y cuando el experimento fuera completado en secreto y nadie publicara nada. Pek estuvo de acuerdo, suponiendo que sortearía el obstáculo de la “publicación” una vez que llegara a ese punto.

Entre 1991 y 1999, ocho parejas y tres mujeres solteras tuvieron sexo en la máquina de resonancia magnética del hospital un total de 13 veces. Estos experimentos posteriores se realizaron en la posición misionera, utilizando voluntarios mayores de 18 años a quienes se les dijo que podían renunciar en cualquier momento. Nadie lo hizo, pero como señala Ida, ninguno de los hombres pudo completar la prueba sin viagra.

“Fuimos la única pareja que logró hacerlo sin viagra”, dice con orgullo. “Para mí, el experimento también fue un testimonio de mi felicidad y la de Jupp. Creo que es algo que el estudio ignoró: cuán conectada debe estar una pareja para tener sexo en ese tipo de condiciones”.

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Pek muestra su creación en un campo afuera de su casa

Finalmente, después de ocho años y tres presentaciones fallidas, el British Medical Journal publicó su artículo en la desfavorable fecha del 24 de diciembre de 1999. El artículo se tituló Resonancia magnética de genitales masculinos y femeninos durante el coito y la excitación sexual femenina, y hasta el día de hoy Ida y Pek dicen que es el trabajo científico por el cual ambos han recibido la mayor cantidad de citas.

“Probablemente se convertirá en mi legado”, admite Ida, quien ahora es profesora de Antropología Organizacional en la Universidad de Vrije, en Ámsterdam. “Pero tengo suerte. No puedes elegir tu legado y algunas personas no lo tienen en absoluto”.

Además de sus observaciones sobre los penes doblados, el documento descubrió algo más que fue realmente inesperado: el efecto que el sexo tiene en la vejiga femenina. Como pueden atestiguar muchas mujeres, hay algo en el sexo vaginal que hace que la vejiga se llene rápidamente, como se observó en cada participante femenina en el transcurso de los 13 experimentos. Hasta el día de hoy los científicos aún no están seguros de por qué.

“En cada escaneo pudimos ver una vejiga grande y llena, a pesar de que la mayoría de las mujeres fueron al baño antes de entrar a la máquina de resonancia magnética”, explica Pek con asombro cómico. “Creemos que podría ser la forma de la evolución de forzar a las mujeres a orinar después del sexo. Quizás nuestros antepasados desarrollaron esta función para evitar infecciones del tracto urinario, pero es solo una hipótesis”.

Actualmente, Pek está jubilado y vive con su pareja en una granja en la campiña holandesa. Dice que está orgulloso del estudio, aunque haya revelado una especie de cobardía inherente al estudio científico. Describe cómo, después de que el estudio de 1999 fuera alabado por la revista Science, quienes previamente se habían distanciado de repente le pidieron crédito.

“Las personas que habían tratado activamente de clausurarnos más tarde estaban proporcionando citas a la prensa, o mencionaban su participación en su currículum”, dice Pek, sacudiendo la cabeza. “El éxito tiene muchos padres, obviamente”.

Ida dice que también descubrió algo frustrante sobre la naturaleza humana: la obsesión con el sexo. Hasta el día de hoy, dice que sus amigos y familiares todavía se ríen de la vez que tuvo sexo con su novio en una máquina de resonancia magnética, a pesar de que muchos son adultos con educación terciaria que se acercan a la jubilación. En particular, encuentra esta reacción extraña en la universidad, donde sus colegas risueños son académicos que trabajan en ciencias sociales en una de las ciudades más progresistas del mundo.

“En muchos sentidos creo que vamos hacia atrás”, dice Ida. “Crecí en una época en la que el sexo no era gran cosa y siempre íbamos a bañarnos desnudos y la gente parecía más abierta. Ahora, la gente parece ser cada vez más conservadora”.

No obstante, Ida dice que está increíblemente orgullosa de la pequeña contribución que hizo a la igualdad de género en la ciencia de la excitación sexual. No tenía idea de en qué se estaba metiendo aquella mañana de 1991, pero está increíblemente feliz de haberlo hecho. Incluso si el experimento fue dirigido principalmente por hombres.

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