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Salud

El misterio de los animales 'suicidas'

La idea de que los animales se quiten la vida ha intrigado a la humanidad desde hace mucho tiempo.

Artículo publicado originalmente por VICE Australia.

La primer vez que escuché sobre el suicidio animal fue después de un acercamiento con los tarseros, un tipo de primate de las Filipinas. Estos pequeñísimos seres parecidos a Yoda son nocturnos y odian el ruido y el contacto humano; la miseria de estar atrapados en una búsqueda interminable por tomarse una selfie con ellos, como a la que me uní en un supuesto "santuario" tarsero, puede ser la causa de que ellos golpeen sus minúsculas cabezas contra la jaula hasta que mueren. Por supuesto, sólo descubrí esto después de haberme ido de ahí. Y me sentí horriblemente mal.

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Los tarseros no son la única especies propensa al suicidio. Los registros de animales que se han quitado la vida datan de tiempos ancestrales, con Aristóteles describiendo el caso de un semental que se arrojó al abismo después de darse cuenta de que se había apareado sin saberlo con su madre. Desde entonces, los expertos en animales y los medios de comunicación se han sentido intrigados al respecto: los científicos todavía no saben qué es lo que motiva a una manada de saludable de ballenas a encallar, y también tenemos a los roedores leminos que se han ganado un lugar en la cultura popular por arrojarse en masa de los acantilados.

La fascinación actual por el tema parece haber comenzado en la Inglaterra victoriana. Un artículo de noticias londinense de 1845 informó sobre un perro que parecía estar tratando de ahogarse. Después de haber sido rescatado en repetidas ocasiones, "volvió de inmediato al agua y, finalmente, mantuvo la cabeza hundida hasta que su vida se extinguió". Un número creciente de informes similares circuló durante las décadas de 1870 y 1880: un pato que se ahogó a sí mismo; un gato que se colgó de una rama después de la muerte de sus gatitos. Desde el punto de vista temporal, los ejemplos parecían surgir de la idea emergente de que los animales también tienen vidas internas y, por lo tanto, debían estar tratando de evitarse el dolor y el sufrimiento.

Ha habido casos más recientes de animales que supuestamente se suicidan, especialmente después de experimentar una crueldad indescriptible a manos del ser humano. En China en 2011, se supo que un oso cautivo asfixió a su cachorro y luego se suicidó después de que el cachorro fuera sometido a la inserción extremadamente dolorosa de un catéter en su abdomen para extraerle la bilis. De acuerdo con alguien que dice haber presenciado los procedimientos en la grotesca "granja de bilis", y cuyo testimonio fue citado en Reminbao.com:

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"La madre oso rompió su jaula cuando escuchó a su cachorro aullar de miedo antes de que un trabajador perforara su estómago para extraerle la bilis… Incapaz de liberar al cachorro de sus ataduras, la madre abrazó al cachorro y finalmente lo estranguló. Luego dejó caer al cachorro y corrió a estrellar su cabeza contra una pared, matándose al momento".

El uso del término suicidio es "discutible" en un marco científico porque requiere que demostremos la intención consciente de morir de un animal, dice Barbara King, antropóloga y autora de How Animals Grieve. "¿Cómo podemos medir de manera confiable tal cosa?", pregunta ella.

Sin embargo, King señala a los delfines como quizás el indicativo más fuerte de que el suicidio ocurre en el reino animal. Dice que los delfines son conocidos por contener la respiración hasta morir cuando se enfrentan a una muerte segura al ser cazados, o cuando son cruelmente confinados. "Los delfines respiran conscientemente y son extremadamente inteligentes, hasta el punto de poder planificar de maneras complejas, por lo que quizás el suicidio esté dentro de su ámbito de elección".

El Dr. David Pena-Guzman de la Universidad Estatal de San Francisco ha escrito extensamente al respecto, y cree que los animales son capaces de un comportamiento autodestructivo. "También hay evidencia de que los animales tienen vidas emocionalmente ricas", dice, "y experimentan emociones negativas como trastorno de estrés postraumático, depresión, aflicción complicada, etc., los cuales comúnmente se reconocen como precursores del suicidio".

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Algunas mascotas, argumenta Pena-Guzmán, de hecho, pueden morir de dolor cuando pierden a su dueño, del mismo modo que nosotros nos sentimos devastados cuando ellos mueren. "Los animales cuyos compañeros humanos mueren pueden sentirse destrozados por la pérdida", dice. "En algunos casos, se hunden en una depresión tan profunda y tan oscura que simplemente pierden la voluntad de vivir. Dejan de comer y mueren".

Un perro y una tumba. Foto vía Shutterstock.

Sin embargo, Antonio Preti, psiquiatra de la Universidad de Cagliari, cree que se trata más bien de una proyección del tipo de dolor específico de los seres humanos en los animales. Le dijo a la BBC que las muertes de estas mascotas se pueden explicar como el resultado de la interrupción de un vínculo social: "El animal no toma la decisión consciente de morir; lo que ocurre es que el animal estaba tan acostumbrado a su amo que ya no acepta alimentos de otro individuo".

Algunas conductas animales que parecen ser suicidas son algo totalmente diferente, dicen otros expertos. Tomemos el ejemplo de las ballenas: son criaturas sociales, por lo que cuando un miembro de la manada se enferma y busca seguridad en aguas poco profundas, los demás lo siguen. No necesariamente lo hacen con la intención de acabar con sus vidas.

Los roedores leminos tampoco se suicidan, esa es una leyenda urbana que le debemos a Disney. Los leminos eligen migrar en grandes grupos cuando la población se vuelve demasiado densa y sobrepastorean sus alrededores inmediatos; buscan nuevos hábitats y pueden morir accidentalmente en el proceso, al caer por una pendiente empinada o ahogarse en un río.

Otro ejemplo extraño son las arañas. Las arañas madres a veces permiten que sus bebés se las coman aún estando vivas. No es un suicidio, como tal, sino una manera desinteresada de darle a su descendencia su primera comida nutritiva, lo que ayuda a asegurar su supervivencia.

Aunque no hay consenso en el mundo científico sobre si los animales son capaces de morir mediante el suicidio, Pena-Guzman considera que el estudio de los animales nos enseñó mucho sobre el suicidio en los humanos. "La mayor parte de nuestro conocimiento sobre el suicidio humano, incluido el conocimiento de sus causas, proviene de las inferencias hechas acerca del suicidio humano a partir de la investigación con animales", dice. "Esto tiene sentido sólo si existen fuertes paralelismos —biológicos, neurológicos, psicológicos, cognitivos y sociales— relevantes para el suicidio entre humanos y animales. Estos paralelismos respaldan aún más la idea de que los animales tienen lo que se necesita para llevar a acabo un suicidio".