Drogas

Estuve en una fiesta de Dan Bilzerian y fue exactamente como esperaba

Gente ridículamente guapa, modelos traídas para la ocasión y una mujer vapeando disfrazada de María, reina de Escocia.
JG
London, GB
JP
fotografías de Jason Patrick Galvin
MA
traducido por Mario Abad
dan bilzerian fiestas noche expectativas drogas

Una de las lecciones que he aprendido en esta vida es que, sin contar con las bodas, ningún evento con barra libre es divertido. Porque si lo fuera, no haría falta poner bebidas gratis. Hace poco asistí a un evento que confirmó mi teoría: la fiesta que celebró el mismísimo Dan Bilzerian ⎯y no pretendo fardar⎯ para lanzar su nueva gama de productos con CBD, Ignite.

En general, fue uno de los eventos más estremecedores a los que he ido: una perturbadora mirada a un Londres paralelo ⎯en el que todo el mundo está moreno, tiene los ojos vidriosos y trabaja para el Mail Online⎯ cuya realidad nunca se cruza con la del Londres en que yo vivo. Porque ya os digo que en mi vida he visto a toda esa gente en un pub de barrio ni en ninguna rave queer.

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Total, que esa noche me sirvió para conocer mis insuficiencias, tanto profesionales como personales. No volveré a ser el mismo después de esto.

mary queen of scots vaping

Antes de ir, no sabía mucho de Bilzerian, aparte de las caras de auténtico horror que me ponía la gente cuando mencionaba su nombre. Una consulta en Wikipedia arrojó una lectura muy interesante. Desde sus humildes inicios como hijo de un especialista de adquisiciones empresariales, Dan logró amasar una fortuna como jugador de póquer profesional.

"Bilzerian es la clase de hombre que publica fotos en las que aparece comiendo directamente de la espalda de una mujer, en un jacuzzi, y como pie de foto escribe: es el #diainternacionaldelamujer, has de estar agradecido porque sirven para muchas cosas"

Una vez le prohibieron la entrada a un club de Miami por darle una patada en la cara a una modelo. Otra modelo de 18 años lo demandó por haberla tirado a la piscina desde la azotea de su casa. Vale que la chica le había dado su consentimiento, pero no sé, ir tirando a adolescentes desde los tejados… Bilzerian es la clase de hombre que publica fotos en las que aparece comiendo directamente de la espalda de una mujer, en un jacuzzi, y como pie de foto escribe: “es el #diainternacionaldelamujer, has de estar agradecido porque sirven para muchas cosas”.

vaping woman

Gracias a perlas como esta, Bilzerian se ha convertido en el lienzo sobre el que millones de heteros despreciables proyectan sus fantasías con mujeres sumisas. Además de presentarse como candidato a la presidencia de Estados Unidos, se hizo una foto con Donald Trump y escribió: “con tanta mariconada de corrección política, hay que respetar a alguien que habla sin filtros”. Réplica: ¡no, no hay que respetarlo! Soy un firme defensor de la mariconada de la corrección política y de los que creen que no hay que dar patadas en la cara a las mujeres, así que todo apuntaba a que Bilzerian y yo no nos íbamos a llevar muy bien.

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Eso no tenía por qué ser un problema, ya que entrevistarlo nunca había entrado en mis planes. Pero entonces me escribió su RR. PP. el mismo día del evento para informarme de que me habían invitado al apartamento de Bilzerian para un cara a cara exclusivo con él. ¡Qué suerte!

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Antes de llegar, esperaba encontrar un ambiente un poco del rollo “feria industrial”, con stands de información y mesas redondas sobre la eficacia del CBD para el tratamiento de la gota. Sin embargo, lo que me encontré fue una escena con un grado de pijerío algo superior al que encontrarías en una discoteca de provincia.

Todos los asistentes parecían concursantes de Love Island (luego supe que no iba tan mal encaminado, ya que había varios famosetes de reality shows presentes). Es más, me dio la sensación de que varias personas se ofendieron cuando les pregunté sus nombres, como si ya tuviese que saber quiénes eran. Lo siento, pero a mí esos programas que son pura frivolidad me la traen al pairo. Cuando hayáis publicado un libro publicado por Editorial Siruela, me habláis.

Todos eran guapos, vestían ropa muy cara y, lo que más me cabreaba de todo, se mostraban amabilísimos. En las situaciones incómodas, siempre reconforta saber que puedes llegar y decir “aquí son todos unos bordes”, pero es que todas las personas con las que hablé fueron superagradables.

Mis complejos de inferioridad y superioridad rugían en mi interior: comparado con la gente que me rodeaba, me veía traslúcido, escuálido y mal vestido. Solo me consolaba pensar que al menos a mí me habían pagado por estar ahí, a diferencia de toda esa gente asquerosamente guapa.

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people posing nightclub

La cola para pedir bebidas era interminable, y me puso muy nervioso la pachorra del camarero ⎯al que seguramente pagarían una miseria⎯, que se tomó su tiempo para atenderme.

No llevaba ni una hora allí y la experiencia ya me había cambiado profundamente, pero para mal. Pedí tres cócteles, pero emborracharme solo contribuyó más a mi aburrimiento. Alguien debería escribir un ensayo sobre el tedio en entornos supuestamente glamurosos. Es un tema fascinante.

Esperaba que se respirara un ambiente más de fumetas (no en vano Ignite se dedica a comercializar productos de cannabis), pero ninguno de los asistentes encajaba con el estereotipo del clásico fumador de maría.

Quizá los influencers de Instagram, como segmento demográfico, son demasiado ambiciosos como para colocarse. Cabe destacar que todas las personas con las que hablé consideraban el CBD un elemento totalmente independiente de la marihuana, lo cual tampoco es del todo erróneo: aunque deriva de la planta del cannabis, el CBD no es psicoactivo y no coloca.

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Ellos iban más allá y lo presentaban como algo saludable y limpio. Incluso me contaron que les había ayudado mucho con la ansiedad, el acné y otras lesiones. En ocasiones se ha insinuado que las cantidades de CBD de algunos productos comercializados son tan bajas que la experiencia del consumidor se debe más bien a un efecto placebo que a otra cosa, aunque oyendo hablar a esta gente, supuse que eso era lo de menos.

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"Imagino que, cuando eres influencer de salud, no queda muy bien salir en una foto con un tío con la cabeza rapada y la boca sucia de suflé de salmón"

Aburrido de esperar a que Bilzerian despertara de su sueño, mi fotógrafo y yo nos dirigimos a la pista de baile, donde me puse hasta el culo de canapés. Nadie puso reparos en que les hiciéramos una foto, pero se mostraban más reacios cuando les proponía salir yo también. Imagino que, cuando eres influencer de salud, no queda muy bien salir en una foto con un tío con la cabeza rapada y la boca sucia de suflé de salmón.

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A esas alturas ya iba bastante pedo, y cuando el DJ puso “Bitch Better Have My Money”, me temo que perdí la cabeza por completo. Diría que estaba disfrutando como el 50 por ciento más que cualquiera de los presentes, hasta que grité la parte de “PAY ME WHAT YOU OWE ME” tan fuerte que me zumbó el tímpano y estuve con dolor de oído el resto de la noche.

Un rato después, llegó el momento de la entrevista, pero cuando mi fotógrafo y yo llegamos a la terraza, no había ni un alma; en ese momento atenuaron las luces y cerraron el bar. Nos sentamos y decidimos qué hacer a continuación. Nuestra situación había empezado a tomar un cariz existencial. Y es que, ¿acaso no estamos todos, en un sentido metafórico y general, esperando a que nos dejen entrar en el apartamento de Bilzerian? Al cabo de veinte minutos, recibo un mensaje del RR. PP. indicándonos que nos encontremos en el vestíbulo para ir juntos a la habitación de hotel de Bilzerian, una estancia insulsamente lujosa cuyos únicos elementos llamativos eran un trono hecho con piel de vaca y una máquina que te convertía en un GIF.

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Los allí reunidos formábamos un grupo de lo más extravagante: además de nosotros, había unos cuantos periodistas y fotógrafos y siete glamurosas jóvenes a las que habían llevado para una sesión de fotos. No sabía muy bien cuál era su función, aunque luego me enteré de que a varias de ellas las habían contratado y traído desde Estados Unidos para trabajar como modelos para la marca Ignition.

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Me sentí intrigado por el acuerdo. Por una parte, son empleadas que asisten a un evento de trabajo en calidad de profesionales, pero tratándose de Bilzerian, que se autodenomina el Hugh Hefner del siglo XXI, no pude evitar pensar si alguna de las chicas estaría colgada de él, o si vieron en esto una oportunidad para pasar unos días de vacaciones pagadas.

Esto último sería perfectamente comprensible. Si un multimillonario de 39 años me invitara a Los Ángeles con todos los gastos pagados, para asistir a una fiesta en la que te recibiera vapeando una mujer vestida de María, reina de Escocia, aceptaría la oferta en un abrir y cerrar de ojos.

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Debo decir que hubo cero bromas entre las chicas y Bilzerian. Fue todo muy frío, no hubo ni bromas ni jugueteos a lo Benny Hill. Con el resto de nosotros se mostró correcto pero algo tosco. Estuve en la habitación diez minutos, básicamente merodeando en segundo plano, y no voy a mentir y deciros que después de aquello he logrado entender mejor a este personaje. Antes de la fiesta, albergué mis fantasías de soltar a Bilzerian unas cuantas preguntas incómodas y acabar arrastrado por un par de guardaespaldas hasta la calle, con una costilla rota.

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Me imaginé cuestionándole el machismo que rezuma su campaña de marketing de Ignite en Estados Unidos, o exigiendo saber si no le parecía injusto estar ganando dinero con la industria del cannabis cuando hay tanta gente, sobre todo negra y latina, en la cárcel por delitos menores relacionados con las drogas en Estados Unidos.

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La realidad fue muy distinta: solo tuve dos minutos y me avergüenza decir que la cagué. Hice una broma ridícula sobre hacerme una foto sentado en su regazo y luego le hice la pregunta más inocua que se pueda imaginar: “¿Cuáles son los beneficios para la salud del CBD?”. Con un tono hastiado, soltó la clásica retahíla: ansiedad, insomnio, dolor físico… Me fui de allí con las costillas intactas pero la integridad moral dañada de forma irreparable. Me habían abierto las puertas del Edén y yo salí sin las respuestas que entré buscando.

Me empezó a entrar el agobio al pensar que al día siguiente tenía que levantarme temprano para trabajar y que había bebido más de la cuenta. Luego caí en la cuenta de que era una oportunidad perfecta para poner a prueba las supuestas bondades del CBD.

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Rebusqué en la bolsa que nos habían regalado al entrar, saqué un vapeador de CBD y le di varias caladas. Por favor, CBD, rogué, haz tu magia. ¿Funcionó? Pues algo. El simple acto de inhalar produjo, hasta cierto punto, el efecto deseado. Pero al domingo siguiente, después de una noche intensa, volví a probarlo y constaté que me dejó hecho una mierda, placebo o no.

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Al día siguiente hablé con la doctora Maria di Forti, psiquiatra del King’s College London especializada en la relación entre el cannabis y la psicosis. Di Forti manifestó su esperanza de que el CBD sirva para tratar enfermedades mentales, si bien se mostró escéptica respecto a algunos de los fantásticos beneficios que se le atribuyen.

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“Lo que me preocupa”, me contó, “es esa visión tan optimista de que el CBD no tiene efectos secundarios y es totalmente seguro. Todavía nos queda mucho por conocer de esta sustancia y sus propiedades farmacológicas. Y luego está la presión de las empresas comerciales, que quieren convencernos de que el CBD lo cura todo”.

Obviamente, no hay que desestimar los testimonios de quienes aseguran que el CBD les resulta efectivo. Pese a ello, muchos de sus supuestos beneficios todavía están por demostrar, y es difícil creer que a las empresas que los proclaman les mueva el altruismo. Odio ser yo quien te lo diga, pero que sepas que a Dan Bilzerian le importa bien poco la artritis de tu madre.

“Lo que me preocupa es esa visión tan optimista de que el CBD no tiene efectos secundarios y es totalmente seguro. Todavía nos queda mucho por conocer de esta sustancia y sus propiedades farmacológicas. Y luego está la presión de las empresas comerciales, que quieren convencernos de que el CBD lo cura todo”

Respecto a la experiencia de ir a una fiesta de promoción de un producto que ni me va ni me viene y estar rodeado de gente a la que envidio y desprecio a partes iguales, te aseguro que en cuanto se me presente otra oportunidad, me apunto de nuevo.

@fudwedding / @jasonptrk

Este artículo se publicó originalmente en VICE UK.