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Rio 2016

¿Qué obtienes al gastar varios miles de millones en medidas de seguridad en Rio? No mucho

Miles de millones de reales gastados en seguridad no compran mucho si nadie se ocupa de revisar el interior de tu mochila.
Photo by Rob Schumacher-USA TODAY Sports

Por pura casualidad, el departamento que rento está junto al hotel donde el COI instaló a sus miembros y sus viáticos de 450 a 900 dólares diarios. Los letreros recién instalados dirigen a los autobuses y los autos hacia el "Hotel de la familia olímpica", vetado para el público en general. La policía federal está en alerta y hay carpas de seguridad con detectores de metales y bandas para revisar las bolsas que impiden que entre quien no tiene que entrar; es lo que debería suceder en teoría por lo menos.

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Entre el crimen callejero en la ciudad, el desasosiego político en Brasil y las amenazas del terrorismo internacional, la seguridad ha sido una de las preocupaciones principales de camino a estos Juegos Olímpicos. Ya ha habido robos a atletas y a la Villa Olímpica. Y por lo menos el mes pasado, Brasil arrestó a una docena de personas que supuestamente juraron lealtad a ISIS y que planeaban un ataque. El jefe de seguridad brasileño prometió que habría unos 85,000 miembros de la policía, de seguridad y militares en tierra durante los juegos, pero la semana anterior el Ministerio de Justicia echó a la empresa que supuestamente se haría cargo de las revisiones en los estadios. En su lugar, el gobierno está llamando a policías retirados en algo que el Wall Street Journal llamó, "un empuje de última hora en la seguridad olímpica".

Quizá fue por eso que entré al Parque Olímpico ayer sin haberme encontrado con ningún tipo de seguridad real.

Comenzó por la mañana del viernes, cuando intenté hallar el transporte de prensa hacia el Centro de Prensa Principal. Dado que no hay voluntarios olímpicos afuera de mi Airbnb, fui al lado al hotel del COI a preguntar dónde estaba la parada del transporte de prensa, ya que había regresado a casa en ese el día anterior. La voluntaria, extremadamente amable y extremadamente contrariada miró mi acreditación y me dijo, en esencia, que no podía utilizar el transporte del COI —algo que ya sabía yo; quería el transporte de medios— pero que me dejaría pasar por esta vez nada más. No la iba a corregir, porque el siguiente transporte del COI llegaba en 20 minutos, mientras que el de medios pasa cada hora.

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Mientras esperaba, varias personas me preguntaron si estaba formado esperando un "T3", lo que entendí que era jerga del COI para hablar de un "auto privado". Cualquier oficial del COI puede solicitar, en cualquier momento, un Nissan cuatro puertas —patrocinador oficial de los Juegos Olímpicos— que los lleva por toda la ciudad por su acceso ilimitado a los carriles olímpicos.

Cuando llegó mi transporte, la voluntaria me dejó pasar diciéndome que esta sería la "última vez" que lo podría utilizar. Otra persona, una mujer que vestía la indumentaria del Equipo de Gran Bretaña, se subió al transporte junto conmigo antes de salir. Se sentó justo a mi lado en lugar de en cualquier otro de los asientos libres.

El Parque Olímpico, la sede de la mayoría de los eventos, tiene la extensión aproximada de un Six Flags, pero con menos atractivo estético. Porque todo esto fue construido en los meses prevos nadie parece saber bien la traza del lugar, incluido nuestro conductor. Ejecutó varios giros en U en la vía principal del parque antes de acercarse a la entrada que requeríamos. Luego lo dirigieron hacia una carpa de seguridad, en la que había tres militares. El conductor salió, habló con ellos. La mujer a mi lado parecía que se encendería en llamas debido a la confusión.

Helicópteros de policía patrullan el Parque Olímpico . Foto de Rob Schumacher-USA TODAY Sports

Unos minutos después llegó otro transporte y el conductor salió mientras los militares inspeccionaban el frente del auto. Los demás pasajeros salieron y se alejaron caminando. Así que yo hice lo mismo.

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"¿Nos podemos ir?", preguntó la mujer de Gran Bretaña. Parecía ser una de esas personas que planean y disfrutan de vacaciones que consisten en andar casi todo el tiempo en autobuses.

"Supongo", supuse.

"¿Y a dónde voy de aquí?", me preguntó y con ello confirmó mis sospechas sobre sus preferencias vacacionales.

"¿A dónde quiere ir?"

"No estoy segura."

De inmediato compadecí a todo voluntario olímpico, porque me di cuenta que se enfrentaría a intercambios de este tipo docenas de veces al día. Me alejé sin decir nada más.

Un soldado me indicó un camino, y por ahí seguí, porque el hombre armado me dijo. Esto me llevó a una capra de seguridad como la que estaba afuera del hotel del COI. El hombre tras el scanner no estaba mirando la pantalla, ni siquiera estaba en posición para verla, y parecía estar enfocado en presionar el botón que hacía avanzar la banda. Crucé el detector de metal —que quizá no estaba prendido; traía el teléfono en el bolsillo y el detector no hizo ningún sonido— y recogí mi mochila, que no fue inspeccionada en lo absoluto.

Y luego caminé por el Parque Olímpico, el centro de medios y las conferencias de prensa del presidente del COI Thomas Bach y el equipo de basquetbol de Estados Unidos, sin haber sido sometido ni siquiera a la revisión de seguridad más superficial.

No soy el único que experimentó esta tratamiento laxo.

Um, if you're a gringo you can just walk into — Will Carless (@willcarless)August 3, 2016

En su reporte acerca de la seguridad en Rio del jueves, el Wall Street Journal habló con policías en activo y en retiro que dijeron que había habido muy poco entrenamiento para el personal llamado de último minuto para ser los que hicieran las revisiones en los escenarios de los Juegos. Un policía dijo al periódico que aún estaba aprendiendo a utilizar una herramienta tan importante como la máquina de rayos X —el jueves.

El gobierno brasileño gastó miles de millones en seguridad para estos Juegos Olímpicos, incluidos 2.9 mil millones de reales en un préstamo de emergencia para el fondo de seguridad de Rio en junio. Ese dinero pagó por el helicóptero que está circulando por encima del Parque Olímpico y el bote militar que navega en la bahía; pagó por docenas de policías federales y locales que acordonaron la calle fuera de mi departamento en la mañana del viernes cuando algunos ciclistas de ruta estaban entrenando. Quizá la acreditación que cuelga de mi cuello fue suficiente para ellos. Pero los miles de millones de reales gastados en seguridad no compran mucho si nadie se ocupa de revisar el interior de tu mochila.