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Detrás del porno hiyab

¿Podría verse al hiyab simplemente como algo más que un accesorio, de la misma forma en que unas gafas de pasta y faldas cortas son accesorios de secretaria cachonda?
Imagen vía Hot Gosip Italia.

Mia Khalifa en «Mia Khalifa Is Cumming for Dinner»

El año pasado, la productora de porno BangBros lanzó una escena de un trío entre un motociclista caucásico con su «novia del Oriente Medio» y la «madrastra» de ésta. Ambas mujeres usaban un velo que les cubría la cara. Obviamente no estaban sentadas a la mesa de la cocina debatiendo las virtudes de un Estado único. Estaban follando.

El título es bastante revelador: Mia Khalifa is cumming for dinner (Mia Khalifa se viene a cenar). Un guiño a Adivina quién viene esta noche, la comedia estadunidense de 1967 que explora el matrimonio interracial de manera bastante innovadora —para la época— y positiva. Seguramente BangBros sabía que la interacción intercultural que mostraban gustaría a todos. De hecho, contaban con ello.

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La misma estrella porno Khalifa, nacida en Líbano y residente en Estados Unidos, seguramente sospechó que la escena causaría shock. ¿Estaría flirteando conscientemente con esa controversia? Traté de contactar con Khalifa por varios medios, pero me dijeron que estaba «en confinamiento con PornHub». El sitio porno también se negó hacer comentarios.

En cuestión de meses, Khalifa pasó del anonimato a ser la imagen de la industria del porno estadounidense, tomando el relevo de la recién retirada Lisa Ann como la estrella porno más popular de PornHub.

Como era de esperar, el uso de un atuendo musulmán tradicional —que no parece ser más que un accesorio provocador— desató un escándalo. Los trolls se adueñaron de Twitter para anunciar a los cuatro vientos que «se avergonzaban» de Khalifa. Otros amenazaron con cortarle la cabeza. Un chico incluso se tomó la molestia de hacer una caricatura de Khalifa con un mono naranja como los de la prisión de Guantánamo y arrodillada, lo que podemos imaginar que representa el preludio de una decapitación por parte del Estado Islámico.

Incluso su familia se les unió. «Probablemente estamos pagando el precio de vivir lejos de nuestra tierra natal; nuestros hijos han tenido que adaptarse a sociedades que no se parecen a nuestra cultura, tradiciones y valores… Esperamos que use el sentido común, ya que su imagen no honra a su familia ni al Líbano», dijeron en una declaración.

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Khalifa no se inmutó con todo esto, pues quizá se veía impulsada por su creciente número de fans. Como le dijo a un hater que amenazó con decapitarla: «Siempre que no sean mis tetas. Me costaron mucho dinero». A otro, quien le advirtió que sería «la primera persona en arder en el fuego del infierno», le dijo: «Últimamente tenía ganas de un buen bronceado».

Puede que Khalifa —que no es musulmana— se tome el asunto a la ligera, pero en algunas entrevistas dijo ser consciente de la sensibilidad cultural detrás de esta situación. Declaró a The Washington Post que las escenas con hiyab son «satíricas» y que «las películas de Hollywood presentan a los musulmanes de formas mucho peores que cualquier escena de BangBros».

Finalmente se desahogó en Twitter. «¿No tiene Oriente Próximo cosas más importantes de qué preocuparse además de mí?», escribió. «¿Como encontrar un presidente? ¿O contener al EI?».

En contexto, el escándalo parece ser más bien un desperdicio de ciberespacio. Pero te guste o no, el porno hiyab es el legado de Khalifa. La directora y escritora de porno Jacky St. James, a quien el sitio Salon llamó «la mujer que conquistó el porno», cree que la escena de Khalifa es «un truco publicitario» que «claramente logró crear la controversia que buscaba». Sin embargo, ella es reacia a admitir que el uso de hiyab llegue a crear una nueva tendencia.

«Dependerá de si vende», dijo. «Con toda la piratería que hay hoy en día en la industria, muchas oportunidades de contenido dependen de eso».

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Algunos sectores de la industria creen que sí lo hará, como sugiere la proliferación de escenas grabadas en estudios. Primero fue BangBros, luego, en febrero, la texana Chloe Amour interpretó a una mujer de Dubái en una escena de Fantasy Massage y, el mes pasado, TeamSkeet lanzó Cream Filled Middle Eastern Beauty (Belleza de Oriente Medio rellena de crema), que contenía una frase muy poco creíble: «Nunca antes había… tocado un pene».

La mayoría de estas escenas juegan con el concepto de que la mujer de Oriente Medio es un objeto sexual inocente, pero obediente, que acepta hacer todo lo que el hombre le pide. En la mayoría de los casos, mamadas. En estas escenas, el hiyab funciona como insignia de la «chica de Oriente Medio», una forma de decirle al espectador (junto con las tímidas miradas y fingidos acentos de Oriente Medio) que la chica es una «árabe» sexualmente reprimida, lista y dispuesta a doblegarse frente al amo occidental.

¿Pero podría verse al hiyab como algo más que un accesorio, de la misma forma en que unas gafas de pasta y faldas cortas, o un disfraz de animadora y pompones son accesorios de secretarias cachondas y colegialas? ¿Acaso no dificultan las duras políticas y el debate en torno a los hiyabs, la religión y los derechos de las mujeres de Oriente Medio la visión descontextualizada del hiyab?

Mia Khalifa. Imagen vía Hot Gosip Italia

Los usuarios del DVD Talk Forum de la sección de porno no están de acuerdo. «Siempre habrá un mercado para este tipo de porno mientras los musulmanes sigan siendo tan rígidos sobre el sexo», dijo uno de ellos.

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Pero realmente ¿en qué se basan los estereotipos acerca de que el Oriente Medio es una especie de tierra baldía sin sexo?

«El supuesto libertinaje de Occidente siempre es contrastado, en mi mente, con la aridez sexual de Oriente Medio», dijo en 2010 John R. Bradley, autor de Behind the Veil of Vice: The Business and Culture of Sex in the Middle East (Detrás del velo del vicio: la industria y la cultura del sexo en el Oriente Medio), poco tiempo antes de salir del ojo público debido a problemas de salud.

Behind the Veil of Vice, continúa, fue un intento de minar «los estereotipos sobre la sexualidad árabe que han surgido en el mundo de habla inglesa y de desmitificar el concepto, promovido por Martin Amis y otros de su tipo, de que el terrorismo llevado a cabo por los islamistas solo puede explicarse en referencia al hombre árabe reprimido y envidioso que solo puede encontrar alivio al estrellar aviones en rascacielos con forma de falo».

El libro exploró la idea de que ver porno «ya era algo común entre los jóvenes árabes, de la misma forma en que es algo común en los jóvenes estadunidenses», y que «cualquiera en Oriente Medio con una antena parabólica tiene acceso a canales de pornografía hardcore», aunque a los ilegales solo se puede acceder usando decodificadores. Las estadísticas lo prueban. Según datos recientes de Google, seis de los países que más buscan porno son estados musulmanes (Pakistán, Egipto, Irán, Marruecos, Arabia Saudí y Turquía). Las búsquedas porno más populares de 2014 reflejan una predilección por el «hiyab», término de búsqueda que apareció como el cuarto más buscado en Marruecos y el quinto en Argelia.

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Claramente, la demanda de porno hiyab es alta. Si tecleas una palabra en la barra de búsqueda de Pornhub o XVideos, verás gran cantidad de vídeos de porno con hiyab. Pero si el porno es ilegal en la mayoría de los países de Oriente Medio y en los estados musulmanes, ¿de dónde viene todo este porno?

«Los hombres y mujeres del mundo árabe no solo ven porno, sino que se graban a sí mismos practicando sexo o masturbándose y cuelgan los vídeos en internet», escribió recientemente Eyal Sagui Bizawe para un artículo del sitio web israelí Haaretz. «Estos son vistos por árabes de varios países que quieren hablar de sexo en su propio lenguaje y por gente de todo el mundo que está cansada del rígido y monótono modelo de belleza occidental».

Este tipo de contenido generado por usuarios es la antítesis de los producidos en estudios. En el primero no hay mercado, márgenes de ganancias, ni gastos generales. Solo hay contenido creado por una persona para otra que frecuentemente se comparte secreta e involuntariamente. Como resultado, refleja la sexualidad de una sociedad en su forma más real. Esto no es subyugación; es representación.

«A pesar de la perspectiva que cada uno tenga sobre el hiyab, hay muchas mujeres en el mundo que los usan y, por tanto, la presencia de esta prenda en el porno muestra simplemente otra instancia de diversidad humana», dijo la Doctora Chauntelle Tibbals, socióloga y autora del libro Exposure: A Sociologist Explores Sex, Society, and Adult Enternainment (Una socióloga explora el sexo, la sociedad y la industria del entretenimiento para adultos), que se publicará próximamente.

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Sin embargo, ¿podríamos decir que el hecho de que el hiyab aparezca en el porno en realidad habla bien de la sexualidad de las mujeres de Oriente Medio?

«Aunque no está libre de controversia y tampoco de sentimientos encontrados, yo diría que sí», dijo Tibbals. «Como producto, el porno no puede considerarse como un reflejo literal o "real" de algo o alguien. Es una producción artificial como cualquier otra producción narrativa».

No obstante, sí hay personas reales en el porno.

«Sí, y si las personas que crean contenidos también son mujeres de Oriente Medio, por ejemplo, estas representaciones deben mostrar alguna dimensión de la sexualidad», continúa. «Incluso si solo se trata de gente interesada en producir contenidos eróticos en regiones del mundo en las que nosotros, como estadunidenses, no imaginaríamos que se pudiera producir».

Probablemente sea justo decir que la mayoría de los occidentales tenemos solo un nivel de entendimiento superficial de la sexualidad en Oriente Medio. Como escribió otro usuario del DVD Talk Forum: «Creo que os olvidáis de por qué Mia Khalifa usa un hiyab. No es solo una declaración política. Este tipo de cosas son las que ponen cachondos a muchos musulmanes. Yo pasé cuatro años en un país así y sé que las mujeres que usan hiyab y se cubren todo menos los ojos les parecen muy sexys y atractivas. Es algo cultural que tal vez no entendamos en Occidente».

Los productores de BangBros bien pudieron haber filmado a Mia Khalifa para encajar en los estereotipos estadunidenses de las chicas árabes. Pero al adueñárselo, Khalifa —una mujer con raíces en Oriente Medio que está haciendo sus pinitos en la industria occidental del porno— ha ocasionado un debate sobre el opuesto de esta misma idea: la aparente y actual liberación sexual de dichas mujeres.

«La industria de porno es mucho más diversa de lo que la gente cree», dice St. James. «Hay vertientes que alaban toda una variedad de características: tipo de cuerpo, tamaño de pechos, de nalgas, raza, mujeres tatuadas, mujeres mayores, mujeres más jóvenes». El porno va más allá de la rubia oxigenada con pechos gigantes realizando los actos sexuales más extremos. Como dice St. James: «Ese modelo ya no es representativo de la industria».

@GarethMay