FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

Adiós, Alexander Shulgin

Siempre he dicho que “nunca habrá otro Alexander Shulgin” y es cierto, pero lo último quería es ser el único de su clase. Así que modificaré mi declaración: Nunca habrá otro Alexander Shulgin, pero su creación es tan prolífica e inspiró a tantas...

Foto del laboratorio de Shulgin por el autor

Alexander Shulgin falleció el pasado lunes a las 17:00 horas en su casa de Lafayette, California, rodeado de sus amigos y familiares y de su mujer y colaboradora, Ann Shulgin. Su muerte, a los 88 años de edad, no llegó por sorpresa —hacía varios años que su estado de salud había empeorado—, pero no por ello deja de llenarnos de una profunda tristeza a mí y a muchos otros que lo conocían. Durante las próximas semanas se escribirá mucho sobre los brillantes logros que han marcado la vida y la carrera profesional de Sasha, tema sobre el que ya he realizado varios artículos para VICE. Tuve la gran suerte de visitar el hogar de Sasha y Ann al menos una docena de veces, comer en su cocina, hablar sobre química en su laboratorio y cuidando de los cactus en su jardín. Obviaré la información biográfica básica para contar unas cuantas cosas importantes que no deben olvidarse del maestro y de su obra y que probablemente no aparezcan en ninguna otra parte.

Publicidad

Representa los ideales científicos a los que todo joven investigador debería aspirar.

Shulgin escribió de artículos que se publicaron en las revistas científicas de mayor calado, y casi siempre lo hizo desde su laboratorio, algo nada común. Amplió los límites de lo que es aceptable desde el punto de vista legal y científico, no con ánimo subversivo, sino porque creía en la libertad científica y cognitiva. Y lo más importante, no quería someterse a compromisos que sabía que podrían influir sobre el ámbito de su trabajo. A Shulgin le interesaba la mente humana (no la de los roedores), por lo que sus investigaciones iban en ese sentido. En un acto de generosidad, Shulgin compartió sus datos e hipótesis en beneficio del trabajo de futuros investigadores. Así, en sus obras Pihkal  y Tihkal deja indicaciones sobre nuevas áreas de investigación. Para Shulgin, lo único más importante que su trabajo era poder obtener una garantía de que este se perpetuaría. Por ejemplo, el científico ya adelantó que existía una triptamina procedente de la esponja de mar, la 5 Br-DTM, que podría tener efectos psicoactivos en el ser humano. Shulgin se mostró encantado cuando el año pasado se publicó y demostró su teoría.

Era un profesor que recibía con amabilidad a jóvenes, estúpidos y desconocidos.

La primera vez que escribí un email a Alexander Shulgin estaba en primer año de carrera; fue un acto impulsivo, movido por la admiración. No había tenido tiempo ni los conocimientos de química suficientes para leer Pihkal y Tihkal enteros, ni sus más de 100 publicaciones científicas, y me estremezco al pensar en las preguntas que le hice. Basta decir que no merecían respuesta o, como mucho, una mención desdeñosa a información solicitada. Sin embargo, me respondió con gran amabilidad e interés. Y yo no era el único: conozco a muchas otras personas a quienes Sasha recibió sin esperar nada a cambio. Atendió consultas de postdoctorados, estudiantes de instituto y delincuentes convictos mostrando la misma consideración y el mismo respeto.

Publicidad

Era un gran escritor científico.

Solía considerarse a Shulgin un psiconauta más que un escritor científico, pero yo todavía creo que no existe nadie que sea capaz de escribir sobre las maravillas de la síntesis orgánica y la investigación científica de forma tan convincente como Shulgin. Caso ilustrativo:

La ampliación de la cadena de dos carbonos de mescalina por metilación alfa a la cadena de tres carbonos de TMA prácticamente duplicó la potencia del compuesto. Parecía, pues, completamente lógico que, ampliando la cadena con un átomo de carbono más hasta obtener una cadena de etilmescalina alfa de cuatro átomos, podría volver a duplicarse. Siguiendo esa progresión lógica, la duplicación de potencia con cada átomo de carbono adicional, el factor sería de 2 a la 7ª potencia por octilo alfa (o 256 veces la de la mescalina o un miligramo como dosis activa) y con una ramificación de un grupo alquílico de 70 carbonos (heptacontilmescalina alfa) solo haría falta una única molécula para que resultara intoxicante. Era un material fantástico muy rico. Como compuesto activo, ¿a qué parte del cerebro iría? Con una ramificación de 80 carbonos, ¿sería suficiente la milésima parte de una molécula para una persona? O ¿podría una molécula intoxicar a mil personas? Y ¿durante cuánto tiempo podría ser suficiente una cadena en la posición alfa como para experimentar un subidón con solo escribir la estructura en un trozo de papel? Quizá el simple hecho de concebir la estructura en la mente sería suficiente. Al fin y al cabo, así funciona la homeopatía.

Publicidad

Sus investigaciones iban más allá del MDMA.

Los medios de comunicación suelen resaltar el papel de Shulgin en el redescubrimiento y la popularización del MDMA. Sin embargo, también puede aprenderse mucho de las docenas de compuestos que sintetizó y que no llegaron a utilizarse de forma generalizada en el ser humano. Su creación 2C-SE fue la primera y única sustancia psicoactiva que incluía selenio en su composición. Shulgin también fue pionero en la creación de fármacos psicoactivos potentes con beta-D, logrando alterar la actividad de la mescalina mediante la sustitución del deuterio por átomos de hidrógeno en la posición beta de la molécula. Además de todas estas investigaciones cuidadosamente planificadas, su curiosidad le llevó al descubrimiento casual de muchos tipos nuevos de drogas: dilatación extrema del tiempo con 2C-T-4, alucinaciones táctiles con 2,N,N-TMT, una inesperada sensación de evasión con 4-desoximescalina y los todavía inclasificables efectos de 5-MeO-pyr-T.

Hizo cosas únicas a partir de unos conocimientos al alcance de cualquiera.

No cabe duda alguna de que Shulgin era un visionario y un químico extraordinario, pero sería un error creer que su trayectoria profesional es fruto de su comprensión única de la química, y esa era precisamente su mayor fortaleza. Existen cientos de miles de químicos que técnicamente podrían haber realizado los logros de Shulgin, pero no lo hicieron. Con escasos recursos financieros y un diminuto laboratorio casero, Shulgin ha hecho algunas de las contribuciones más importantes a la psicofarmacología y la química médica del siglo XX, y no porque poseyera unos conocimientos que nadie más tenía, sino por su pasión y disposición a arriesgar su libertad y estabilidad financiera para explorar algo que sabía que tenía gran importancia científica.

Siempre he dicho que “nunca habrá otro Alexander Shulgin” y es cierto, pero lo último quería es ser el único de su clase. Así que modificaré mi declaración: Nunca habrá otro Alexander Shulgin, pero su creación es tan prolífica e inspiró a tantas personas que no es necesario que haya otro.