Artículo publicado originalmente por VICE Australia.
En agosto de 2001, una extraña caricatura llamada Samurai Jack se estrenó en Cartoon Network. El show, que fue creado por Genndy Tartakovsky, seguía las aventuras de un samurái que había sido enviado a un futuro distópico por un demonio llamado Aku. Samurai Jack era una mezcla entre arte folk, manga clásico, cyber punk y caricaturas de fin de semana, y no había nada como esto. El show era rico en su tratamiento del género, de la narrativa y —lo más notable— de la experimentación visual. La serie fue aclamada por la crítica y ganó cuatro premios Emmy durante sus cuatro temporadas originales.
Videos by VICE
La premisa del show era sencilla: Jack tenía que “volver” al pasado; matar a su némesis, Aku; y liberar el pasado, el presente, y el futuro. Sin embargo, el show fue cancelado antes de que la aventura de Jack terminara, y los fans del show, tal como el protagonista, quedaron en un purgatorio desde hace 13 años. Pero ahora, por fin, la espera por saber cómo concluye todo ha acabado.
En el mismo día que estrenó la nueva serie de Twin Peaks, la quinta y última temporada de Samurai Jack llegó a su fin; marcando así el final de un show que dio cátedra en cómo equilibrar las expectativas de los fans, con historia e increíbles imágenes. Porque sí, Samurai Jack es un gigante de la narrativa visual. Genndy Tartakovsky tiene uno de los ojos más innovadores para la animación y el film; es un maestro de la forma.
Recuerdo la primera vez que vi Samurai Jack en 2001. Al ser un niño de 10 años del occidente de Australia, nunca había visto nada como eso. El show despertó en mi cerebro un deseo atávico por las imágenes sublimes, por la narrativa a través de una estética, por el significado tácito en un mise en scène. Fue fascinante tener esa misma sensación intoxicante de infancia en esos primeros momentos de la última temporada.
El encuadre tipo cinemascope de un horizonte pastoril y un grupo de refugiados que huían, los ángulos oblicuos de robots asesinos, el encuadre visceral de un guerrero shogun que nos presenta una vez más a Samurái Jack entre fuego y violencia. Simplemente no hay nada así de visualmente ingenioso en este momento de la televisión. Noah Hawley no eres nadie.
Samurai Jack siempre se encontraba en esa delgada frontera entre la meditación macabra sobre el luto y el arrepentimiento, la sátira social, y la comedia ridícula. En la nueva temporada, Tartakovsky nos lanza en el abismo más profundo, donde exploramos la creciente locura de un hombre que está fuera de lugar, de tiempo y de sí mismo desde hace más de 50 años; atrapado en una pesadilla de muerte y escape. Samurái Jack tiene TEPT, y claro que debería tenerlo. Y Tartakovsky nos muestra esto no por medio de un monólogo interno, o por medio de las observaciones de sidekicks astutos, sino a través de alucinaciones infernales de cadáveres y masacres, de una literal proyección del odio y la autocompasión de Jack.
Con la nueva temporada siendo transmitida en Adult Swim y no en la cadena infantil Cartoon Network, Tartakovsky puede explorar estos temas más oscuros de maneras que no podía hacerlo en las temporadas originales. Pero lo que en realidad hace de Tartakovsky y de Samurai Jack algo tan magistral es el completo rechazo a la gratuidad. Esta temporada fue la primera en la que la serie tuvo sangre, muertes reales, insultos y chistes de penes; y sin embargo, estos fueron usados con mucha mesura, como puntuaciones, para llamar la atención sobre el paso del tiempo y sobre el creciente conflicto interior de Jack.
A lo largo del arco de esta temporada, que empieza con una oscuridad bien ganada, Tartakovsky revive poco a poco la ligereza y la esperanza esencial del show. El antagonista de la serie, Aku (con la voz ahora hecha por Greg Baldwin) sigue siendo el personaje más gracioso del programa, pero ha caído en una especie de depresión. La ausencia de Jack lo ha vuelto aburrido y perezoso. Está en terapia y, por supuesto, él es su propio terapeuta. El primer asesino amenazante que Jack enfrenta es un robot jazzero y hablador que, en el estilo típico de Samurai Jack, es tan atractivo cómicamente como es aterrador.
Las cosas son sombrías, pero la luz aún resplandece; Aku aún utiliza su teléfono de disco, a pesar de ser prácticamente omnipotente. La nostalgia se inmiscuye, y no se siente como aprovechada. Recuerdos o guiños y viejos favoritos aparecen con un propósito, con mesura, y es cómico y trágico. Con la oportunidad para condescender y complacer, Tartakovsky se niega a hacerlo, y en vez expande un universo cuyo vocabulario es espectacularmente único; con un tono que puede virar fluidamente, permitiendo que básicamente cualquier cosa ocurra sin que se sienta forzado.
Uno puede ver la quinta temporada de Samurai Jack sin saber nada de la historia, la trama o los personajes del show y aún así quedar boquiabierto por sus espectaculares visuales. Cada fotograma es parte arte chino, parte ilustración soviética, parte western gringo, parte new wave francés, parte panel de manga japonés, y parte proyección post-antropoceno. El piloto original mostró a Jack siendo entrenado en todas partes del mundo, cambiando entre estilos de arte para encajar con las culturas, y la serie logró hacer su punto de ser una convergencia caleidoscópica de arte y narrativa. Ya sea remezclando Spy vs Spy o Akira Kurosawa, Samurai Jack fue una celebración a la empatía por medio de la expresión artística, un llamado valiente a la apreciación y, sobre todo, un entendimiento, de muchas culturas.
La aventura de Jack, según como se explora en esta última temporada, es, en últimas, una búsqueda por aceptación. La sensación de pez fuera del agua que dieron las primeras temporadas fue el medio para explorar los límites de nuestra voluntad para cambiar: Jack, al ser enviado al futuro desde un Japón feudal, tuvo que recalibrar su identidad y sus nociones del “otro” para sobrevivir en el futuro de Aku. Incluso su nombre, Jack, lo tomó de la jerga de una pandilla de fuckbois futuristas. Al final, Samurai Jack se trata de la voluntad para cambiar, con Jack decidiendo si regresar al pasado o comprometerse con la vida y las relaciones que ha construido en el futuro; una era en la que, en últimas, ha pasado más tiempo.
Y la pregunta de siempre: ¿somos acaso producto de crianza o de naturaleza? Esto se puede ver en Jack, pero también en el nuevo personaje femenino de esta temporada, Ashi. Tartakovsky se niega a dar una respuesta fácil. Se ubica en ese punto que las filosofías de oriente tanto disfrutan explorar: la contradicción, la incertidumbre, el vacío.
No puedo pensar en ningún reboot o regreso de un show que haya logrado alcanzar, superar y expandir las expectativas de los fans como lo hizo Samurai Jack. Acompañar por 15 años a esta serie es pasar por preguntas sobre el luto, la duda y la identidad. Si no lo han hecho ya, tienen que volver a Samurai Jack.
Sigue a Patrick en Twitter
Artículo publicado originalmente en mayo de 2017.