Lo que aprendí recibiendo propaganda política por WhatsApp y Telegram durante una semana

Campaña Whatsapp

La entrada de la difusión de propaganda política a través del móvil es alarmante y, por desgracia, deja a la vista el virus que se está propagando en nuestra mente y nuestra vida de cara a las elecciones ultramediatizadas del 28A. En palabras del politólogo Andreu Jaume, “nos movemos en un mundo hipercomunicado donde la estupidez nunca había sido tan visible y rentable como ahora”. Es lo que conocemos como politainment. Una nueva forma de acercarse a los votantes a través de los medios de comunicación, hasta ahora llevado siempre a la televisión, especializándose en crear campañas destinadas a las masas, que se puedan difundir rápidamente.

Este método disuelve los temas centrales y socialmente importantes distrayendo la atención del espectador hacia otros asuntos más sensacionalistas, que cuelan como temas humanos. Un método inventado por —y para— los políticos, que podría decirse que en España comenzó con el desagradable chotis de Esperanza Aguirre y llega hasta Pablo Casado tocando el bajo rompiendo el marcador del entretenimiento político en televisión, pasando por Pablo Iglesias tocando los tambores al son de la banda sonora de Juego de tronos. Los tres casos, por si lo dudabas, en El hormiguero, el programa que más agresivamente ha llevado el politainment a los hogares españoles en las dos últimas décadas, epítome de la telecracia.

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Pero el problema ya no es (solo) ese. Ahora el poder de las televisiones ha sido destronado por el de las redes sociales, y en el caso de la política, por el de los grupos de difusión privados, sobre todo en WhatsApp y Telegram, las dos no-tan-últimas incorporaciones a las campañas políticas.

Un “fichaje estrella” más que se mueve en paralelo a los fichajes de personalidades mediáticas que bajo la apariencia de acercar referentes populares o personajes que han saltado a la palestra de la fama por una u otra razón —como Juan José Cortés, padre de Mari Luz Cortés, la niña asesinada en Huelva en 2008— enmascaran bajo maniobras publicitarias demagógicas una eminente voluntad de desinformación: ambos tipos de fichajes estrella fomentan una política emocional en la que el pueblo y sus referentes se convierten en difusores acríticos de la maquinaria propagandística de los partidos. En casos mediáticos, como el de Juan José Cortés, paradójicamente, los que un día fueron afectados directos por esta nueva conducta mediática pasan a formar parte de las mecánicas del politainment, de la misma forma que nosotros, a escala anónima, ponemos nuestro granito de arena en el mismo circo político-mediático. Es así como este show se traslada de la televisión, el nido de entretenimiento por antonomasia, a los móviles.

“Ahora el poder de las televisiones ha sido destronado por el de las redes sociales, y en el caso de la política, por el de los grupos de difusión privados, sobre todo en WhatsApp y Telegram, las dos no-tan-últimas incorporaciones a las campañas políticas”

Afectados y causantes se cogen de la mano y juegan con los sentimientos del público. Y los sentimientos mezclados con mentiras intencionadas son los ingredientes perfectos para alimentar el clima tóxico de la posverdad. Pero seguimos votando a los mismos que sacan rédito de la ponzoña que ellos mismos generan. No hace falta entrar en juicios de valor, lo que está claro es que, atrapados dentro de nuestros propios miedos y prejuicios, nos convertimos, a veces voluntariamente, en los conejillos de Indias de los partidos y el Gobierno.

Con los grupos de difusión de WhatsApp y Telegram, los partidos se han hecho, figurada y literalmente, con nuestros teléfonos móviles. Estamos dentro y por activa y por pasiva nos hacen partícipes. En primer lugar porque les estamos dando acceso a nuestros datos: la LOREG les permite enviar su propaganda por mensajería electrónica sin que sea considerado actividad o comunicación comercial, por lo que no están sometidos a las actuales leyes europeas sobre privacidad y por lo tanto obtienen el número y los datos asociados de manera lícita, según indica la Agencia Española de Protección de Datos, sin que tengan que avisarnos de que lo van a hacer, de qué van a hacer con ellos y sin que tengamos que dar nuestro consentimiento a todo esto.

A la vez, la difusión por WhatsApp y Telegram se basa en dos cosas: la primera es que es masiva e instantánea, y la segunda es que todos los contenidos son fáciles y rápidos de compartir. De los canales de los partidos a ese grupo abandonado de WhatsApp “Fiestas Alcañiz 2015” solo hay un paso. No nos encontraremos a Pablo Iglesias saliendo por la pantalla para decirnos “¡votad, cabrones!”, pero nos suministrarán una información sesgada y segmentada (por comunidad autónoma, ciudad, etc.) y dejaremos en manos de los partidos la única acción personal realmente efectiva que podemos hacer respecto a la información, que es cribarla nosotros mismos. Silvia Martínez, de la Universitat Oberta de Catalunya, señala que “la participación en grupos puede además mostrar una voluntad de mayor implicación por parte del usuario”, pero el creer que con un “reenviar” ayudamos a traer el cambio que queremos nos hace aceptar voluntariamente un rol que poco tiene de activista.

Si de algo no se puede tachar a las políticas llevadas a cabo durante esta flagrante campaña, es que sus objetivos parecen estar cumpliéndose. Como si estuviéramos en 2001, un mensaje con las dos palabras mágicas “ALTA BARCELONA”, te dará acceso a conocer las últimas noticias de cada partido según tu localización. Mientras que el PSOE y el PP mantienen una estrategia de difusión muy rígida y basada en un bombardeo informativo constante, de cara a una batalla cuyo destino es imposible de descifrar, Podemos, Ciudadanos y VOX son menos rígidos y juegan a hacer ver que su estrategia está menos definida, es más orgánica, como si de un colega obsesionado con las elecciones se tratase.

“Para qué necesitamos más de cien mensajes en Telegram durante un fin de semana si todos ellos son enlaces a la cuenta oficial de Twitter de los partidos”

De todas formas, para qué necesitamos más de cien mensajes en Telegram durante un fin de semana si todos ellos son enlaces a la cuenta oficial de Twitter de los partidos. Una invasión innecesaria que puede agotar. Algo que el PSOE arregla dándole los buenos días y buenas noches a sus votantes. Un mensaje supuestamente emotivo que se podría comparar con los mensajes de tu match del día en Tinder. El síndrome del encaprichamiento. Eso y las apelaciones inclusivas (“todos y todas”) con las que quieren subir puestos en la escala sentimental.

El PP, paradójicamente, acude a la estrategia del “¡Pásalo!”, un símbolo de cooperación ciudadana, en este caso para normalizar su mensaje inverosímil, como en las cada vez más habituales cadenas de fake news. Muchos emojis, muchas enfatizaciones y mucho decirle a los votantes que “ayuden”. Así, en negrita. Un efecto visual que hará creer que todos gobernamos si ellos gobiernan.

Podemos, en cambio, sigue a su bola y no publica ningún mensaje apelando al lector en Telegram ni en WhatsApp. Su vía de escape sigue siendo Twitter, aunque siempre siendo escrupulosos en sus mensajes, centrándose en sus actos y sus intervenciones en medios (un mensaje para el CM: no solo existe La Sexta).

Si el equipo de Pedro está trabajando en vídeos corporativos —inspirados en Titanic— sobre los asuntos que regularán si siguen otros cuatro años en el poder, Podemos quiso hacer lo mismo y el resultado fue una parodia del vídeo “Haz que pase” titulada “Pero tampoco te conformes”. El objetivo es siempre el mismo, dejar de lado el mensaje para hacernos participes emocionalmente de aquello que tenemos la tarea de difundir.

No me olvido de VOX y Ciudadanos, pero todavía no parecen haberse pasado al concepto de la difusión a través de dispositivos, al menos en sus canales oficiales, aunque también usa la táctica del “pásalo” cuando aparecen por sorpresa en mi móvil una vez a la semana, aunque sin apelar tanto al lenguaje emotivo. VOX sigue con sus vídeos rurales para acercarse a lo que ellos entienden por “la España real” y Ciudadanos sigue intentando crear una batalla con el PSOE a la que nadie hace caso y potenciando su imagen campechana de cuñado moderno.

Después de haber recibido estos mensajes durante una semana, darme de baja en estas listas de difusión fue bastante fácil. El sistema ideológico se impone con tanta acidez que provoca un cierto desasoiego para las decisiones que debemos tomar en pocos días. Incluso para mí, que sé a quién votaré. Por un momento te sientes dentro del asunto, como si fueras de Nuevas Generaciones o algo así, es muy loco compartir algo con tan directo con un partido político, sentir que te envían a ti mensajes directos. Es su estrategia: en nuestras cabezas todo es muy personal.

“El objetivo es siempre el mismo, dejar de lado el mensaje para hacernos participes emocionalmente de aquello que tenemos la tarea de difundir”

Cantidad no es igual a calidad, y es que las avalanchas de datos que llegan no siempre significa que se esté haciendo más o mejor, el problema viene cuando de un mensaje que llega a un usuario de cualquiera de estas dos aplicaciones, se cree veraz por el criterio emocional o ideológico del sujeto. Este sistema para difundir datos está sistemáticamente calculado al milímetro. Por ello se yerra en miles de ocasiones, pero si funciona quizás es porque hace que la campaña parezca más sólida. Es lógico que Santiago Abascal, que suelta datos en tantísimas ocasiones, fabrique una imagen de tío culto y aplicado en la búsqueda de información para que sus votantes estén al tanto de todo. Pero es muy fácil comprobar que esos datos tendrán una vida muy corta en el momento en el que se destapen como una mentira más. Este segundo paso es el que, en general, no solemos hacer.

En esta situación, pierde todo el sentido la idea de “jornada de reflexión”, si es que alguna vez la tuvo. Núria Bigas Formatjé, también de la UOC, propone una desconexión total de los dispositivos la noche previa a las elecciones, algo que no debería ser necesario si los partidos cumplen con las leyes y desactivan sus mensajes de acuerdo con el artículo 53 de la LOREG, pero tras quién sabe cuanto alimentándonos con propaganda y tras 15 días dentro de la burbuja de la campaña, ¿qué importa un parón de un día? El día de las elecciones, cuando nos levantaremos, nos haremos una foto metiendo el sobre en la urna (igual que los políticos) y nos iremos a esperar los resultados delante de la tele. Y procesaremos los resultados según nuestra ideología y los mensajes que nos ha ido lanzando. Un círculo que se cierra en el mismo sitio donde se originó para volver a empezar inmediatamente después. El politainment nos volverá a atrapar una vez más, porque el espectáculo de la política nunca llega a su fin.

Sigue a Cristina en @cristinaprz.

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