El grito de Alí y el ojo de Leifer que pasaron a la historia

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la foto de todos los tiempos

El grito de Alí y el ojo de Leifer que pasaron a la historia

La noche del 25 de mayo de 1965, cuatro vidas cambiaron en menos de dos minutos en el combate por el título de los pesos pesados más oscuro de la historia del boxeo.

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Lo bueno de la fotografía es su capacidad para fijar un momento irrepetible; si a ello le unimos una perspectiva original, el momento pasa de irrepetible a histórico. El 25 de mayo de 1965, Neil Leifer tuvo la suerte de estar en el lugar indicado en el momento justo para sacar una de las fotos más famosas de la historia del deporte.

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El pasado mes de mayo se cumplió el 50 aniversario del combate que enfrentó a Mohamed Alí con Sonny Liston en el Dominic's Arena de Lewinston, a 200 kilómetros de Boston. Era la segunda vez que los dos pesos pesados se encontraban: la cita estaba destinada a convertirse en una noche mágica del boxeo.

Ese día, sin embargo, muy poca gente acudió al viejo y destartalado pabellón. Algo tuvo que ver la nula publicidad que se hizo del evento, que atrajo a poco más de 2.200 personas —la peor entrada de un combate de esta relevancia en la historia reciente del boxeo. La atmósfera húmeda y sofocante del espacio, pequeño y escasamente iluminado, no ayudaba en absoluto.

Justo antes del combate, dos fotógrafos tomaron posición alrededor del ring. Uno era el famoso Herb Scharfman, reputado fotógrafo con una sólida trayectoria en el mundo del deporte a sus espaldas; el otro era un chaval anónimo de 23 años, un tal Neil Leifer. De hecho, cuando Scharfman llegó y se encontró con Leifer, lo echó de su posición: según los cánones, el mejor lugar para observar un combate de boxeo es al lado del juez, así que el veterano fotógrafo despachó al muchacho sin demasiados miramientos para ponerse en su lugar. El joven Leifer se movió hacia el otro lado, bajando la mirada, cansado de tenerlo siempre mas difícil de los demás.

Sonny Liston, el odiado campeón del mundo, hizo su entrada al ring. Frente a él se erguía el semidesconocido Cassius Clay, que hacía apenas un año se había cambiado el nombre a Mohamed Alí tras convertirse al Islam. El choque fue increíblemente corto: duró solo 1 minuto y 46 segundos —exactamente el tiempo que necesitó Alí para convertirse en campeón del mundo y a Lister para sacar la foto perfecta.

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El ojo del tigre. Foto de Neil Leifer vía Real Combat Media.

La imagen es espléndida. Liston en el suelo, como si suplicara piedad; Alí de pie, poderoso, gritando como si quisiera expulsar toda la fuerza y ferocidad que lleva dentro mediante un aullido animal; y la cara del pobre Scharfman, justo debajo de las piernas del boxeador de Kentucky con una expresión que parece decir "mierda, lo que me acabo de perder".

Cuatro historias conviven en una misma imagen casi perfecta: la de Leifer, el joven fotógrafo que supera el maestro por haber estado ubicado en la posición perfecta; la de Liston, que queda retratado en su peor momento como boxeador; la de Scharfman, que a pesar de su experiencia queda totalmente eclipsado bajo las piernas de Alí; y la del propio Alí, cuyo grito salvaje pasó para siempre a la historia del deporte

El combate, además, tiene un aliciente más: la polémica. Liston cayó al suelo por un golpe que años después se conocerá como "directo fantasma": muchos expertos consideraron que el impacto no tenía suficiente potencia como para derribar a todo un campeón del mundo. Aún hoy se sigue especulando sobre la posibilidad de que la pelea estuviera amañada y se discute sobre los posibles responsables: la mafia, la Nación del Islam… la lista es larga. En el momento del golpe, Alí se podría haber dado cuenta de que algo fallaba y por eso habría gritado "¡levántate y lucha, cabrón!" justo cuando Leifer sacaba la foto. Liston, sin embargo, no se levantó; Alí se convirtió en el campeón del mundo y Leifer se llevó el premio World Press Photo por su instantánea.

La fotografía, además, recoge el momento de máximo esplendor físico de un Mohamed Alí que hoy en día lucha contra el Parkinson. Liston, por su parte, pasó a un segundo plano en el mundo del boxeo y terminó muriendo pocos años más tarde, en 1971, debido a una sobredosis de heroína.

Como en muchas de las grandes obras humanas, la fortuna jugó un papel clave en la que muchos consideran la mejor foto de la historia del deporte. Es gracias a una cierta dosis de suerte que hoy podemos disfrutar de uno de los momentos más poderosos del deporte del siglo XX visto de la mejor perspectiva posible —la del joven Neil Leifer, el fotógrafo a quien un pedante colega desplazó de su sitio original.