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Salud Mental

La autoayuda nos está jodiendo la vida

Hablamos con Iñaki Domínguez, autor de "Cómo ser feliz a martillazos".
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Imagen vía Pxhere/CC 0

Dice el sociólogo Iñaki Domínguez que el concepto de autoayuda es en sí mismo imposible. Que autoayudarse es como "obtener satisfacción afectivo-sexual a través de la masturbación". Y claro, así nos va. Nos pajeamos constantemente con las máximas que decoran los bancos y las marquesinas en forma de vinilos, con las ideas que oímos en los TED Talks que nos tragamos antes de dormir porque así sentimos que aprovechamos el tiempo y con los consejos que le dan los Javis a los chavales de OT.

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Vivimos, en fin, en una perpetua gayola en la que el reclamo no es ningún vídeo de Pornhub sino ideas y creencias que podrían estampar tazas de desayuno, panfletos de coworking o agendas de tercero de la ESO. "Si quieres, puedes", "el cambio está en ti mismo", "deja que tus sueños sean más grandes que tus miedos" y demás.


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Siguiendo con la analogía carnal, si en el caso de la sexualización el bombardeo es constante —¿por qué en los anuncios de colonias están siempre tan cachondos?—, en el de la autoayuda lo es, si cabe, aún más. Porque el pensamiento positivo no se encuentra solo en la mesa más grande de La Casa del Libro sino en series, películas, ideologías, políticas, terapias y pseudoterapias, camisetas, consejos de familiares, amigos y conocidos y una larga lista de objetos y realidades con los que convivimos cada día.

Sobre todos ellos, su origen, el por qué de su auge actual y sus implicaciones reflexiona el filósofo y antropólogo Iñaki Domínguez en Cómo ser feliz a martillazos, su nuevo ensayo. Un "manual de antiayuda" en el que se ponen de manifiesto cuáles son las carencias y quiénes los principales beneficiados del denominado "pensamiento positivo".

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VICE: Hola, Iñaki. Dices que el concepto de autoayuda es imposible, ¿por qué?
Iñaki Domínguez: Leí un comentario que identificaba la autoayuda con esa leyenda del Barón de Münchhausen. Es un héroe que se encuentra atrapado en una ciénaga junto a su caballo y se coge de su propia coleta para elevarse y salir del apuro, con el consiguiente fracaso. La ayuda solo puede brindárnosla otro.

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En todo caso, para mejorar la propia situación el único medio es interactuar activamente con el mundo material. Solo transformando la realidad seremos capaces de transformarnos a nosotros mismos. Somos seres gregarios y la felicidad está siempre en la interacción con otros, no en la introversión radical que se niega a confrontar el mundo. Por eso el concepto de autoayuda es inconcebible.

"La autoayuda está por todas partes, es parte de una atmósfera ideológica que inunda el discurso público. La autoayuda es necesaria, precisamente, cuando los demás se niegan a ayudarte"

Explicas el auge de los libros de autoayuda en el momento social que estamos viviendo pero te remontas a los estoicos para hablar de las primeras referencias al género. ¿Qué tenemos en común con ellos?
El pensamiento de los estoicos, primeros teóricos de la autoayuda aunque no llevase ese nombre, proliferó tras las conquistas de Alejandro Magno, cuando la polis perdió su posición y unos nuevos horizontes más amplios dejaron a las personas en cierta indefensión. Las normas tradicionales de conducta pasaron a mejor vida y digamos que algo similar pasa con la autoayuda contemporánea, que trata de otorgar parámetros de conducta en sociedades globalizadas. Por otra parte, el "todo fluye" de Heráclito, que despoja a la identidad de una base sólida, encuentra su axioma gemelo en la noción de "sociedad líquida" de Zygmunt Bauman. Parece que a día de hoy todo son "constructos culturales" y nadie sabe muy bien por dónde tirar.

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No solo ciertos libros o artículos podrían considerarse de autoayuda, ¿no? También otras ficciones (películas, series) o realidades (la publicidad, algunas corrientes de pensamiento, algunas políticas de empresa e incluso algunas camisetas de esas con mensaje)
Sí, si definimos la autoayuda como cognitivismo degradado, como "pensamiento positivo" como hago yo hago en mi libro. Entonces la autoayuda está por todas partes, es parte de una atmósfera ideológica que inunda el discurso público. La autoayuda es necesaria, precisamente, cuando los demás se niegan a ayudarte. Lo curioso es que se nos ofrecen herramientas inútiles para lograrlo.

¿A quién beneficia el auge de la autoayuda, el hecho de que creamos que con esfuerzo y un par de sencillas directrices podemos llegar a la autorrealización sin tener en cuenta lo que nos rodea?
Interesa y beneficia a un sistema cultural y económico cada vez más obsesionado con lo simbólico: las identidades, las palabras, los pensamientos… Este plano simbólico adquiere preponderancia a modo de migajas para una ciudadanía cada vez más impotente. Grandes corporaciones y empresas, mientras tanto, se hacen con los lucros materiales y son de lo más eficiente a la hora de transformar el mundo. El pensamiento, sin más, ya sea positivo o negativo, sirve para más bien poco. Y mucho menos sirve para ser feliz.

¿Qué relación guarda el narcisismo de nuestra sociedad y el boom de la autoayuda?
El constante rumiar la interioridad psicológica de cada cual expresa una fascinación con la propia subjetividad (el yo) que es, sin duda, narcisista. El pensamiento positivo aboga por una introversión que viene a significar verterse hacia dentro: modificar las ideas, la propia subjetividad. Toda introversión tiene mucho de narcisista puesto que otorga más importancia a las propias ideas que a la realidad externa. Hay que ser humilde y atreverse a aprender del mundo externo (objeto), no del interno (sujeto).

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"Si tienes unos zapatos que te quedan pequeños y te hacen heridas, ¿qué es mejor? ¿Imaginar que no te duelen los pies o cambiar de zapatos?"

¿Y el neoliberalismo?
El neoliberalismo, con su precarización desatada de la vida colectiva, está interesado en que nos imaginemos que todo va bien. Le interesa que nos imaginemos la realidad de color de rosa. El pensamiento positivo es una herramienta para desactivar el pensamiento crítico, el único verdaderamente transformador. Si tienes unos zapatos que te quedan pequeños y te hacen heridas, ¿qué es mejor? ¿Imaginar que no te duelen los pies o cambiar de zapatos?

Las redes sociales también tienen un poco de eso, ¿no? De imaginar que no nos duelen los pies y recrearnos en lo bonitos que son los zapatos aunque nos hagan rozadura.
Las redes son realidades construidas que nos ayudan a evadirnos y se basan en el narcisismo, en el pensamiento individual. En ambos casos se da preponderancia al elemento simbólico, a la representación. Lo sustancial es dado de lado en favor de reprogramar los pensamientos y ornamentar la imagen pública. Uno no es feliz por tener una imagen pública atractiva. Generalmente, uno tiene una imagen atractiva cuando es feliz.

En Cómo ser feliz a martillazos hablas del daño que nos ha hecho el pensamiento racionalista como ideología hegemónica en Occidente, pero, ¿cómo nos influye en nuestro día a día?
El racionalismo tiene dos caras: una que nos impide creer en nosotros mismos (racionalismo desencantado) y otra que nos hace creer que transformamos el mundo con solo pensar cosas (pensamiento positivo). Yo abogo por una vía intermedia en la que la acción ocupa un lugar central. Uno ha de llevar a cabo acciones significativas, sustentadas en el pensamiento crítico. No se trata de poner límites, pero tampoco de afirmar que estos no existen. La idea es descubrir a través de acciones cuáles son nuestros verdaderos límites.

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¿Qué hacemos entonces con nuestra insatisfacción personal? Hablas de enfrentarse a los miedos, de "besar a la serpiente" en referencia a Jim Morrison.
El modo de obtener satisfacción pasa necesariamente por enfrentarnos a nuestros miedos y actuar en el mundo de modo decisivo. Nada es gratis en esta vida y podemos estar seguros de que pensando no arreglaremos nada de nada. "Besar la serpiente", como dices, viene a ser el único medio por el que uno puede liberarse de la insatisfacción: enfrentándose a su monstruo interior o miedos personales. La acción reiterada nos fortalece y purifica de malos pensamientos. Es la acción, no el pensamiento, la que nos hace libres. La acción es el único medio verdaderamente eficaz para robustecer nuestra identidad.

"El racionalismo tiene dos caras: una que nos impide creer en nosotros mismos y otra que nos hace creer que transformamos el mundo con solo pensar cosas"

Una de las conclusiones de Cómo ser feliz a martillazos es que vivimos constantemente preocupados por lo simbólico, por el mundo de las ideas, tanto para con nosotros mismos como para con lo que nos rodea -la sociedad-. ¿Hemos dejado de lado por completo lo material?
Sin lugar a dudas. Se nos invita a caer en un "idealismo filosófico", según el cual, la realidad es el reflejo de nuestras ideas. Entre otras cosas, para que algunos puedan seguir centrados en el mundo de lo material y así sacar partido a nuestra ineficiencia vital. Mientras unos se esfuerzan en tener ideas positivas, otros se centran en sacar partido económico. Mi libro tiene como objetivo ser una crítica filosófica, pero también un modelo terapéutico. La verdadera salud está en la acción significativa y en la comunicación con los demás, al margen del aislamiento narcisista por el que aboga la autoayuda del pensamiento positivo.

Sigue a Ana Iris Simón en @anairissimon.

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