Cuando Malina trepa a una patineta pierde la sonrisa. No hay enojo o molestia. Es concentración. En cuanto se desliza el cabello largo que amarra con una dona se rebela y suelta mechas que alborota el viento. Luego toma las olas de concreto. No importa si tuvo un mal día, cuando patina nada la detiene. Tal vez por eso enseña a otras chicas el skateboarding, para que, como ella, se sientan libres.
“Cuando empecé a patinar fue diferente, como que el skate te da bastante libertad. Te subes a la tabla y es otra onda, sentir el viento de repente en tu cara cuando vas rodando. Ir patinando en las calles así como que, no sé, es como libertad. Por eso me gustó el skate, porque es libre”, me cuenta Mariana Muñoz Luna, quien en el skateboarding mexicano es conocida por el apodo de prepa, Malina, y por crear Mujeres en Patineta, donde difunde y promociona el skate femenil.
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Malina calienta antes de hacer trucos para la cámara. Lleva las piernas al pecho, aflojas las articulaciones. En sus clases hace lo mismo, ella y sus alumnas preparan el cuerpo con estiramientos, sobre todo las rodillas, que reciben el impacto. Su concepto va más allá de una escuela para que otras mujeres aprendan a patinar. Se trata de un espacio de unificación. “Que las chicas se acerquen, que tengan un espacio, que se sientan también en confianza para que puedan aprender a patinar aunque se caigan. No importa, el chiste es que se animen”, me dice. “Es un proyecto que integra, o sea, que puedas acercarte a este grupo, a las convivencias que hacemos, a los concursos, a las fiestas, porque pues también echamos el coto. Pero lo importante es unirte, que te sientas también parte de algo”.
Es difícil creer que esta chica tenga 30 años de edad y sea mamá de un niño de 11 y una niña de dos años, que se sube a la patineta como si fuera avalancha, mientras Malina da clase. El skateboardig es un deporte así que los beneficios en su apariencia se notan. Su rostro sin arrugas y delgadez acentuada por la vestimenta desenfadada —con pantalón de mezclilla entubado, playera negra en la que nada y los tenis de piel rústica y suela de liga— la hacen ver cinco años menor. Sin embargo, es una veterana sobre la tabla.
Hace diez años subió por primera vez a una patineta. Antes le gustaba el futbol, que jugó por cuatro años. No es que no conociera a los skaters, simplemente no le llamaba la atención. Pero un día tuvo curiosidad. Pidió a un amigo su tabla y trepó. No perdió el equilibrio ni se cayó —eso sucedió como al quinto día, con el primer sentón—, se impulsó y comenzó a patinar. Su amigo le daba indicaciones y ella las seguía aunque cayera de panzazo.
Era la época en que si alguien veía a una chica en patineta, testiguaba una rareza. No existía categoría femenil en las competencias. Para que abriera tenían que estar sobre los organizadores que accedían siempre y cuando se juntaran cuatro o cinco competidoras. A veces solo eran dos chicas las que asistían. El panorama no era alentador; a la mayoría de las mujeres no les interesaba el skateboarding. Además los tabúes se imponían.
“La familia no te dejaba patinar, no es como ahorita que a la chicas ya las ves con patineta, chiquitas, de 13 o 15 años. Antes no, cómo ibas a agarrar tú esa cosa que era para hombres. Hasta decían que si te caías podías quedar estéril”. Malina ríe al recordar el argumento que dio una mamá a una de sus amigas. “Mi mamá decía, eso qué. Cuando les contaba que ganaba me decían échale ganas. Yo tenía 20 años y era como una adolescente, ya tenía a mi hijo que tenía un año. Nunca tuve problema con mi familia pero sí tuve muchas amigas que tenían que esconder su patineta para que sus papás no se las vieran. O la dejaban encargada con el amigo, decían que iban a otro lado y se iban a patinar”.
El inicio de Malina como patinadora está en Chicas Rider, un concepto de la skater Paloma Guerrero. Malina y un pequeño grupo de chicas comenzaron a tomar algunos cursos y a participar en competencias. Tres años después el Instituto de la Juventud de la Ciudad de México (INJUVE) invitó a las chicas a abrir una escuela para mujeres donde les prestaban patinetas, protecciones y todo lo que necesitaran para la práctica. Malina fue reclutada como instructora.
“Hace siete años yo empecé a dar clases, a enseñar a las chicas, a ayudarlas más que nada. No enseñar, sino a dar un poquito, una guía para que no se caigan innecesariamente. Para que también se animen. Precisamente que no se sintieran tan inhibidas, como que ¡ay!, es que se van a burlar de mí. Ahí era un espacio solo para chicas. Una chica te va a ayudar también, da más confianza”.
Y es cierto. Antes que Malina se lance hacia el bowl del skatepark del Bosque de Aragón, ninguno de los 30 skaters y bikers que están ahí lo ocupan. En ese momento Malina es la única chica. Cuando empieza a patinar, casualmente dos bikers también comienzan a hacer suertes en el bowl. Después otro skate se suma. La chica tiene que esperar para lanzarse hasta que ellos terminen sus trucos.
En 2010 Malina junto a Sol Díaz y Maribel Ramírez lanzan el proyecto “She Is Skate”, que también ofreció clases en el INJUVE. Cuatro años más tarde, en 2014, cambia el nombre a Mujeres en Patineta y hoy colabora con Blackboard skatepark, un espacio dentro del deportivo Margarita Maza de Juárez. Ahí enseña todos los sábados a mujeres, a niñas, a niños, a adolescentes, a todas las personas que quieran aprender a andar en patineta.
Es sábado a las 10 de la mañana. Estamos en Blackboard skatepark, al norte de la ciudad, en la zona de Vallejo, para conocer a algunas Mujeres en Patineta. Llegan dos señoras con sus hijas, una chica de unos 20 años y otros dos niños con sus mamás.
Juliette Itzel, 11 años. Cursa sexto de primaria
“Patino desde los siete años, pero después me cambié de casa y volví a patinar hasta los diez”, me cuenta Juliette que se ha ajustado el casco, las rodilleras y las codereas. “Me gusta la patineta porque está padre cómo hacen los trucos y todo eso”.
Perla Itzel Jacobo, su mamá, me cuenta que desde los tres años iba con Juliette a ver patinar a su papá. Luego nació el interés de la niña por las tablas. “Entró a un curso de verano y ahí fue donde vimos que tenía el gusto por las patinetas. Empezó a desarrollarse un poco más rápido. Su maestra me dijo que tenía que ser más constante para que aprendiera más y si le gustaba anduviera con ellos. Y así empezó a patinar”.
Desde el deck, la parte plana horizontal superior del half pipe —la rampa en forma de medio tubo—, la niña mira el panorama. Debe lanzarse, llegar a al otro lado del half y girar con la patineta 180 grados para regresar. Parece fácil, sin embargo debe mantener el equilibrio cuando la tabla se inclina unos 80 grados. Malina le da instrucciones y le ayuda un par de veces tomándola de las manos mientras rueda para que su patineta se deslice en la rampa y regrese al punto de inicio. Juliette cae una, dos, tres veces. Hasta la cuarta ocasión sale el truco.
“¿Es difícil andar en patineta?”, le pregunto antes de su entrenamiento.
“Más o menos, depende de qué es lo que hagas. Me sé aventar de las rampas y hacer unos trucos. Hay uno que estoy intentando. Se llama ollie shifty”.
Me sorprende que ya esté practicando esta suerte donde inclina en el aire levemente la tabla hacia delante al hacer ollie, un truco básico que consiste en saltar con la patineta y caer de nuevo sobre ella. Algunos principiantes tardan meses en realizarlo bien y ella ya va al segundo nivel.
“¿Tus amigas de la escuela patinan?”.
“No. Y no me creen que patino”.
“¿Y qué les dices?”.
“Que las invito a mi casa para que me vean. Sólo una amiga me vio. Me dijo que es padre, pero a ella no le gusta porque no se pudo subir a la patineta”.
“A sus amigas les llama la atención que les cuente lo que hace con la patineta, a dónde va”, me platica Perla quien cada ocho días hace el viaje con su hija, una hora y media de camino desde Naucalpan, al noreste de la CDMX, en transporte público.
Itzel Quetzalli, 12 años. Cursa primero de secundaria
“Empecé a patinar hace como un mes porque mis hermanos patinaban. Mi mamá me contó que habían vendido sus tablas. Me entró curiosidad y quise intentarlo”, dice Itzel que a diferencia de Juliette ha sufrido bullying por patinar.
“Sus amigos se burlan de ella porque anda en la patineta, le dicen que es hombre”, me platica Angélica Mosqueda, mamá de Itzel. “Tengo dos hijos grandes que tienen 20 y 22 y un hermano de 20. Un día ella estaba llorando. ¿Por qué lloras? Es que dicen que soy niño. Y qué. Diles que sí eres niño, que te vengan a agarrar el chiludo”. La mujer ríe, es un desahogo. En el skatepark nadie molesta a su hija pero fuera todo es diferente.
“¿Dónde se burlan de ella?”
“En la escuela, piensan que le gustan las niñas. Cuando la ven en la calle igual la gente se la queda viendo”.
“¿Y usted habla con ella?”
“Al principio. Igual aquí nos dijeron que ella debe tener seguridad, que no se debe intimidar con los hombres, porque a los hombres no les gusta ver a las niñas patinando. Pero ya después que la vi llorar, que se burlaban de ella en la calle, ya la defiendo. Ya veo que se le quedan viendo y digo, ¡qué están viendo estas culeras, diles que qué! La defiendo porque la lastiman. Es una niña, pero igual ella debe aprender a defenderse”.
Aunque la molesten, Itzel vive para la patineta. “No le importa nada, solamente la patineta. Con eso la tengo controlada. Le digo con la patineta no. Pues está ahí tirada abrazando su patineta. Sufre tanto”, dice la mujer entre una carcajada y tono sarcástico.
“¿Que es lo que te gusta de patinar?”, pregunto a la niña que cortó hace poco a su pequeño novio porque no quería que patinara. “Que es divertido. Siento como adrenalina”.
Probablemente sitió lo mismo, además de satisfacción, cuando dejó callado al chico que le dijo que era una machorra y manflora porque anda en patineta. “Yo parezco niño, pero tú no te puedes subir a una patineta y yo sí”.
Brenda Tapia, 20 años. Estudia diseño y comunicación audiovisual
¿Desde cuándo patinas?”
“Ya había practicado antes, hace como un año pero ahora sí, como formal, llevo como dos semanas”.
“¿Por qué empezaste a patinar?”
“Porque me gusta mucho el skate. Se me hace que es un deporte con mucha disciplina y que tienes que aprender a superar tus miedos. Es como una competencia contigo mismo”.
“¿Por qué crees que hay pocas mujeres patinando?”
Me imagino que aún es por los prejuicios. Piensan que una mujer no está bien que se suba a una patineta. No lo digo por el ambiente en el skate, sino por lo que diga tu familia, porque digan algo en tu círculo social de amigos. Pero yo digo que las mujeres se deben acercar al skate. Es un deporte para hombres y para mujeres, cualquiera de los dos lo puede practicar y te ayuda, te da condición física.