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Identidad

Las vampiras lesbianas son siempre lo mejor

Para celebrar la nueva adaptación sáfica de James Franco del filme de culto “Mother, May I Sleep with Danger?” (1996), repasamos la evolución del erótico mito popular de las chupasangres en el cine.
Screengrab via "The Hunger"

"¡Vampiras lesbianas!", grita Tori Spelling durante la promoción del inevitable remake de su película de culto Mother, May I Sleep With Danger?, que justo cumple su vigésimo aniversario. Mientras que la Mother original sumergía a la heroína protagonizada por Spelling en un romance amoroso con un hombre misterioso, el remake viene avalado por el artista apropiacionista e icono cultural James Franco. De modo que, en esta ocasión, Spelling interpreta a la madre de una universitaria que se enamora de una vampira lesbiana.

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La decisión de Franco de reinventar una peli cutre de universitarios heterosexuales en una historia de amor entre chicas parece obvia, teniendo en cuenta su pasión por los mitos nada moralizantes y su fijación por la cultura queer, pero aun así es uno de los poquísimos cineastas que mantienen viva la llama del cine de vampiras lesbianas, que vivió su época dorada con las películas de serie B de los setenta. Desde filmes de terror como The Moth Diaries (2011) hasta Vampyres (2014) un remake en español de la película de sexploitation de 1974 que llevaba el mismo nombre, las cintas sobre vampiras lesbianas han sobrevivido bastante bien hasta el siglo XXI.

Sin embargo, la actitud generalizada hacia la sexualidad de las mujeres y la sexualidad queer ha evolucionado rápidamente en las cuatro últimas décadas. Películas como La vida de Adèle y Carol son tan solo los recordatorios más recientes de que ya no es preciso ocultar la lujuria lesbiana detrás de tramas sobrenaturales para esquivar la censura. Entonces, ¿qué finalidad tienen actualmente las vampiras lesbianas y por qué nuestro apetito por este arquetipo parece tan inmortal como las criaturas mismas?

El cine de vampiras lesbianas se remonta a la Era Dorada de Hollywood. La obra de Theda Bara durante la era del cine mudo —perdida en gran parte— proporcionó a las vampiras un temprano momento de gloria, pero este tipo de personajes no obtuvo su primer giro lésbico (extremadamente codificado, eso sí) en la gran pantalla hasta 1936, con la película La hija de Drácula, secuela de la icónica película de 1931 Drácula, de los estudios Universal. Aunque aquel filme pionero estaba en principio basado en un cuento breve de Bram Stoker, la mayoría de películas posteriores sobre vampiras lesbianas se han inspirado en Carmilla, la novela gótica escrita en 1872 por Sheridan Le Fanu, o bien en la enormemente mitificada biografía de la condesa húngara sedienta de sangre Elizabeth Báthory, que vivió en el siglo XVI.

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En la década de 1970, la confluencia de la revolución sexual, de la segunda ola del feminismo y de lo que por entonces se conocía como movimiento de liberación gay propició una explosión de películas de bajo presupuesto sobre vampiras lesbianas. "El inicio de los 70 fue un momento importantísimo para las lesbianas", explica Andrea Weiss, documentalista, escritora y autora de Vampires and Violets: Lesbians in Film ("Vampiros y violetas: las lesbianas en el cine"). "Todos aquellos grupos de activistas lesbianas, todas aquellas mujeres que salieron del armario… Incluso hubo mujeres hetero que atravesaron fases de lesbianismo porque estaba de moda".

Pero el erotismo casposo del sello británico de terror Hammer Films y el fascinante softcore de directores europeos como Jesús Franco y Jean Rollin no fueron expresiones de este nuevo despertar del lesbianismo, sino que en gran parte fueron como una reacción en forma de rabieta. "Aunque el lesbianismo reflejado en aquellas películas excitaba a los hombres, también era una expresión del malestar que suscitaba lo que estaba sucediendo en el temprano movimiento de defensa de las mujeres. Las vampiras queer de ese período, que a menudo también chupaban sangre del cuello de los hombres, parecían pinups del cine clásico de terror, con sus tetas, sus labios y sus melenas. Y las películas a menudo las retrataban como amenazas para la sociedad que debían ser vencidas por un héroe masculino. Las amantes vampiras, una parodia del filme Carmilla de Hammer estrenado en 1970, podría ser el más claro ejemplo de esta fórmula: la chupasangre de Europa del Este encarnada por Ingrid Pitt seduce a muchachas inocentes y lentamente les extrae la vida hasta que un grupo de hombres se reúne para cortarle la cabeza y restablecer el orden patriarcal.

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Theda Bara como Vamp, 1918. Foto vía Wikimedia Commons

Pero no todas aquellas películas eran tan simplistas. Justine Smith, una crítica que escribe una columna sobre amor y erotismo en el cine en el sitio web sobre películas Vague Visages, califica el filme de 1971 Daughters of Dakness, dirigido por Harry Kümel, como "una representación casi positiva de una relación amorosa entre lesbianas, aunque sigue cayendo en los tópicos asociados con la ficción lésbica en general, como presentar a las lesbianas de más edad como depredadoras o abocar los romances lésbicos siempre al fracaso". Según Smith, historias como esa "se centran en aproximarnos al 'exótico' atractivo del lesbianismo pero después se echan atrás para restaurar el statu quo de la ficción heteronormativa".

Una vez pasó el shock inicial que suscitó la visibilidad de la libido de las mujeres, el interés de los directores (y del público) por las vampiras lesbianas también se desvaneció, aunque las películas que se hicieron en las décadas de 1980 y 1990 a menudo eran mucho más empáticas —y simplemente mejores— que las que se habían hecho antes. Leah Deyneka, coeditora del libro Dracula's Daughters: The Female Vampire on Film ("Las hijas de Drácula: las vampiras en el cine") junto a Douglas Brode, menciona el filme de 1994 Nadja y especialmente el de 1983 El ansia como los dos logros artísticos más importantes en torno a este mito. En el último ejemplo, Catherine Deneuve interpreta a una inmortal que deja de interesarse por su amante de hace 200 años (David Bowie), quien repentinamente ha empezado a envejecer, y dirige su atención al personaje de la joven doctora interpretado por Susan Sarandon. Aunque el vampiro siempre representa a un exótico "otro", Deyneka cree que "en una obra como El ansia, el 'otro' es extremadamente atractivo. No lo veo como algo feo o perverso".

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Jon Abrams, editor jefe del sitio web sobre cine de terror y de culto Daily Grindhouse, encuentra que la elección del reparto de El ansia muestra cierto sesgo feminista. "En cualquier otra película sería fácil imaginar a Bowie interpretando al Conde Drácula", afirma. "Aquí Catherine Deneuve es la figura alfa y el personaje de Bowie en la historia finalmente se ve suplantado por el personaje de Susan Sarandon. Se presenta como una especie de evolución en el transcurso de la historia pero, en términos sociopolíticos, en el contexto de la era, posee su propia carga eléctrica".

La mayoría de filmes de terror siguen representando el deseo femenino como algo bastante monstruoso

Más o menos al mismo tiempo que El ansia mostraba la canónica escena sexual entre Deneuve y Sarandon, las mujeres queer empezaban a abrazar las obras sáficas de bajo presupuesto de los setenta y a hacerlas suyas. Weiss recuerda que, cuando ofrecía conferencias sobre el mito de la vampira lesbiana durante la década de 1980, las mujeres lesbianas del público "se caían del asiento" cuando veían los fragmentos de películas que mostraba. Las activistas de la década anterior eran "muy jóvenes y serias, y estaban furiosas. No había mucho margen para reírse de aquellas imágenes igual que podemos hacerlo ahora", indica. "Poder hacerlo llevó un tiempo".

Aunque su atractivo sensual sigue siendo innegable, el hecho de que sigamos viendo y haciendo películas sobre vampiras lesbianas hoy en día le debe mucho a su reapropiación por parte de las mujeres, que se basa tanto en nuestro conocimiento del cliché como en nuestra capacidad para detectar los aspectos de esas películas que resultan realmente liberadores. Parte de ese poder es inherente al género de vampiros en su totalidad. "El vampiro puede convertir a sus víctimas en nuevos vampiros", afirma Abrams. "Los vampiros no necesariamente destruyen a la gente, como los zombis, sino que los convierten en personas como ellos. Son corruptores. Después del ataque de un zombi no queda nada, pero después del ataque de un vampiro, se crea algo nuevo. El nuevo vampiro se siente liberado, incluso aunque los humanos que deja atrás se sientan horrorizados al ver su transformación".

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Incluso las películas de vampiras lesbianas creadas para servir como "material de paja" pueden incluir un trasfondo empoderador. Según la crítica cinematográfica Alexandra-Heller-Nicholas, coeditora de la publicación Senses of Cinema y escritora de cuatro libros sobre género, violencia y cine de terror, "La idea de que el duradero legado de las vampiras lesbianas se reduzca simplemente a hacer que los tíos hetero se la meneen un rato se viene abajo frente a la realidad de lo que impulsa las relaciones lésbicas en esas películas. No solo giran en torno al sexo, sino también en torno al poder de esas mujeres. Al elegir salirse de la heteronormatividad, independientemente de la poca ropa que lleven las protagonistas o de lo mucho que enseñen sus atributos, existe fundamentalmente una insinuación en esas películas de que el patriarcado es una norma que puede rechazarse".

La periodista cultural aficionada al cine de terror Alison Nastasi, editora en Flavorwire, cree que la capacidad de permanencia de este mito se debe más a su inversión de los roles de género que a la heterosexualidad. "Los vampiros son autónomos y normalmente se les retrata como seres solitarios", indica. "Y hay algo realmente seductor en no tener miedo y estar tan centrado en uno mismo, especialmente en el caso de las mujeres, que normalmente se encasillan en el papel de cuidadoras desinteresadas o segundonas". Nastasi admite que muchas de esas películas siguen un patrón misógino y que acaban castigando a la mujer por sus apetitos egoístas, "pero aun así me gustaría pensar que las vampiras lesbianas son más atractivas como símbolo de expresión sexual abierta, como mujeres a las que simplemente todo les importa una mierda".

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Por supuesto, también existe la posibilidad de que sigamos adorando a las vampiras lesbianas porque nuestra actitud no ha evolucionado tanto desde los setenta como nos gustaría pensar. "El deseo femenino y el deseo lésbico siguen estando muy estigmatizados, o al menos distorsionados, en gran medida porque casi siempre se contemplan desde la perspectiva de los hombres", explica Smith. "La mayoría de películas de terror siguen representando el deseo femenino como algo bastante monstruoso y caen en tópicos que a día de hoy ya casi van a cumplir un siglo".

Eso explicaría por qué las películas de vampiras lesbianas están en este momento en una especie de limbo. Distintos ámbitos de la industria del entretenimiento siguen produciendo variaciones sobre el tema que no son reaccionarias pero tampoco subversivas, sino más bien llanamente conscientes de sí mismas. Durante este siglo, la idea de apropiación del género por parte de las lesbianas ha producido parodias como Lesbian Vampire Killers en 2009, pero también han aparecido títulos más serios que se apoyan en todos los referentes que cabría esperar, como The Moth Diaries y Eternal (2004).

"¿Hemos progresado algo?", se pregunta Smith. "Sí, creo que sí. Pero no puedo pensar ni siquiera en un ejemplo de vampira lesbiana especialmente revolucionaria en los últimos diez años".

Tiene razón. Y probablemente se deba al problema que define la industria cinematográfica en 2016: que sencillamente no hay suficientes directoras mujeres trabajando actualmente como para constituir un bloque subversivo en ningún género cinematográfico (merece la pena señalar que la cineasta Mary Harron, directora de Yo disparé a Andy Warhol y de American Psycho, dirigió también la decepcionante Moth Diaries). Weiss recuerda que la cineasta lesbiana de origen alemán Ulrike Ottinger tenía pensado emparejar a Tilda Swinton y a Isabelle Huppert en una película sobre vampiros (basada en Elizabeth Báthory), pero el proyecto se paralizó en torno a 2010. "Habría sido un cambio increíble con respecto a todos los filmes sobre vampiras lesbianas que se han hecho antes", indica Weiss.

Si hay algún sitio en el que sí puedes encontrar historias de vampiros sexualmente progresistas, es la pequeña pantalla. Pam, el personaje favorito de los fans de Crepúsculo, es una chupasangre pansexual interpretada por Kristin Bauer van Straten —una reminiscencia de Deneuve pero en versión muerta— que equilibra una crueldad deliciosa con una lealtad inquebrantable. Y Deyneka indica que series con temática sobrenatural para adolescentes como Buffy Cazavampiros, Crónicas vampíricas o The Originals incluyen "personajes auténticamente queer [ya sean humanos o vampiros] que suponen positivos modelos a seguir" (aunque estas series también tengan el exasperante hábito de matar a todas las lesbianas con las que la audiencia se pueda sentir identificada).

La película de James Franco Mother, May I Sleep With Danger? también se emitirá por televisión y, durante el estreno en Nueva York, él parecía compartir las mismas preocupaciones que tantos otros creadores de guiones para adolescentes. "Creía que los vampiros serían una gran plataforma, o una metáfora o un filtro para poder hablar sobre los problemas que surgen al hacerse mayor, los problemas de identidad y todo eso", declaró. El historial de Franco nos hace dudar de que vaya a ser él quien por fin aporte una versión subversiva del mito de las lesbianas vampiras, pero muchos telespectadores sintonizarán el canal correspondiente para ver cómo lo intenta.