Este artículo apareció originalmente en holandés, en MUNCHIES NL.
Cuando veas a alguien con los ojos rojos, hinchados y llorosos, quizá es señal de que la primavera comenzó y se olvidó de tomar sus antialergénicos o ese alguien acaba de terminar una relación amorosa. Facebook —quien, de manera aterradora, monitorea cada uno de nuestros movimientos, incluyendo los cambios en nuestro estado sentimental— realizó una investigación y descubrió que la mayoría de las relaciones termina en primavera. La cantidad de relaciones rotas está en su máximo punto justo ahora, a mediados de mayo.
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Si lo piensas, realmente no es sorprendente. En invierno, nos encanta acurrucarnos junto a alguien mientras miramos las recomendaciones de Netflix, pero en cuanto sale el sol deseamos ser libres. Este fenómeno se llama “cuffing season” (temporada de reclusión): durante los meses fríos, la gente prefiere “recluirse” con alguien para pasar los helados días de invierno. Cuando el clima mejora, están impacientes por deshacer esas ataduras autoimpuestas.
Si eres el que comenzó la ruptura, por lo general estarás bien. Pero si estás del otro lado y hubieras preferido permanecer recluido un poco (o un mucho) más, es más difícil.
Un corazón roto es un sentimiento que te consume por completo, es terrible y afecta la manera en que comes. Hace poco fui testigo de esto personalmente: mi roomie no comió durante una semana completa luego de que su novio la cortara. “Quiero”, me dijo, “pero parece físicamente imposible, como si hubiera dos peleadores de sumo gigantes luchando en la boca de mi estómago”. Una semana después, logró hacer un giro de 180°: el contenido de su bolsa se limitaba a barras de chocolate y otro tipo de dulces. También se la pasa cantando canciones de Adele.
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Quizá nunca sepamos por qué se acaba el amor, pero quería entender los extraños efectos que un corazón roto tiene en nuestro apetito.
Primero, contacté a Gert ter Horst, profesor de neurobiología y Director del Centro de Neuroimagen en el Hospital Universitario de la ciudad de Groningen. Me dijo que definitivamente respondemos a las decepciones amorosas de manera física. “La pérdida del amor genera un poco de estrés”, explicó. “Así que, todas las respuestas relacionadas con el estrés a largo plazo se manifiestan después de una decepción amorosa. Por ejemplo, un ritmo cardíaco acelerado y niveles altos de cortisol o adrenalina. Esto, a su vez, provoca noches sin dormir y un estómago que gruñe pero al mismo tiempo rechaza la comida”.
“Podemos observar algo similar con actividades como el ciclismo y correr”, añadió ter Horst. “Los ciclistas deben comer bastante, pero es difícil para ellos [lograrlo]. Físicamente no pueden. Al igual que estar en una situación estresante, el nivel de adrenalina y el ritmo cardíaco aumentan durante la actividad excesiva. Debido a lo anterior, es casi imposible hacer que la comida pase por la garganta”.
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El no poder comer después de una ruptura amorosa es causado por el modo “pelea” que adopta tu cuerpo para enfrentar la ruptura, según ter Horst. El sistema nervioso simpático se activa, lo cual permite a tu cuerpo responder con rapidez ante una emergencia. Tus pupilas se dilatan, los alvéolos pulmonares se expanden y tu corazón comienza a latir más rápido. En resumen: entras en modo sobrevivir. Conseguir algo para comer se convierte en una preocupación secundaria. Para compensarlo, el cuerpo ha encontrado una forma de suprimir los dolores inevitables del hambre: hay pocas contracciones y relajaciones musculares en el estómago e intestinos, por consiguiente el proceso de digestión se ralentiza.
Algunas personas intentan recuperar esa sensación comiendo alimentos que los hagan felices, como el chocolate.
Además de todas las respuestas físicas al estrés, también tus emociones se descontrolan. Estar triste, deprimido o enojado tiene un efecto inmediato en tu apetito y la forma en que experimentas el sabor. “Las zonas del cerebro a cargo de las emociones y el dolor emocional también regulan cómo comemos, nuestra necesidad de comida y lo que probamos”, explica ter Horst. “Las áreas que se encargan de estas funciones están muy juntas y pueden influenciarse unas a otras”. Si de pronto no puedes soportar tu comida favorita luego de que tu amor haya aplastado tu corazón, esta podría ser la explicación.
Según ter Horst, por lo regular la gente termina consumiendo alimentos grasos tan pronto como recuperan el apetito. Comerás pizza mucho más frecuentemente que la gente a tu alrededor; el desayuno, la comida y la cena serán más pesados de lo normal. ¿La razón? Desearás alimentos muy calóricos. “Debido a que te encuentras en un estado de estrés, necesitas más calorías. Es más sencillo escoger comida chatarra que alimentos más sanos”.
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Leonoor van der Sloot, consejera de EFT (Terapia de Libertad Emocional) que trabaja en la ciudad de Lelystad, corrobora nuestro afán de comer alimentos grasos desde una perspectiva psicológica. “Cuando te enamoras, se libera mucha oxytocina. Te sientes seguro. Cuando una relación termina, de pronto los niveles de oxytocina se desploman. Entonces hay una carencia y prácticamente tu cuerpo tiene que desintoxicarse, lo cual puede hacerte sentir deprimido y malhumorado. Algunas personas intentan recuperar esa sensación comiendo alimentos que los hagan felices, como el chocolate. Los comedores emocionales son especialmente propensos a comer Ben & Jerry’s sin medida”.
Eso explica el comportamiento de mi compañera. Un corazón roto te altera de manera interna —tus niveles hormonales entran en una montaña rusa— y prefieres comer nada o consumir dulce tras dulce.
“Las mujeres sufren mucho más de males somáticos como dolores de estómago o cabeza en comparación a los hombres”
Para complicar aún más las cosas —porque obvio no son ya suficientemente complicadas— están las diferencias entre cómo procesan una ruptura amorosa los hombres y las mujeres. “Las mujeres sufren mucho más de males somáticos como dolores de estómago o cabeza en comparación a los hombres”, explicó ter Horst. Y ésos son el tipo de síntomas que influyen nuestra manera de comer.
No ha sido determinado qué provoca a las mujeres mayor sufrimiento por el estómago vacío y dolores abdominales que los hombres. Pero ter Horst supone que “el cerebro femenino tiene una forma distinta de afrontar el estrés en comparación al cerebro masculino”. Aún así, tanto ter Horst como van der Sloot coinciden en que la forma que tiene el cuerpo de responder al término de una relación varía de persona a persona, y realmente depende si fuiste quien propuso la ruptura o no.
De manera que si estás envuelto en una manta, rodeado de pañuelos usados, cajas de pizza vacía y envolturas de dulces mientras estás tratando de no mirar el Facebook de tu ex otra vez, sé fuerte: es una reacción completamente normal.