¿Ayudan los videojuegos a mejorar el cerebro de los jugadores de fútbol?
The Helix, courtesy of TSG Hoffenheim

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creando superjugadores con el fifa

¿Ayudan los videojuegos a mejorar el cerebro de los jugadores de fútbol?

Hay multitud de estudios que prueban que se puede mejorar la velocidad en la toma de decisiones de los futbolistas: quizás los videojuegos sean la herramienta que buscábamos para lograrlo.

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La primera mitad está por terminar y me parece que no puedo evitar que Adrian Beck, un centrocampista del equipo de fútbol sub-19 del Hoffenheim, me meta otro gol. Y otro. Cuando me mete el tercer gol, sus cejas rubias se arrugan en una especie de disculpa verbal, casi como si se sintiera culpable.

"Lo siento", me dice.

Beck tiene 18 años. Está muy delgado y es extremadamente rápido. Yo tengo 31: ni estoy delgado ni soy rápido. En realidad tampoco importa mucho. No estamos fuera, en un campo verdadero; ni siquiera estamos jugando a fútbol de verdad. Sencillamente estamos jugando al FIFA 2015 con una Xbox en una habitación de la residencia impecablemente limpia de la Academia del Hoffenheim, en Alemania.

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Pensé que tenía una buena oportunidad de vencer a Beck dada mi experiencia y dados mis años. No tengo todo el tiempo libre que solía tener, pero cuando se trata de la serie FIFA, me siento siempre un viejo veterano astuto y listo a enseñar mis experiencias a los demás. Llevo jugando a este videojuego seguramente desde que Beck tenía dos años; retomando mi antigua afición, pensé que mi sabiduría me ayudaría a ganar fácilmente.

Pero no, no lo hizo. Beck, de hecho, parece saber lo que voy a hacer antes de que lo haga. Es alucinante. Él baila con los defensas de mi equipo, mientras los míos van hacia todas partes como si no supieran en que portería marcar. Parece que haya un error en el videojuego: no consigo quitarle la pelota, parece que sus jugadores tengan imanes en las puntas de sus zapatillas. Y en las raras ocasiones en las que tengo la pelota, la aguanto durante máximo 3 segundos y luego desaparece. ¿Qué está pasando?

La velocidad del juego se ha multiplicado en los últimos años. Imagen vía Reuters.

Tal vez Beck pase más horas jugando de las que pasa respirando. Él asegura que no. Tal vez estoy oxidado. Eso seguro que sí. O tal vez haya algo más que no puedo entender.

¿Será que es bueno en el FIFA, en parte, es porque es bueno en el fútbol de verdad? ¿Podría su experiencia en el fútbol de la vida real ayudarlo a pensar más rápido con la consola? O mejor aún, ¿puede que también sea más bueno jugando al fútbol porque es bueno jugando al FIFA?

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Hace un par de años, al cuerpo técnico del Hoffenheim —cuyo primer equipo juega en la primera división de la Bundesliga— se acercó el psicólogo Jan Mayer con una petición: ¿me permitís que enseñe a los jugadores a pensar más rápido? Los entrenadores al principio reaccionaron con estupor. Preocupados por el ritmo ya acelerado del juego, pensaron que los jugadores no serían capaces de aguantar una subida de ritmo a nivel mental, y que de todos modos tampoco hacía falta.

Mayer se sorprendió. Igual que muchos psicólogos deportivos, su trabajo hasta ese momento se basaba en conceptos popularizados por un libro innovador de 1976 de Timothy Gallwey llamado El juego interior del tenis, que discutía la manera de "aquietar la mente" y entrar y permanecer en 'la zona', el momento de máxima concentración que puede lograr un deportista. La velocidad de pensamiento, no obstante, era algo que Mayer no había considerado nunca en su carrera. Pero pronto se dio cuenta de que había sido miope durante mucho tiempo.

Michael Jordan tenía la capacidad de mantenerse en 'la zona' durante largos periodos de tiempo, lo cual le permitía alcanzar un nivel competitivo extraordinario. Imagen vía WikiMedia Commons.

Los jugadores retirados son reacios a admitirlo, pero el ritmo del fútbol de primer nivel ha aumentado drásticamente en los últimos 15 años. Comparar el juego de hoy con el fútbol que se jugaba en el año 2000 es un poco como comparar las carreras de autos contemporáneo con su homólogo de 1970. Los campos son los mismos; las reglas son las mismas; pero todo lo que ahora sucede es mucho más rápido que antes. Los jugadores son mucho más fuertes físicamente, y el personal médico en los clubes de élite no tiene más remedio que buscar nuevas formas de tratar las lesiones de los jugadores.

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Y si el lado físico evoluciona, el lado mental también debería cambiar para no quedarse atrás. El año pasado, el psicólogo de la selección alemana, el doctor Hans-Dieter Hermann, señaló que el tiempo de posesión de la pelota promedio por jugador de su equipo durante la Copa del Mundo se había caído de 2,9 segundos en 2006 a sólo 0,9 segundos en el 2014: una disminución de más de tres veces del tiempo que los jugadores utilizan para tomar decisiones. Y todo este cambio había pasado en solo ocho años.

"Si el juego va más rápido, entonces no es sólo una cuestión de músculos o ejecución", dice Mayer. "Donde hay que ser más rápidos es en la cabeza"

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"¿Quizás hayas oído hablar del libro Pensar rápido y lento, de Daniel Kahneman?"

Estamos en la oficina del doctor Mayer en el centro de formación del Hoffenheim en Zuzenhausen, un pueblo de unos 2.000 habitantes en el suroeste de Alemania, cerca de Heidelberg. Fue allí donde Mayer obtuvo su doctorado en 2004. Ahora, a sus cuarenta y pocos años, Mayer ha estado viniendo a esta oficina-granja desde que empezó a trabajar con el Hoffenheim en 2008.

El estadio Rhein-Neckar, hogar del 1899 Hoffenheim alemán. Imagen vía WikiMedia Commons.

Pensar rápido y lento es una buena base para entender mejor lo que Mayer está haciendo en su "laboratorio-granja". El libro es una de esas publicaciones imprescindibles sobre ciencia que nosotros, los mortales comunes, podemos entender y que salen una vez cada diez años.

Pensar rápido y lento describe dos sistemas de pensamiento que nuestro celebro utiliza para tomar decisiones y los choques que se pueden verificar entre ellos. Kahneman describe así los dos sistemas:

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"Sistema 1: elabora de forma automática y rápida el pensamiento, con poco o ningún esfuerzo y sin sentido de control voluntario".

"Sistema 2: asigna atención a las actividades mentales con el esfuerzo que exigen —incluyendo cálculos a veces muy complejos. Las operaciones del Sistema 2 se asocian a menudo con la experiencia subjetiva de la persona, y requieren más tiempo porque utilizan más datos guardados en nuestras cabezas."

Leo Messi anotando un gol frente al Atlético de Madrid. Foto de Javier Barbancho, Reuters.

Consideremos ahora un jugador de fútbol profesional: mucho de lo que hace con la pelota —lo que llamamos 'técnica'— ya está en su cabeza desde pequeño. Cuando Lionel Messi hace de los defensas unos conos de entrenamiento, no está perdiendo tiempo pensando en adónde debería ir y cómo: simplemente coge la pelota y hace lo que quiere. Esa es una automatización: y ahí es el sistema 1 que obra.

Sus habilidades en manipular la pelota, en realidad, no son muy distintas de las de otros jugadores profesionales; lo que diferencia a Messi de muchos otros jugadores es la rapidez en tomar una decisión. De hecho, es como si su celebro —como un ordenador de nueva generación— pudiera acceder a las experiencias y las capacidades guardadas a lo largo de los años más rápidamente.

"El mayor potencial [para aumentar la velocidad de pensamiento entre los profesionales]", dice Mayer, "está en la percepción más rápida, en el análisis más rápido, en las decisiones correctas más rápidas y en la acción más rápida. Y eso está todo en el área de pensamiento lento, [el sistema 2]".

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Hace muchos años que los psicólogos saben que los atletas de élite suelen sacar notas muy altas en las pruebas de las que se conocen como "funciones ejecutivas", específicamente en los campos de la creatividad, del seguimiento visual, al cambiar de tarea, en la memoria de trabajo y en el control emocional. Es una especie de misteriosa peculiaridad: los jugadores de fútbol de élite suelen ser mejores en todas esas cosas de lo que vosotros o yo jamás podríamos soñar de ser.

El psicólogo Dr. Torbjörn Vestberg testa a Xavi Hernández, ex capitán del FC Barcelona.

La pregunta es: ¿se pueden entrenar las funciones ejecutivas?, es decir ¿se puede mejorar el Sistema 2?

La respuesta podría ser sí… y el entrenamiento para lograrlo se parecería un poco a un videojuego.

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Desde los primeros días de Pong, los videojuegos se han visto como algo esencialmente sin valor. Pero la realidad de lo que hacen a nuestro cerebro —y por lo tanto su valor— es mucho mayor de lo que podría parecer… y mucho más complicado de determinar.

Durante el último lustro, los psicólogos de todo el mundo han estado estudiando y probando nuestros cerebros a través de los videojuegos. Una nueva investigación muestra que los mejores jugadores en juegos de acción—en particular en aquellos en primera persona, como Call of Duty— tienen mucho en común con los atletas de élite de deportes de equipo cuando se trata de las funciones ejecutivas. ¿Otros grupos que comparten estos rasgos mentales? Las fuerzas especiales del ejército y los controladores del tránsito aéreo.

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Mayer me entrega con entusiasmo una serie de artículos académicos sobre el tema. Digamos que son ciertamente espesos.

"El aumento de la velocidad de procesamiento, la experiencia de trabajo de conmutación, el seguimiento de objetos…", enumera Mayer: "Todas estas cosas que necesitamos en el campo se pueden mejorar a través de los videojuegos. Y eso es un enfoque científico que nos entusiasma".

"[Aquí en Hoffenheim] también medimos estas funciones ejecutivas, y notamos la mejora de las mismas con los chicos que juegan regularmente a videojuegos", prosigue el doctor. "Entrenamos sus cerebros: sus capacidades en el procesamiento de las informaciones subieron casi del dos por ciento; su concentración, hasta el diez por ciento", explica Mayer con entusiasmo.

La mítica pantalla Helix en la granja-laboratorio del Hoffenheim. Foto cortesía del TSG Hoffenheim.

Como si fuera una señal, de repente oigo un pequeño golpe proveniente de la ventana y noto que hay una cara joven apretada contra el cristal, con una mano que le cubre los ojos por el resplandor del sol de agosto. El estadounidense Russell Canouse, de 20 años, juega actualmente con el segundo equipo del Hoffenheim. Hoy acaba de llegar a la oficina-granja de Mayer para su entrenamiento mental.

Mayer le da a Canouse un iPad. El corpulento centrocampista defensivo, de metro ochenta de altura, se sienta en un escritorio e inicia un juego. No es Call of Duty; no hay armas. En la pantalla solo aparecen una serie de azulejos, todos grises e idénticos, exceptuando tres o cuatro que son de colores. De repente todo se mezcla durante unos segundos y los azulejos rebotan en el borde de la pantalla. Cuando al final se detienen, Canouse selecciona los azulejos que cree que han sido de colores al comienzo del ejercicio. Es una prueba de memoria y de visión periférica.

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Cuando termina, Canouse da a Mayer su puntuación. Sus números son registrados para realizar un seguimiento de su desarrollo. "No es simplemente venir aquí y jugar", dice Mayer, en referencia al juego del iPad. "Es cuestión de formación".

Captura de pantalla del juego Call of Duty: Advanced Warfare.

Más tarde, Canouse juega a otro juego. Este se proyecta sobre la pared; la intención es poner a prueba su memoria y su campo visual haciéndole recordar la ubicación y el tipo de distintos dibujos de animales que aparecen en escenas muy cortas. Miro por un tiempo como Canouse hace clic en pájaros y nutrias y tortugas de colores azul y amarillo y rojo. Cuando comete un error, se maldice en voz baja.

"¿Crees que esto te ayuda?", le pregunto.

Canouse no responde de inmediato. Está enfocado en la tarea. Cuando llega la respuesta, es en un tono monótono lento.

"Creo que si lo haces con bastante frecuencia", dice, "definitivamente te sirve de algo".

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La comunidad científica está empezando por fin a comprender la naturaleza de las funciones ejecutivas y de cómo se relacionan con nuestra capacidad para ejecutar diversas tareas del mundo real. Pero quedan muchas preguntas todavía. Torbjörn Vestberg, un investigador de primer nivel, ofrece algunos ejemplos.

"Hay algunos estudios que se han llevado a cabo con niños pequeños que presentan el llamado trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH), lo cual es realmente un problema a la hora de concentrarse", dice. "Se puede trabajar con la memoria de estos niños a través de ejercicios, pero… ¿realmente afecta tener un nivel normal de memoria a la hora de paliar el trastorno? Nadie lo sabe realmente. O si el paciente ya es mayor, ¿se puede mejorar drásticamente? Nadie lo sabe tampoco".

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También está el problema de la vinculación de la formación abstracta con nuestra experiencia humana. Los jugadores están mejorando en juegos como los que ha jugado Canouse en la 'granja' de Mayer, pero… ¿realmente lo que mejora es la capacidad cognitiva general del individuo? ¿O sencillamente mejoran sus habilidades para jugar a ese juego específico y nada más?

Cuando comenzó su trabajo en el pensamiento rápido, Mayer creía que se trataba de un aumento general. Trabajando con el patrocinador del Hoffenheim, la compañía de tecnología SAP —el multimillonario Dietmar Hopp, dueño del Hoffenheim, es uno de los fundadores de SAP—, Mayer transformó una pequeña habitación de un edificio cercano en un verdadero laboratorio especializado para el seguimiento de múltiples objetos.

Las oficinas centrales de la empresa SAP, en la calle que lleva el nombre de su fundador: Dietmar Hopp. Imagen vía WikiMedia Commons.

Hoy, la sala contiene una pantalla enorme que hace una curva de 180 grados y es conocida como el Helix. Fue reconvertida por SAP, dado que originalmente estaba pensada para efectuar llamadas virtuales durante hipotéticas conferencias. Mayer se jacta de que su dispositivo es único en el mundo. En la pantalla, diferentes jugadores dibujados se mueven por el césped de un estadio virtual. Los atletas de Hoffenheim que trabajan con Mayer tienen que seguirlos.

Durante los últimos años, todos los jugadores del Hoffenheim han pasado por una serie de pruebas al comienzo de la temporada. Los que sacan una calificación más baja son los primeros que deben enfrentarse con el Helix. Algunos son escépticos, pero Mayer dice que cambian de opinión cuando se dan cuenta que en realidad los mejores en el campo también son los mejores delante del Helix —como Sebastian Rudy, que a parte de jugar para la selección alemana también tuvo una puntuación excepcional en los tests iniciales.

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Sebastian Rudy, jugador del 1899 Hoffenheim e internacional por Alemania. Foto de Ina Fassbender, Reuters.

Aunque algunas investigaciones apuntan a que las diferencias de nivel entre jugadores profesionales están directamente relacionadas con sus funciones ejecutivas generales, Mayer advierte de que al menos de momento no se ha establecido una correlación científica entre el nivel de habilidad de un jugador en el campo y las puntuaciones de un jugador en el laboratorio.

Lo que Mayer hace en su laboratorio habría parecido un ejercicio basado en la pseudociencia hasta hace un año: exigir a los jugadores que entrenen en una sala llena de maquinaria extravagante parecía más una cuestión de ciencia-ficción que algo real. No obstante, el pasado mes de enero, un estudiante de doctorado en Montréal llamado Thomas Romaes publicó un documento que legitima gran parte de lo que está haciendo Mayer.

El título del trabajo de Romaes es súper largo —3D-Multiple Object Tracking training task improves passing decision-making accuracy in soccer players—, pero las implicaciones deportivas son potencialmente enormes. Es el primer estudio que muestra un efecto de transferencia entre la formación de laboratorio de las funciones ejecutivas y la toma de decisiones en el campo.

Específicamente, Romaes descubrió que un grupo de jugadores que participaron en ejercicios prácticamente iguales a las actividades de seguimiento de objetos de Mayer demostró una mejora del 15 por ciento en sus habilidades de toma de decisiones en el campo.

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Una demostración del NeuroTracker utilizado por Romaes.

Según Romaes, muchos de los mejores clubes de Europa —entre ellos el Olympique de Lyon y el Manchester United— ahora usan ejercicios de seguimiento de múltiples objetos en sus regímenes de entrenamiento. La competencia lo exige: la vanguardia de hoy es el viejo sombrero del mañana. Esta lucha por obtener una ventaja parece inevitable, a pesar de que hay mucho en la forma de pensar en los seres humanos que simplemente no entendemos.

Vestberg —que aún no ha leído los estudios de Romaes— sigue estando seguro de que el entrenamiento cognitivo puede seguir mejorando: "Tal vez el cerebro es más como un músculo", dice. "Puedes entrenar el músculo para que crezca, pero hay un cierto límite".

Algunas personas, explica, son más fuertes que otras de forma natural. Lo mismo ocurre en el cerebro. "No creo que mediante el entrenamiento se pueda llegar a ser el mejor del mundo. Naces con tus características, de una cierta manera."

Pido a Vestberg si cree que la leyenda del FC Barcelona, Xavi Hernández —que probó los ejercicios de Vestberg— nació o no con habilidades especiales.

El ex capitán del FC Barcelona Xavi Hernández celebra un gol con Leo Messi en la última temporada del catalán en el club. Foto de Gustau Nacarino, Reuters.

"Estoy seguro de que sí", dice. "Quiero decir, en Suecia —y no sé cómo es en Alemania— todos creen que se puede hacer mediante la formación y la educación, pero yo no. Si eres una estrella mundial, significa que has nacido con algo que los demás no tienen", explica.

"En realidad, nadie puede decir, 'tú necesitas llegar a este nivel para ser el mejor en el mundo'. Nadie sabe dónde está ese nivel", prosigue. "Para ser el mejor en los 100 metros lisos, por ejemplo, necesitas algunos músculos especiales que muchos no tienen. No consiste sencillamente en practicar y esperar que automáticamente todo funcione".

Romaes ha establecido que el entrenamiento de Mayer tiene un efecto, pero… ¿cuánto? ¿Y por cuánto tiempo? ¿Qué nivel de entrenamiento es óptimo para ver mejoras? ¿Los resultados valen la pena si tenemos en cuenta el tiempo invertido en el entrenamiento? ¿El estudio, que se realizó con jugadores aficionados, será valido también para los profesionales que ya piensan bastante rápido? Todas estas preguntas aún no tienen respuesta.

Presentación del juego FIFA 14 para Xbox en una feria en Alemania. Imagen vía WikiMedia Commons.

Hay una cosa en la que Romaes y Vestberg están de acuerdo: utilizar los videojuegos comerciales —y no aquellos establecidos en los laboratorios de Mayer— probablemente no ayuda. Hay demasiado ruido en un juego típico de FIFA.

"Los videojuegos tienen que ser muy simples y entrenar algo específico para ser efectivos", dice Romaes. "A veces es una cuestión de toma de decisiones —como ir o no ir, por ejemplo, que es una disciplina muy popular— o el seguimiento de múltiples objetos. En los grandes videojuegos, estos detalles son menores, pero si queremos mejorar a los jugadores, es por ellos por donde debemos empezar".

Mayer es un poco más optimista. Él reconoce el ruido, y señala que en un juego como Call of Duty o FIFA no hay manera de analizar las diferentes habilidades cognitivas y el seguimiento de su mejora. Mayer, no obstante, sigue pensando que los juegos podrían marcar la diferencia… o por lo menos no hacer daño.

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Cuando pregunto lo que piensa a Adrian Beck, el jugador del equipo sub-19 del Hoffenheim, su respuesta es enfática. El fútbol y el FIFA no tienen nada que ver entre sí. Pero en el dormitorio, ya que jugamos, no puedo evitar preguntarme: ¿terminaron en la basura todas las horas de FIFA que yo jugué hace años? ¿O simplemente yo no nací con la habilidad de Beck? Después del partido, sintiendo una rara conmoción, dejé el mando en la mesa.

Beck me había ganado por cinco goles a cero.