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por fin un poco de naturalidad

El Periscope de Piqué es lo mejor que le ha pasado al fútbol español en años

Tras años de una guerra absurda sin sentido con la prensa y los jugadores como protagonistas, el Periscope de Gerard Piqué con Iker Casillas ha representado un necesario soplo de aire fresco.

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Si te gusta el fútbol, lo más probable es que a Gerard Piqué lo tengas en una de estas dos categorías: o le tienes cariño o le odias profundamente. El zaguero del FC Barcelona es un personaje controvertido, lo sabe y es feliz con ello.

A Piqué no le importa que en las redes le digan de todo menos hermoso. Él lo considera parte de un juego: "Le da chicha al fútbol", asegura. Sin embargo, a veces la "chicha" desborda y pasa a ser tensión… y la tensión, por alguna razón que se me escapa, tiende siempre a transformarse en gilipollez colectiva.

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Es por eso precisamente que el Periscope que protagonizó el propio Piqué junto a Iker Casillas y Cesc Fàbregas es lo mejor que le haya podido pasar al fútbol español en años.

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Durante mucho tiempo, el fútbol español fue una guerra. Los presidentes de los grandes clubes se llamaban de todo, sea a distancia o en directo: es difícil olvidar los lamentables episodios que protagonizaron los Jesús Gil, José María Ruiz Mateos, Lorenzo Sanz o Joan Gaspart. Los mandamases del balompié de los años 90 daban vergüenza ajena. No sé si eso era "chicha", pero seguro que no era "limoná".

Con la llegada de los 2000, sin embargo, una nueva generación de directivos se hizo con el control de los clubes. Florentino Pérez y Joan Laporta abanderaron, de algún modo, el cambio en los palcos: seguían teniendo sus escándalos, pero al menos tenían la decencia de respetarse… ni que fuera en apariencia. Otros dirigentes polémicos, como José María del Nido o Manuel Ruiz de Lopera, sencillamente fueron apartados por sus problemas con la ley.

Los deportistas también cambiaron. Jugadores como Carles Puyol y Raúl González —por mucho gesto que hiciera en su día en el Camp Nou— y entrenadores como Frank Rijkaard y Vicente del Bosque ayudaron a proyectar una imagen renovada, mucho más profesional y alejada de los piques absurdos. La globalización parecía haber servido para civilizar un poco un entorno demasiado marcado por los líos.

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Al menos hasta que llegó José Mourinho en 2010.

José Mourinho logró devolver la competitividad al Real Madrid tras años de mediocridad, pero… ¿a qué precio? Foto de Javier Barbancho, Reuters

No me malinterpretes: el luso me parece un entrenador brutal, sin duda uno de los mejores de nuestro tiempo. Cuando Mou aterrizó en Madrid, además, el equipo blanco se encontraba en la UCI tras varios años de humillaciones a cargo del Barça de Pep Guardiola: estaba claro que el Real Madrid necesitaba un empujón para volver a competir de tú a tú.

Lo discutible es que el mencionado 'empujón' tuviera que ser una escalada de tensión entre blancos y azulgranas que nos llevó a todos de vuelta a los 90… especialmente tras la época de paz y armonía que se había establecido gracias a los triunfos de la selección en la Euro'08 y el Mundial'10.

No creo que haga falta que recordemos el final de la temporada 2010-11 y el inicio de la 2011-12. El dedo en el ojo de Mourinho a Tito Vilanova fue el colofón de una etapa absolutamente lamentable que sí, tal vez lograra despertar la competitividad perdida del Real Madrid, pero que al mismo tiempo hizo mella en la selección campeona de Europa y del mundo.

Desde entonces, sin embargo, parece que los futbolistas han sido capaces de reconducir la situación. Mourinho se marchó del Madrid en verano de 2013; el año anterior, la selección española volvió a salir campeona de Europa en Polonia y Ucrania. Solo el imparable crecimiento del periodismo deportivo basura, donde las tonterías que vomitan los periodistas terminan teniendo más importancia que lo que ocurre en el campo, parecía amenazar un nuevo periodo de bonanza.

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El paso definitivo de este proceso es el Periscope de Piqué. Los aficionados ya no necesitamos que supuestos periodistas nos cuenten las (falsas) interioridades de los vestuarios: son los propios jugadores quienes nos relatan su día a día de forma sencilla y espontánea.

Como seguidor de la NBA, yo siempre había envidiado la transparencia del baloncesto estadounidense. A los periodistas se les permite entrar en los vestuarios y hablar con los jugadores; estos suelen decir lo que piensan sin temor a que ello provoque tremendas guerras, porque al fin y al cabo todo el mundo entiende que no se trata más que de un juego. Hay escándalos, por supuesto —son seres humanos, ¿eh?—, pero suele imperar una naturalidad bastante sana.

Gerard Piqué, Vicente del Bosque e Iker Casillas regresan de Sudáfrica con la Copa del Mundo. ¿Será el míster el siguiente en protagonizar un Periscope? Foto de Gustau Nacarino, Reuters

Por eso, insisto, es tan importante el periscope de Piqué: porque es natural. Más allá de la gloriosa escena —tres campeones del mundo reunidos alrededor de una mesa con Cola-Cao y galletitas, como si hubieran ido a casa de la abuelita—, el observador ve a tres tíos normales y corrientes que hacen coñas, se lanzan pullas y se ríen de sí mismos. Sin mitos. Sin aspavientos.

El pseudo periodismo deportivo de declaraciones altisonantes y titulares falseados no debe esconder que detrás del deporte hay personas, por muy ricas que sean o por muchas portadas que copen. Desmitificar y poner una cara humana a los ídolos de mucha gente siempre es positivo, y un gesto tan aparentemente simple como grabar un vídeo con dos colegas ayuda muchísimo a lograrlo.

Ah, y a todo esto, aquí tienes el famoso vídeo por si aún no lo has visto. Cógete unas galletitas como Cesc y disfrútalo.

El autor nunca hace un Periscope porque es demasiado feo, pero puedes seguirle igualmente en Twitter: @kj_mestre