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Los ultras brasileños están en guerra

Los aficionados 'ultras' de los equipos brasileños solían pelearse entre ellos, pero seguían ciertas reglas no escritas. En los últimos tiempos, este 'fair play' parece haberse acabado.
Todas las fotos son de Gabriel Uchida

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Todos los nombres utilizados en este artículo son falsos para proteger la identidad de los entrevistados.

No siempre salen en el telenoticias, pero en el submundo de las 'torcidas' —las aficiones organizadas de los equipos de fútbol brasileños— se está derramando mucha sangre. Peleas constantes, armas de fuego, barras de hierro, bombas y venganza: "Es un escenario de guerra; hoy en día, quién más puede menos llora", explica Vítor. Este joven fan del Corinthians tiene 22 años y ya hace cuatro que participa en los enfrentamientos.

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Curiosamente, uno de los últimos periodos de paz entre los ' torcedores' fue durante otra guerra: la que mantuvieron los manifestantes y la policía durante las protestas de 2013 contra la subida de tarifas del transporte público y el dispendio en infraestructuras para el Mundial del 2014 y los Juegos Olímpicos del 2016. Según Vítor, las 'torcidas' organizadas de los cuatro grandes equipos de São Paulo se manifestaron hombro con hombro: "allí el respeto era total, la prioridad era otra".

Cuando las tarifas bajaron, regresaron los enfrentamientos entre las 'torcidas', esta vez a otro nivel. "Hoy en día la cosa está peor que antes: si en una pelea caes al suelo, te intentan seguir golpeando hasta abrirte la cabeza", explica Johnny, fan del Palmeiras de 27 años que lleva desde 2001 en una 'torcida' organizada.

Según este aficionado, ahora las luchas empiezan en cualquier momento o lugar; él mismo afirma haber sido atacado mientras compraba en el mercado o mientras estaba de fiesta por la noche.

"Todo el mundo se conoce, no hace falta quedar por Internet. Cada uno sabe por dónde van a pasar las 'torcidas'", explica Vítor. Con mucha naturalidad, el fan del Corinthians añade: "Si veo a un amigo en el camino hacia la pelea, giro un poco hacia la derecha y paso de largo. En ese momento no hay amigos que valgan. Después, cuando todo ha acabado, vuelvo a casa y ya está, la vida sigue".

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La realidad, sin embargo, no es exactamente así. La vida no siguió para los más de 200 'torcedores' muertos en las infinitas peleas de aficiones que ha habido en Brasil desde 1988. Uno de ellos fue Douglas Karim Silva, fan del Corinthians asesinado el 27 de agosto de 2011. Su cuerpo fue encontrado varios días después de la lucha, flotando en el río Tietê.

El caso de Douglas es fundamental para entender los porqués del escenario actual de violencia desenfrenada. Según Matheus, fan del Corinthians de 31 años, desde 2009 hasta entonces había existido un acuerdo de 'fair play' entre corinthianos y palmeirenses: peleas solo en los días de partido, nada de armas y prohibido golpear a quien ya estuviera en el suelo.

Con esas reglas, tanto Matheus como sus amigos y sus rivales disfrutaban más tranquilamente de este peculiar 'hobby'. "Siempre me gustó intercambiar golpes, volver a casa con un diente roto o un ojo morado… pero siempre volviendo a casa", remarca el brasileño.

La muerte de Douglas, no obstante, puso fin al acuerdo, y con la ausencia de reglas, las cosas fueron perdiendo el control. "Hoy hay pistolas, cuchillos, barras de hierro, palos de madera…", explica Johnny. "La gente sale de casa preguntándose, '¿voy a volver hoy?'", reflexiona Márcio Odair, fan del São Paulo de 26 años.

Matheus está harto de las peleas en las que dice haber participado orgullosamente durante diez años. "Pensándolo bien, muchas veces no entiendo cómo era capaz de levantarme a las cinco o las seis de la mañana para ir a la calle a pegarme; pero por otro lado a veces lo echo de menos cuando oigo a los jóvenes hablar de que hubo unos cuantos porrazos aquí o allá".

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Todos, sin excepción, afirman que la cuestión siempre había sido esa: intercambiar golpes sin más. Las 'torcidas' son una versión en la vida real de la película El Club de la Lucha. Vítor se defiende: "La mayoría de los 'torcedores' que participan en las peleas no son criminales. A la gente simplemente le gusta pelear y marcharse de la mano, es un vicio, como si fuera una droga".

Como en cualquier pelea, sin embargo, también en estas podía haber heridos o incluso muertos: a Víctor ya le causaron una fractura en el cráneo, a Márcio le atacaron con una barra de hierro, Johnny se llevó un disparo en la barriga y Matheus fue a parar a la UVI.

De los cuatro entrevistados, solo Matheus decidió parar: "Me golpearon tanto que, cuando salí de la UVI, mi madre me dijo que me pasé un mes sin poder hablar bien. Lo dejé para poder alargar su vida, más que la mía".

Muchos, sin embargo, aún continúan con esa vida a pesar de toda la violencia, el constante clima de guerra y los ruegos de la familia. Johnny afirma: "Mi hija de cuatro años ya me vio llegar a casa con la ropa empapada de sangre y me pidió que no fuera más a los partidos. Yo pensé en parar, pero el equipo está en mi sangre".