Dentro del café donde los Rolling Stones fumaron hachís
Daniel Shkolnik

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Dentro del café donde los Rolling Stones fumaron hachís

Café Baba —un lugar ubicado en Tánger donde la gente va a tomar té de menta y fumar kief— es legendario no por su menú, sino por la clientela.

Nadie en el Café Baba sabía quiénes eran. El marroquí que los trajo llevaba una pipa dorada de hachís. Fumaban y se vestían como la mayoría de hippies occidentales. Usaban ropa ecléctica, nadie hizo preguntas.

Años después, llegó por correo una fotografía de Keith Richards encendiendo una pipa en una de las mesas del Café Baba. Esos "hippies" eran los Rolling Stones.

En los 76 años que el Café Baba ha estado asentado en la Medina (la antigua ciudad) de Tánger, los Rolling Stones han sido unos de los muchos clientes de alto perfil del café. El café ha atendido a los reyes de España y Suecia; la Gran Duque de Luxemburgo; al exsecretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan; la leyenda del punk rock Patti Smith; varios artistas y directores, como Daniel Auteuil y Jim Jarmusch; y docenas de aristócratas de mediados del siglo XX.

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Afuera del Café Baba en Tánger. Todas las fotos son del autor.

Cuando pregunté, muchos de los clientes del café marroquí no tenían idea qué personajes famosos habían ocupado sus asientos antes. Incluso cuando se enteraron, no parecía importarles. Vienen a beber té, fumar kief y jugar Pachisi (la versión original del parchís). Para ellos, el Café Baba primero es un lugar para fumar hachís y al final un sitio emblemático por las celebridades.

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Un viejo cliente encendió su larga sebsi, una pipa para cannabis tradicional de Marruecos, y explicó los amplios terrenos sociales del café. Los habitantes más viejos de la antigua ciudad prefieren sentarse en la zona cercana a la puerta con sus propias sebsis. Los marroquíes más jóvenes y quienes vienen de otras ciudades arman sus churros en las mesas cerca de la TV o en el rincón acojinado. Los extranjeros, por su parte, eligen estar más cerca de la terraza con ventanas estrechas desde donde aprecian la ciudad y la bahía; entiendo por qué es su lugar preferido.

Trabajando en la cocina, detrás del mostrador, está Absalam Aoufi, bisnieto del fundador, Ayashi Aoufi. El padre de Absalam y dueño actual Abdoulgani "Abdoul" Aoufi está sentado junto a la puerta entre los lugareños y sus amigos, observando el café con ojos tranquilos debajo de sus agitadas cejas.

Los Aoufis dirigen el establecimiento siguiendo una fórmula probada: té, café y fuma lo que quieras. El café es tipo turco con un sedimento espeso al fondo.

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El té es de calidad marroquí: menta, endulzado a tal punto que casi brilla. El humo es en su mayoría hachís o kief, primos de la marihuana. Toda la familia del cannabis ha sido prohibida en Marruecos desde 1956, pero portar una dosis personal no causa problemas, especialmente si eres turista y más aún si estás en el Café Baba.

El abuelo de Abdoul inauguró el café en 1941. Un par de mesas con 70 años o más de antigüedad están cubiertas con grabados de barcos pesqueros y tiburones como recordando los primeros días del café cuando era una taberna para marineros.

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En aquellos años, los jóvenes marroquíes apenas iban a los cafés. Las mujeres nunca. Pero el verano de 1946, una joven apareció entre los pescadores y no cualquier mujer, sino una famosa heredera estadounidense y socialité llamada Barbara Hutton.

Durante el día, Hutton tomaba té en el balcón y para la noche bajaba a su villa en Tánger para tener fiestas decadentes. "La Reina de la Medina", como llamaban a Hutton, pasó sus veranos en Tánger hasta 1974 y en ese tiempo visitó varias veces el Café Baba para tomar té o fumar hachís. La reputación del café creció entre la comunidad internacional, atrayendo intelectuales, artistas y estrellas de rock extranjeras, como los Rolling Stones. "Hippies talentosos", como Abdoul los llama.

Los cambios parecen llegar a Café Baba esporádicamente. La siguiente era de cambios llegó cuando Abdoul regresó a Tánger desde Gibraltar en 1996 para hacerse cargo del negocio luego de que su padre muriera.

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En ese entonces, el país entero estaba cambiando propietarios: de padres a hijos. El rey Hassan II murió en 1999 y su hijo, Mohammed VI, tomó el poder. La nueva generación trajo nuevas ideas y mientras el país se modernizaba también lo hizo el Café Baba. Abdoul limpió la casa, eliminando a personajes sospechosos y abriendo sus puertas a una generación más joven de marroquíes, estudiantes e incluso mujeres.

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En la época de su padre, "Si una chica venía al café", explica Abdoul, "todos sabían que no era buena". Ahora si una mujer viene a sentarse sola, Abdoul procura que nadie la moleste.

Hoy en día, las generaciones se mezclan, los jóvenes y los mayores. Y también la música que escuchan. En las mañanas tocan rock y trap; en las tardes, clásicos marroquíes. Una vez escuché Drake resonando al un compás Gnawa tradicional.

A pesar que Café Baba cuenta con una historia llena de personalidades y una aparición en Anthony Bourdain: Parts Unknown, el lugar permanece relativamente intacto. De vez en cuando un viajero con mochila al hombro o algún fanático de los Rolling Stones se materializa entre las bocanadas de kief, pero aparte de eso el establecimiento sigue siendo local. Abdoul quiere que permanezca así.

"Muchas personas han tratado de comprar este café por grandes cantidades de dinero", dice Abdoul. Una y otra vez él ha rehusado las ofertas. "Todos conocen mi negocio. Y antes de mí era el negocio de mi padre". Lo que es más, ahora los marroquíes saben quiénes son los Rolling Stones. Y algunos hasta saben que fueron al café de Abdoul. No es solo un negocio familiar, el Café Baba es una herencia familiar, parte del patrimonio de Tánger.

"Si lo vendo", dice Abdoul, "creo que perdería la razón".