¿Tu lunes es una mierda? Bueno, al menos no te atacó un oso, escapaste con algo de fortuna, y después ese mismo oso volvió a atacarte.
Hace poco más de un año, esto es precisamente lo que le pasó al explorador Todd Orr en el Bosque Nacional Gallatin de Montana, Estados Unidos. A pesar de sufrir varias heridas, vivió para contarlo, y me di a la tarea de platicar con él para saber cómo se sobrevive a un oso hambriento.
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ADVERTENCIA: El artículo contiene fotografías gráficas de las heridas de Todd.
VICE: Hey, Todd. Cuéntame quién eres y qué haces en la vida.
Todd Orr: Soy un entusiasta de la exploración. Soy empleado del Bosque Nacional Gallatin desde hace 28 años, y también soy dueño de Skyblade Knives, compañía que vende cuchillos hechos a mano para cazadores y recolectores. El 1 de octubre de 2016 fui atacado por un oso grizzly. Gracias a mi rapidez para pensar, al aerosol contra osos, el entrenamiento y la voluntad de sobrevivir, estoy vivo, luego de caminar tres millas en las montañas con un brazo roto, varios tendones maltrechos, docenas de heridas y mi cuero cabelludo abierto. Manejé hasta el hospital.
Recordemos el día del ataque. ¿Dónde te atacó y qué estabas haciendo?
Había decidido ir en busca de alces antes de la temporada de caza. Manejé en la mañana más o menos 90 minutos hasta el punto de partida, y de ahí empecé la caminata de una hora hasta el lugar donde fui atacado. Me encanta explorar la naturaleza del sureste de Montana y, como casi siempre, estaba solo. Es raro encontrar a alguien con la voluntad para caminar 20 millas a 10 mil pies a las 4 a.m.
Tienes razón, yo no lo haría.
Esa mañana, cuando apenas había salido el sol, me dirigí hacia un prado. Inmediatamente, me di cuenta que había un oso grizzly con sus oseznos, pero corrieron hacia el otro lado del prado fuera de mi vista. Esperé unos 30 segundos antes de creer que se habían ido del área y que podía continuar mi caminata. Tomé unos cuantos pasos sobre el pasto alto del prado, cuando el sonido de una rama rota llamó mi atención de mi lado izquierdo. Cuando di la vuelta, vi al oso grizzly aproximarse en mi dirección.
Qué miedo.
Aceleró a unas 40 millas por hora. Saqué mi aerosol contra osos y grité para que el oso supiera que yo era un humano con la esperanza de que se asustara. No tuve suerte. En segundos estaba encima de mí. Presioné el gatillo del espray con todas mis fuerzas y le rocié la cara. La fuerza de su carrera hizo que atravesara la lluvia de pimienta y me atacara. Rodeé mi cuello con mis brazos, y entrelacé mis manos para mayor protección. Tenía la esperanza de que se me encimara y huyera. Una vez más, no fue así. Estaba arriba de mí, mordiendo una y otra vez. Pude escuchar cómo se rompían las fibras de mis músculos cuando enterraba sus dientes en mi brazo derecho con cada mordida. Entonces desapareció.
A nadie le gustaría vivir lo mismo que viviste esa mañana…
Ni siquiera he terminado. Después de unos ocho minutos de regreso a mi auto, escuché un sonido a mis espaldas, y vi que el oso había regresado. Volvió a atacarme, todo fue demasiado rápido, no tuve tiempo de sacar mi aerosol o mi pistola. Me tiré al piso para protegerme, como en el primer ataque. ¡No podía creer que me estaba pasando de nuevo! Me puse a pensar qué había hecho para mercer esto. Seguí protegiendo mi cuello, mi cara y mis ojos. El oso siguió atacando y mordió ferozmente mi hombro y mis brazos con mucha más intensidad.
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Perdón por hacer una pregunta tan voyerista pero, ¿cómo se siente ser atacado por un oso?
La fuerza de cada mordida es como un mazo con colmillos. Una de las mordidas en mi antebrazo izquierdo atravesó el hueso. Escuché un crujido. Dejé de sentir mi mano y mis dedos temblaban sin control. La repentina sensación de dolor me hizo jadear. El sonido provocó que el oso lanzara más mordidas sobre mi hombro y mi espalda. Sabía que tenía que fingir estar muerto, de otra forma el oso me haría pedazos. Me quedé en el piso, encorvado, tratando de hacerme el muerto. Aguanté unas cuantas mordidas más y una zarpazo a la cabeza que me abrió una herida de 12 centímetros encima de mi oreja derecha. El pedazo de carne de mi cuero cabelludo colgaba y la sangre cubrió mis ojos. No podía ver, pero no me moví. El flujo de adrenalina había bloqueado el dolor, pero mis otros sentidos estaban alerta. Podía sentir y escuchar el daño de cada mordida. El oso me levantaba y azotaba y mordía, una y otra vez. Creí que era el fin.
¿Y después?
Entonces, de un momento a otro, el oso dejó de atacar y se quedó arriba de mí. Nunca olvidaré ese día. No había un sólo ruido con excepción de su respiración y su olfateo. ¡Y el olor! Podía sentirlo y escucharlo respirar detrás de mi cabeza y cuello, a centímetros de mi columna vertebral. Ahí se quedó, sin moverse, presionándome contra el piso. No podía hacer nada, pero permanecí quieto y en silencio. Así de la nada se marchó.
¿Ser atacado dos veces por el mismo oso es muy extraño, no?
Extremadamente extraño. Tuve muy mala suerte. Me dirigí hacia mi camioneta después del primer ataque, y el oso había seguido el mismo camino. Básicamente tomamos la misma dirección. El camino que el oso tomó se junta a unos 400 metros con el sendero por donde yo había regresado. Creo que me vio cuando iba bajando y decidió atacarme de nuevo.
Cuéntame de las heridas que tuviste.
Después de manejar al hospital y someterme a pruebas de rayos x, los doctores se tardaron alrededor de siete horas para limpiar y colocar todos los puntos. Tenía un brazo roto con varias heridas de mordidas que habían destrozado mis músculo del antebrazo, dañado nervios y desgarrado dos tendones. Mi brazo derecho y hombro recibieron aproximadamente 25 puntos. También tuvieron que suturar el pedazo de cuero cabelludo y la mordida ligeramente arriba de mi cintura. Mi espalda baja recibió varios puntos profundos, ya que las garras del oso habían llegado hasta abajo cuando permaneció parado sobre mí. Al día siguiente tuve que visitar al cirujano ortopedista para que evaluara el daño en mi brazo izquierdo. Necesité cirugía exploratoria para que reabrieran mis heridas, las limpiaran, determinaran el daño y repararan los músculos desgarrados para después incorporar los tendones dañados. Mi brazo izquierdo parecía una hamburguesa triturada.
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¿Y cómo te sientes ahora?
Afortunadamente, después de tres meses de terapia física pude recobrar el 90 por ciento del movimiento y la fuerza en mi brazo izquierdo. Sigue mejorando lentamente con el tiempo y la terapia. Nunca estaré al 100 por ciento, pero hago casi todo lo que necesito hacer para rehabilitarme. No te darías cuenta si no fuera por las cicatrices.
¿Y qué opinas ahora de los osos?
No los odio. No quiero vengarme. No creo que el oso que me atacó debería sacrificarse. Simplemente creyó que yo era una amenaza y quiso proteger a sus oseznos. Aprendí una lección. Cuando me encuentre en el bosque, estaré más alerta que nunca —antes era muy intrépido—, y hay varios lugares a los cuales no iría solo.