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con amigos así no hacen falta enemigos

La banda de La Covatilla, la historia de traición más rocambolesca de la Vuelta

En la Vuelta a España de 2002, un grupo de corredores que teóricamente eran amigos protagonizaron una de las historias de traición más locas del ciclismo profesional.
Imagen vía Reuters

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El ciclismo es un deporte de épica: el mundo lo admira por sus ascensos a cimas inalcanzables, al sufrimiento al que se someten los deportistas, a los esfuerzos inmensos con el único objetivo de rascar unos segundos a los rivales y conseguir la gloria.

El ciclismo, sin embargo, también tiene su parte oscura: en los últimos tiempos parece que si uno no se dopa no puede aguantar el ritmo. La exigencia es tan bestial que muchos consideran que la cosa se ha ido totalmente de madre.

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Y si hacer trampas dopándose es malo, ya ni te digo todo lo que hacían los piratas que protagonizan esta historia.

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Los personajes principales de este relato son cuatro jóvenes españoles que prometían muchísimo en el ciclismo. Los llamaban 'la banda de la toalla' por su afición a pasarse horas y horas en la playa para evitar que se les notase el moreno de ciclista —una pasatiempo que incluso les llevó a posar desnudos para Interviú. Los cuatro entrenaban juntos y eso les llevó a trabar una fuerte amistad: juntos soñaban con ganar algún día el Tour de Francia.

Hasta aquí todo parece bonito. Lo desalentador del caso es que esta amistad entre Miguel Ángel Martín Perdiguero, Aitor González, Santos González y Rubén Lobato estuvo a punto de terminar como el rosario de la aurora.

Aitor González celebra la victoria que le daría la Vuelta a Suiza en 2005, pocos meses antes de ser acusado de dopaje. Foto de Dominique Favre, Reuters

Aitor González, el que más éxitos cosechó de esta extraña banda —demasiado parecida a una de gángsters—, ganó la Vuelta de España de 2002 luchando contra todo: desobedeció al jefe de filas de su equipo; se impuso al favorito de la competición; y por último, tuvo que aguantar la traición de sus tres mejores amigos.

Para entender la magnitud de esta traición es necesario explicar cómo empezó ese año. González, a pesar de quedarse a las puertas de ganar el Giro de Italia, comenzó siendo el segundo de a bordo del equipo Kelme-Costa Blanca. Los responsables de la escuadra eligieron a Óscar Sevilla como líder, porque aún tenía que cumplir diversos años de contrato y así se aseguraban que no se fuera otro equipo. El contrato de González, en cambio, estaba a punto de acabarse: era prescindible.

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Para paliar la desventaja de no ser el cabeza de filas, González ganó una contrarreloj —su gran baza en las grandes vueltas— y dejó en la estacada a Sevilla en la subida del Angliru: en vez de tirar de él como buen gregario, González lo abandonó en medio de la lluvia y se escapó hacia el triunfo con el ciclista de un equipo rival, Roberto Heras. A pesar de dejar ganar la etapa a Heras, la escapada posicionó a González como candidato para imponerse en la Vuelta.

Antes de empezar la etapa de La Covatilla, la decimoctava de la competición y la última con final en alto, González ocupaba la segunda plaza de la clasificación a solo 40 segundos de Heras. Sus otros tres amigos de la 'banda de la toalla' pertenecían al equipo Acqua e Sapone-Cantina Tollo, pero aún siendo de escuadras diferentes, todos los competidores sabían de su gran amistad.

En el pelotón, no obstante, no hay amistades que valgan.

Óscar Sevilla aprieta los dientes en el Angliru mientras ve como su compañero de equipo, Aitor González, le traiciona y se escapa con su máximo rival, Roberto Heras. Imagen vía Reuters

La etapa de la Covatilla era la más importante, dado que era la última en que las posiciones de los primeros de la general podían cambiar antes de encarar la contrarreloj individual definitiva de Madrid. Heras, aun siendo líder, necesitaba atacar para conseguir más ventaja sobre González, ya que como decíamos antes a Aitor se le daban muy bien las contrarrelojes.

En los primeros puertos de esa etapa, nadie del grupo de cabeza se movió ni un milímetro: todos estaban atentos a lo que hacían sus rivales. Al empezar la subida a La Covatilla todo cambió: Heras tomó la iniciativa del ataque. A su rueda iban González y sus tres amigos, además de Óscar Sevilla y Joseba Beloki. Heras había 'quemado' a sus gregarios para intentar neutralizar cualquiera escapada, así que en el grupo de los siete ciclistas favoritos no tenía soportes para aguantar toda la subida.

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González, por su parte, solo tenía a Sevilla, que aún siendo el jefe de filas supuestamente tenía que ayudarle por ser el mejor clasificado en la general. Sevilla, sin embargo, se sentía traicionado: no estaba nada claro que finalmente le ayudase. González, pues, se tenía que fiar de sus tres amigos de la banda… o eso pensaba, puesto que no hay amigos que valgan en una competición así.

En estas condiciones, Heras convenció a Perdiguero, Santos González y Lobato —los tres otros miembros de la 'banda de la toalla'— para que tirasen de él. Obviamente esto desconcertó a todo el mundo, incluido a Aitor, que vio como sus amigos de borrachera y de descanso en la playa se 'vendían' al enemigo.

Perdiguero se justificó al acabar la etapa, pero evitó aceptar que lo hizo para ayudar a Heras.

Yo puse a tirar al equipo porque me sentía fuerte y creía que iba a ganar la etapa

Miguel Ángel Martín Perdiguero, ciclista de palabra poco fiable

Perdiguero, Lobato —que era el último de la clasificación— y Santos González trabajaron para Heras sin el consentimiento de su director, que vio como tres de sus ciclistas hacían caso omiso de sus indicaciones y daban soporte a un rival directo.

Los tres corredores del equipo Acqua e Sapone-Cantina Tollo se pusieron en fila delante de Heras y, como si de la llegada a un sprint final se tratase, tiraron de él mientras iban quemando sus fuerzas. Óscar Sevilla, que no quería ayudar al compañero de equipo que lo había traicionado, también se quedó atrás. Finalmente llegó el momento en que se quedaron solos Heras y González, que había aguantado como había podido el arreón de su máximo rival y sus tres amigos.

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Ninguno de los dos tenía opciones de llevarse la etapa, porque Santiago Blanco se había escapado hacia muchos kilómetros en solitario y les llevaba un buen trecho… pero lo importante eran los segundos de margen antes de la contrarreloj que decidiría la Vuelta.

Siempre vigilándose de cerca: Roberto Heras (izquierda) y Aitor González (derecha) se pasaron la Vuelta a rueda. Imagen vía Reuters

Heras atacó de nuevo: esta vez, González no pudo seguirlo. Al cabo de pocos metros, el ciclista del US Postal fingió que desfallecía y se dejó atrapar por el corredor del Kelme. No era más que una estrategia: Heras quería que González gastase todas sus fuerzas en vano. Cuando Heras volvió a atacar, su rival ya estaba fundido del todo.

Ese tenía que ser el golpe definitivo a la Vuelta.

En estas, Óscar Sevilla, el líder traicionado del Kelme, vio la oportunidad de recuperar la segunda posición y su maltrecho orgullo. Atrapó y superó a González, el renegado del equipo. A un kilómetro del final de la etapa, sin embargo, Sevilla tuvo un arrebato de conciencia —o quizás simplemente recibió una amenaza del director de equipo— y redujo el ritmo para esperar a González y tirar de él hasta la línea de meta.

Dos días después de acabar la etapa de La Covatilla le preguntaron a Perdiguero por qué había traicionado a su amigo… y su respuesta dejó más incógnitas que certezas, dado que aseguró que en todo momento sabía lo que hacía y que todo había sido para ayudar a González.

Creo que le he hecho un favor a Aitor: sabía que estaba muy fuerte y que no iba a perder la Vuelta aquí

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Miguel Ángel Martín Perdiguero, ciclista de moral dudosa

Al final, la Vuelta la ganó González marcándose una contrarreloj de campeonato —nunca mejor dicho— que relegó a Heras a la segunda posición. Sus tres amigos de la 'banda de la toalla' —ahora ya conocida como la banda de La Covatilla— celebraron la victoria como suya, a pesar de haber ayudado, a priori, a su enemigo.

Los cuatro miembros de la banda siguieron siendo amigos a pesar de —o gracias a: nunca lo sabremos con seguridad— esa decimoctava etapa de La Vuelta a España de 2002. Años más tarde, todos menos Perdiguero fueron suspendidos por dopaje o por resultados anómalos en su pasaporte biológico.

Miguel Ángel Martín Perdiguero —izquierda, con el casco en la mano— en el momento en que se retiró del ciclismo, a las puertas de La Covatilla, solo cuatro años después de esa memorable etapa con sus tres… ¿amigos? Foto de Dani Cardona, Reuters

Miguel Ángel Martín Perdiguero, ahora concejal de Ciudadanos en San Sebastián de los Reyes, se retiró del ciclismo en las primeras rampas de La Covatilla en 2006 para protestar contra la hipocresía de este deporte y para dejar claro que estaba en contra de los controles antidopaje y del circo que envolvía el ciclismo.

Aitor González, por su lado, acumula diversas denuncias y detenciones por conducir bajo los efectos del alcohol y drogas, por agresiones y por estafas.

Angelitos.

El autor de este artículo no subiría nunca a La Covatilla en bici, pero seguro que se iría de fiesta con la banda: @21pauriera