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Jonathan Fabián es el campeón de España de Muay Thai al que crees que puedes vencer

Ha ganado el título ocho veces pero todavía no puede vivir de este espectacular arte marcial. Es un luchador atípico, con una imagen y aficiones alejadas de los tópicos que rodean al deporte de lucha.

Hace más de un año me invitaron a una velada de MMA-k1. Ir a ver cómo reparten hostias como panes un domingo de resaca es un buen plan. Todo transcurría de una forma normal. Los luchadores aparecían por una pasarela luciendo sus mejores galas y haciendo una puesta en escena bastante intimidatoria.

Para ayudar al acojone total, en la zona donde me acomodé, gran parte de los asistentes lucían el mismo perfil. Deduzco, recién salidos del gimnasio por la congestión de sus músculos, con ropa deportiva haciendo referencia a la lucha, y con marcas en cráneos y cejas que hacían verídicas las historias que contaban. Alardeando, gesticulando y presumiendo de hombría. Cuando mi cabeza no sabía en qué dirección orientarse para esquivar miradas, apareció Jonathan Fabián sacándome del bucle eterno de terror.

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A Jonathan se le veía cómodo. Su gesto, dentro de la concentración, era más natural. Su saludo buscaba algo de complicidad entre el reconocimiento del público. No parecía una pose o un trámite, si no un deleite del momento. Fueron los Wu-Tang Clan los elegidos para poner banda sonora a su salida.

Patrocinado por una clásica tienda de zapatillas del barrio de Malasaña (Madrid), vestía un pantalón rosa fucsia a juego con las protecciones de una de sus piernas, y llevaba una medio melenita a la que apenas le daba tiempo a despeinarse antes de que se la volviera a colocar (incluso durante el combate). Todo esto sumado a su complexión física -que si no le tocas y ves que te has hecho daño en el dedo, le colocas más cerca de Gabino Diego que de un luchador-, hizo que empezara a intentar adivinar cómo y cuándo iba terminar besando la lona, sobre todo cuando vi a su contrincante (Daniel Carrillo) con una fisonomía más común a la que todos tenemos en la cabeza de un luchador: con sus pectorales y abdominales bien definidos y colocados en su sitio. Como en cualquier anuncio de televisión, pero con un luchador detrás. Sin duda fue la pelea más deslumbrante de la velada.

El intercambio de golpes fue espectacular, pero al poco de comenzar cambié mi apuesta. Jonathan te estudia, Jonathan te engaña, suelta la pierna derecha al estómago y cuando estás preparado para recibir el impacto en el abdomen sube vertical y te pega un patadón en la cara. Más humillante que la hostia a mano abierta que te mete tu padre delante de tus amigos cuando te pilla fumando con 15 años.

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Si tengo que poner algún 'pero' supongo que es la falta de potencia, no es un golpeador, pues no es normal que muchos de sus combates no acaben en KO con la cantidad de golpes que encaja el adversario. Llevaba tiempo queriendo entrevistarle por la singularidad de este perfil de luchador. Esta semana es la octava vez que se proclama campeón de España, así que encontré la excusa.

VICE: Ocho veces campeón de España. ¿Qué hay que hacer para conseguirlo?

Jonathan Fabián: Entrenar, entrenar y entrenar. Estar siempre pensando como un peleador, no solo las dos horas que entrenas. Cuando te duermes, eres un peleador; cuando te levantas, eres un peleador. Siempre eres un peleador.

¿A qué te refieres?

Lo tienes dentro, quieres pelear y ganar. Vas al gimnasio y no tienes ganas y te duele el cuerpo. Corres, te cuidas la alimentación, todo lo haces pensando en la pelea. Soy un peleador, es mi oficio. Y eso está por encima de todo

¿Cómo descubriste que eras un peleador?

Empecé con 17 años. Antes hacía natación. Un día, haciendo pesas, que me aburrían mucho, llegó un chico y me animó a meterme. No daban un duro por mí. Yo estaba más gordito, había gente fuerte. Empecé a ir y no lo dejé. No he fallado ni un día. Que no podía pelear por trabajo, yo dejaba mi trabajo. Que no podía ir de vacaciones, me quedaba. Si no podía cenar en Nochevieja, no cenaba.

Hablemos del entrenamiento. ¿Qué diferencias hay entre la parte física, la técnica y la mental?

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El físico es muy importante, en cuanto a fondo. En una pelea el físico es un 70%, porque si tú eres muy bueno y vas mal preparado, no ganas la pelea, a no ser que tengas un golpe de suerte. Y la técnica la vas aprendiendo. Yo llevo 15 años entrenando y sigo aprendiendo cosas. El físico y la técnica se entrelazan. Yo gano las peleas porque estoy bien preparado y tengo muchos recursos. No soy un tío que da una hostia y sienta al otro de culo, tengo mis recursos, porque no me gusta que me peguen.

¿Y en cuanto a la parte mental?

Tirar de corazón es muy importante y para eso te tiene que ayudar la cabeza, aunque estés cansado, y eso se me da bien. Lo entrenas en el gimnasio, cuando te aprietan y te das cuenta que tienes ese plus. Yo estoy en el gimnasio, agacho la mirada hacia el ring y cuando la levanto ya estoy en el pabellón, con los nervios, las pulsaciones a tope… me lo imagino. Es una forma de acostumbrarte al miedo.

¿Por qué luchas?

Es como en el fútbol meter goles, el fútbol sin goles… entrenar sin luchar. Luchar es mi vida, me gusta las cosas que sientes, el buen rollo que hay, es un mundo maravilloso.

También tiene consecuencias, te estás exponiendo a golpes duros.

Yo, por ejemplo, veo el fútbol más peligroso. Quieres meter un gol y viene uno te mete un 'zapatazo' y te jode la tibia, el peroné, la rodilla o se te sale un hueso. Aquí tú sabes a lo que vas. Sabes que te pueden cortar, romper un brazo… igual que un patinador, que se mete en una bañera y se puede caer y se jode. Ahora tengo una herida abierta en la tibia, pero en tres semanas vuelvo otra vez.

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Estás en el nivel más alto, en la élite ¿se puede vivir de esto?

No. No hay televisión, ni sponsors suficientes. Doy clases que es mi base y trabajo por la noche, de seguridad mucho tiempo y ahora de aparcacoches.

¿Cuánto puede ser una bolsa de un combate?

Algo flojo, muy flojo. Cuando digo eso es porque ni se acerca a las cuatro cifras. Están pagando 500 o 600 euros en un combate profesional de defensa de título. He sido campeón de Europa en 2013 y me llevé 500 euros. Si no sales por la tele, nadie te ve, y así la gente no arriesga.

Y la imagen de tu deporte para la televisión…

Nada. En otros sitios sí, yo por ejemplo he ido con la selección a Tailandia y me he pagado mi billete y me he pagado la casa. Y los de EE.UU. se llevaban 14.000 por ganar una medalla. Esa es la diferencia. Pero incluso en Marruecos, aquí al lado, se lo pagan, apuestan por el deporte, pero aquí no lo hace nadie. Y dentro de España, Madrid es la peor. Creo que una vez me ayudaron con un billete y fue un sponsor, nunca una federación. Que, por desgracia, hay muchas. De lo único que me puedo quejar es de esto, de que nadie apuesta por nosotros en este deporte, que nadie invierte. Que no somos ni quinquis, ni macarras, que somos gente normal que nos mola pelear. Y en España hay buen nivel, gente joven.

¿Nadie se ha planteado profesionalizar tu deporte, con la cantidad de seguidores que tiene?

No, yo hace muchos años escuché que lo querían hacer olímpico, y ellos tienen becas. Pero cuando vieron codazos, sangre y brechas, al Comité no le gustó. Ahora quieren quitar el boxeo.

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¿Hay mucha sangre?

Hay peleas en las que sí. En España en cuanto ven una brecha te paran. Yo el otro día tuve que taparme una que tenía en la tibia para poder continuar.

Cuando te he visto me ha llamado la atención que sobre el ring eres uno de los tíos que más saluda, más abraza y más besa a los contrincantes.

Respeto a todo el mundo, me da igual el nivel que tengan. Siempre he aceptado todas las peleas que me han ofrecido, independientemente del nivel de mi rival. Y me llevo con el 99% de mis compañeros bien, incluso con el 100%. He peleado muchas veces, concretamente 61 veces. He viajado con la selección con gente con la que me he peleado y eso une mucho.

¿Y eso de abrazarse y respetarse es un falso amor como el de los toreros por los toros?

No tengo problemas con mis rivales, hay otros que te abrazan y luego te ponen a parir en las redes sociales. Yo digo lo que me gusta y lo que no a cualquiera.

Y cuando pegas un codazo como éste y ves a tu contrincante con la cara totalmente destrozada, ¿qué sientes?

Intento hacerle más daño para que se pare el combate. En el ring lo respeto, si gano y no pasa nada mejor. Yo no quiero rollos raros, pero soy un profesional que quiere hacer su trabajo, y si puedo adornar con un K.O. pues mejor.

¿Cómo es el público de las peleas?

Pues hay de todo, va mi madre y también hay quinquis. El otro día me decían: "Mata a ese hijo de puta". En Portugal me abuchean mucho, y también una de las veces que fui a Canarias. Hay peleadores que mueven más gente así, pero mi gente no va a llamar nunca 'hijo de puta' a un rival. Y no es lo más común.

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En España en 63,5 kilogramos, no hay nadie que te gane. Si no que suban y lo demuestren ¿como se lleva eso en el día a día? Saber que tienes la opción de reventar la cabeza a casi cualquiera que te encuentres por la calle.

No pienso en eso (risas). Disfruto cuando peleo, y luego soy una persona normal y corriente. No pienso en eso, sé que tengo una seguridad, si me pasara algo lo podría utilizar en mi defensa.

¿No justificas la violencia en ningún caso?

Solo si me intentaran agredir a mí o alguien cercano. Siempre como defensa. Nunca he sido de buscar gresca, no me he pegado nunca en una discoteca. Ni siquiera en el ring soy agresivo, soy un tío que trabaja. Hay gente que tiene ira y le sale en el ring. Yo soy frío y calculador.

Y reyertas…

Yo trabajo con mis manos, y en la calle se rompen. Yo pego cuando tengo las manos vendaditas, con guantes y cuando me pagan. Si no, no pego a nadie. Ya me he pegado mucho gratis en la profesión, y ahora con tanta experiencia…

Ok, si pudieras subir a alguien al ring, como excusa para pelearte con él, ¿a quién te gustaría dar de hostias?

Ahora está de moda esto de los políticos (risas) habría que pegar a uno de ellos. Aznar está fuerte, ¿no? Porque uno flojo, como el de la coleta de Podemos, duraría poco, mejor uno que dure un poco más (risas). Y luego hablando en serio, me rompería mis manos, me las llenaría de sangre, con un violador o un pederasta. Eso es lo más rastrero que hay, me hiere mucho.

¿A qué te dedicas cuando no peleas?

Tengo un vicio que es coleccionar zapatillas, el Thay y las zapatillas no me las pueden quitar. Con la última bolsa me voy a comprar dos.