Drogas

Ibogaína: la droga africana que podría ser clave para recuperarnos de nuestros problemas psicológicos

La extensión del uso de la Ibogaína se ha topado con que los gobiernos se oponen a la investigación de sus propiedades.
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Imagen vía Wikimedia Commons/CC by-SA 3.0

La iboga, una planta de la que se extrae la ibogaína, es importante en muchos países del África tropical como Camerún, Guinea Ecuatorial, Guinea o el Congo. Muchos pueblos de esas amplias zonas, como los pigmeos la utilizan tradicionalmente en los ritos de paso de los adolescentes a la edad adulta y en ceremonias de sanación.

No fue hasta 1962 cuando un adolescente adicto a la heroína de Nueva York, Howard Lotsof, descubrió accidentalmente al tomar ibogaína con unos amigos, también adictos, las propiedades antiadicción de la misma. Al día siguiente, seis de los siete amigos dejaron de consumir heroína, ya que no tenían síndrome de abstinencia ni deseo de consumo. Esa fue la puerta de entrada de la iboga en la farmacopea occidental.

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Documental sobre el ritual tradicional con Iboga de la tribu bwiti

Desde entonces, aunque ha habido múltiples intentos, la investigación de las propiedades de la ibogaína no ha avanzado demasiado debido al escaso interés de la industria farmacéutica y a los problemas que ponen los gobiernos, especialmente el de Estados Unidos, a los ensayos clínicos con ella. La sustancia en ese país está prohibida desde hace años aunque su uso recreativo es nulo. "Básicamente, (este rechazo) se debe a una reacción violenta contra la psicodelia de los años 60", afirmó Thomas Kingsley Brown, antropólogo y profesor de química de la Universidad de California en declaraciones a la BBC.

Pero parece que esto está cambiando poco a poco. Según nos cuenta José Carlos Bouso, Director Científico de ICEERS, una organización sin ánimo de lucro con sede en Barcelona y que trabaja para transformar la relación de la sociedad con las plantas psicoactivas: “La crisis de opiáceos en Estados Unidos está devolviendo a la ibogaína su interés clínico y ya hay varias empresas que están promoviendo ensayos clínicos en ese país. EE UU tiene un problema de salud pública con los opiáceos y la ibogaína se presenta como posible herramienta para combatirlo”.



Por otro lado, en muchos países, como por ejemplo en España, la ibogaína no está calificada ni como psicotrópico ni como estupefaciente, por lo que no es una sustancia prohibida. Es por ello que en este rincón de la alegalidad, el número de proveedores del tratamiento y su demanda por parte de adictos a las drogas ha crecido de manera exponencial en los últimos 10 años.

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“Es posible que haya algunos de estos centros, pero lo desconozco”, nos comenta. “Aunque no es una sustancia prohibida, tampoco está reconocida como medicamento, por lo que no se utiliza en tratamientos oficiales aunque hay una ‘subcultura médica’ que realiza tratamientos con ibogaína en muchos países”. Hay clínicas de ibogaína en países como Brasil, México, Canadá, Tailandia y Sudáfrica, y proveedores de tratamiento en todo el mundo.

Una no muy exhaustiva búsqueda en internet nos proporciona rápidamente varias opciones de tratamiento con ibogaína para tratar adicciones en España, especialmente para la heroína, ya sea en centros con sede física como en retiros de fin de semana con facilitadores que van realizando estos tratamientos por toda Europa. También llaman la atención anuncios en español de clínicas ubicadas fuera de nuestro país, como este de Serbia:

Llegados a este punto probablemente os estaréis preguntando pero, ¿qué se siente al tomar ibogaína? ¿Qué efectos tiene y cuánto tiempo dura? “Es una experiencia severa psicológicamente, nada recreativa, que puede llegar a durar hasta 24 horas”, nos explica Bouso. “En ella la persona hace un repaso a su recorrido vital. Para la mayoría de las personas se trata de una experiencia espiritual intensa que le conduce a realizar cambios en su vida”.

Más en concreto, según la web de ICEERS, la sustancia provoca una experiencia introspectiva que con frecuencia se refiere como profundamente psicoterapéutica. La fase inicial de la experiencia es de una intensa introspección visual de entre 7 a 12 horas de duración, altamente cargada de información, pero sin demasiada conexión emocional con la persona ni integración psicológica de lo que se ha visto. Comúnmente se la llama “onírica”, ya que a menudo induce visiones de ensueño. Pero no es una experiencia alucinógena, el individuo siempre es consciente de dónde está, que la experiencia es causada por la ingestión de la ibogaína y que las visiones que está teniendo durante la experiencia son proyecciones internas.

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En las siguientes 24 horas, las visiones desaparecen y los contenidos de este proceso son integrados en un proceso cognitivo. Este proceso continúa desarrollándose durante los siguientes meses, en los que el individuo redefine su identidad y su dinámica interpersonal con relación a su entorno.

De cualquier forma, el uso de la ibogaína no está exento de riesgos. “Tiene un potencial cardiotóxico que hace necesario que los tratamientos estén supervisados médicamente”, no cuenta Bouso. “Ha habido muertes debidas a esta falta de control médico. Las personas que realizan estos tratamientos argumentan frente a las que destacan los peligros que cada día mueren en Estados Unidos 200 personas por sobredosis de opiáceos y que los beneficios de los tratamientos con ibogaína, si se permitieran en contextos médicos, superarían con creces a los riesgos. No se han referido nunca muertes en contextos clínicos”, sentencia el doctor.

El propio ICEERS del que Bouso es director, ha realizado un estudio, publicado en la revista Anthropology of Consciousness, que muestra que la ibogaína tiene un gran potencial para apoyar el crecimiento personal, el comportamiento prosocial y la psicoterapia, además de los tratamientos contra la dependencia, de los que ya hemos hablado. Si esto se acabara de confirmar, haría que la importancia de esta sustancia sumara todavía más importancia siendo las enfermedades mentales una de los mayores problemas de nuestra sociedad.

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Los investigadores entrevistaron de manera individual a once sujetos que habían tomado ibogaína recientemente y a otros once que, además de haber tenido la experiencia con ibogaína, realizaban tratamientos con ella. La mayoría de las personas describieron la experiencia como un tratamiento psicoanalítico acelerado.

Al igual que otros psicodélicos serotoninérgicos, la ibogaína también permite un estado de profunda introspección y un análisis de los demás carente de juicios. En este sentido, se ha argumentado que tiene una cualidad de tratamiento psicoanalítico, en el que el individuo puede redescubrir y ganar fuerza psicológica y energía física que le proporcionan motivación y orientación para cambiar.

“La ibogaína me reconectó con el propósito de mi vida. Y he descubierto el hecho de que siempre que no tenía un propósito de vida, sentía que sólo quería morir. Aunque el propósito de mi vida no esté claro, está presente. Quiero vivir y quiero amar, y quiero conectarme y quiero que la gente se conecte y ame y cree un mundo mejor”, aseguró uno de los participantes en la investigación.

@juanjovillalba