Artículo publicado originalmente por VICE Canadá.
Hace mucho tiempo, cuando usaba una gorra de los Raiders, tenis de botita y pantalones aguados, hubiera aceptado una película en la que Tom Hardy hablara consigo mismo. Es decir, a mediados de los 90, y con mi ignorancia en el tema, pasaría por alto la trama de diez pesos y diría: “Estuvo buena”.
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Ahora uso ropa Old Navy, tengo sobrepeso, y estoy molesto, confundido y agotado.
Realmente quería que me gustara Venom —esa historia sobre un extraterrestre inteligente que se une con el cuerpo de un periodista perdedor, Eddie Brock—, estaba estúpidamente entusiasmado. Y quería sumergirme en la adaptación de Ruben Fleischer tan desesperadamente como me sumergí en la moda de los 90. Después de todo Venom era un vestigio de Marvel de mi juventud; una figura retórica por completo; apenas un personaje, apenas una personalidad, pero con textura, perfecto para una mente adolescente. En lo que respecta a la película, esperaba beber de fondo este remix de Sony 2018, como si fuera una botella de cerveza.
Pero, lamentablemente, Venom es una porquería. Está malísima. Es como el tío fumado que se quedó en los 90, Venom llegó con aires de poder encajar en 2018 pero con la insensatez de Batman y Robin (1997), la falta de acción de The Last Action Hero (1993) y el despilfarre de talento de un Con-Air (1997). El hecho de que estas películas mal hechas recibieran el visto bueno de alguna manera cautivadora fue porque estaban totalmente comprometidas con una visión de los 90: las plataformas eran geniales en los 90, y hasta cierto punto, también lo eran estas películas. Venom está tratando de ser todo eso en 2018 , ignorando que han pasado décadas y las expectativas de la audiencia (MCU, DCU).
Durante su estreno el viernes, Venom acumuló 32.3 millones de dólares con una estimación final de tres días de 80 millones de dólares. Bastante para ser octubre, pero poco para una propiedad de Marvel, incluso una con un puntaje del 30 por ciento por parte de Rotten Tomatoes. (Al parecer, Tom Hardy tampoco ayudó al criticar su propia película). Así que no es lo suficientemente vieja para ser tan mala que resulta ser buena, y es demasiado nueva para tener una excusa. Con todas las películas nuevas a las que he estado expuesto en 2018, una película que se adapta sola a otra década no tiene lugar aquí. Venom no pertenece a esta época.
¿Entonces, cuál es el problema? Comienza con una trama floja: un cohete aterriza en la Tierra, con varias cargas de sustancia pegajosa negra, una de las cuales se conoce como Venom; aunque no sabemos por qué se llama Venom. ¿Mencioné que el cohete pertenece a un empresario multimillonario sacado de una película de James Bond y con qué motivo? El sacrificio de cuerpos humanos para darle vida a formas extraterrestres, porque tiene todo el sentido del mundo.
A continuación, nuestra criatura de lengua larga, con el hábito de matar, apunta accidentalmente al periodista Eddie Brock y lo posee no se sabe por qué, tal vez porque ambos son unos perdedores, supongo. Y también, Eddie tiene una exnovia que es abogada interpretada por Michelle Williams, que está medio involucrada en el complot, con uno de los papeles más ingratos que ha interpretado; porque a quién le importa la capacidad de Williams para ser mucho más que un interés amoroso simbólico. Y eso sólo es el guión. Nada de lo anterior habla de la forma de dirigir de Ruben Fleischer que pierde el tiempo con cosas que a nadie le importan, desde el trabajo de Eddie y sus relaciones sin fundamento, hasta las complicadas escenas de acción mediocres para rellenar algunos momentos. Dios bendiga al elenco, hicieron todo lo posible para divertirse con el guión básico que se les dio, pero no compensan nada ya que la película es mala.
Al igual que una película de acción promedio/mala de los 90, tiene un guión que no se involucra demasiado en su propia lógica o estándar cinematográfico. Tiene todo lo que necesitaba mi niño interior de los 90, una trama para menores de edad completamente tonificada; de mucha acción, con dosis desiguales de comedia —como cuando Tom Hardy está en una pecera, comiendo crustáceos crudos— y un aspecto hollywoodense que parece fabricado; un acto de malabarismo entre lo que se ve bien y lo que tiene sentido.
Cuando recuerdo las películas tontas, estúpidas y a veces terribles del pasado, siempre terminaba perdonando a los creadores que creían que estaban haciendo algo grande y bueno (que Dios los bendiga). La autoconciencia era mínima en ese entonces. No tenían el beneficio de las tres dimensiones de The Dark Knight, la gran mezcla épica de humor y seriedad del Universo Cinematográfico de Marvel, las ventas en taquilla y el éxito nominal de Logan y Deadpool. Ese tipo particular de no tener una referencia para el tono de la película las hizo especiales en su tiempo. Las copias recientes de ese pasado: Meg, Predator y Venom, no merecen el perdón de esa época. Son demasiado nuevas para esa mierda, ya que lo que ahora es aceptable se basa en lo que hemos aprendido del pasado.
Venom como película de Marvel, y película en general, habría sido una película medio decente si se hubiera sacado de una máquina del tiempo de otra década. Sin la suciedad de haberse levantado de un suelo retro, es una película de 2018 que trata de ser demasiado anticuada. Por ahora, ante todo lo que hemos estado expuestos en el mundo del cine y la cultura, Venom no tiene derecho a usar un outfit de los 90 en una fiesta de 2018.
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