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Quiero borrar de mis redes todo lo anterior a este año para que la gente me conozca mejor

Llevo 10 años subiendo a mis redes sociales posts que todo el que me conozca ahora puede malinterpretar.

Llevo subiendo mi vida en redes desde hace más de 10 años —como casi todo el mundo que conozco— y este principio de década me he planteado borrar todo lo que sea anterior a 2020.

Entendedme, no es nada del rollo new year new me, a mi eso me da un poco igual, yo soy de esas que cada 1 de enero he tenido más o menos la misma resaca y el mismo deseo de no volver a beber que siempre fracasa. Tampoco se trata de que en una mala tarde de meterme Netflix en vena hubiera picado por error en The Great Hack en lugar de RuPaul's Drag Race y ahora estuviera superconcienciada con mi huella digital y el hecho de que alguien puede intentar hacer que vote a Trump a través de post de Facebook.

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Es algo mucho más superficial. Algo que está mucho más presente en nuestro día a día. Me di cuenta que todo el mundo —y por mundo me refiero a la gente que se aburre tanto que acaba por pasearse por mi perfil— puede formarse una opinión sobre mi sin conocerme solo porque yo le he regalado un montón de información para malinterpretar.



Vale, puede parecer una tontería. Ahora me vendréis a decir "pues si no quieres que vean tus movidas, las borras y ya". Vale, sí, okey. Pero el tema tampoco es ese. No es que me avergüence de esas imágenes o que me de cosa que las vean. Al contrario, les tengo un cierto cariño. Me gusta de vez en cuando ver mis fotos de cuando tenía 15 años y me hacía la loca abrazando conos porque me había bebido un chupito de Blue Tropic y, sobre todo, me gusta que lo puedan hacer mis colegas y que sigamos con la broma interna de los conos en los comentarios 9 años después. Pero el tema está en que TÚ, que me acabas de conocer, también puedes verlo y no me fio de lo que puedes llegar a pensar.

Porque el hecho de tener publicaciones de los últimos 10 años claramente da pie a que te malinterpreten. En el libro El ojo y la navaja, donde se habla del papel de la imagen en los espacios digitales y como este se traduce en nuestra vida diaria, la ensayista Ingrid Guardiola nos habla precisamente de esto. Comenta como los algoritmos regulan nuestra propia política de recuerdos y configuran una especie de memoria inducida que no necesariamente tiene que casar con la realidad de lo que experimentamos.

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"Este recuerdo perfecto, congelado en el tiempo, se torna imperfecto y deja de ser fidedigno a la hora de reflejar lo que pasó más allá de la pantalla"

Es decir, nos puede recordar que tal día colgamos esta foto y que nos comentamos con tal persona, pero cualquier dato que no le hayamos facilitado no aparecerá. Este recuerdo perfecto, congelado en el tiempo, se torna imperfecto y deja de ser fidedigno a la hora de reflejar lo que pasó más allá de la pantalla. Por mucho que los señores de Facebook sepan estos datos y ahora tu nuevo compañero de curro o futuro mejor amigo los pueda ver, nadie les ha explicado que quizás hace siglos que no hablas con esa persona que siempre te comentaba los posts o que esa foto de Logroño es lo único que te gustó del viaje porque en sí la ciudad te pareció una mierda.

Y sé que lo haréis porque yo hago exactamente lo mismo. Os pongo un ejemplo. Hace poco me presentaron a un chaval: guapo, majete, se ducha y no levantó muchas red flags que indiquen que me pueda causar un trauma demasiado inminente. Unos días después de que me siguiera en Instagram, hice lo que tantos hacemos: mirar su perfil. Y no me refiero a ver un par de fotitos, sino a ponerme los guantes de investigación y llegar casi a los terribles momentos en los que aun se utilizaba el filtro Valencia. Exacto, lo que las malas personas suelen llamar stalkear, pero yo prefiero llamar curarme en salud.

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El proceso fue más o menos así: "No publica cada día, eso es que no necesita llamar la atención. Un par de fotitos de festival. Fotos con colegas, otro punto a favor, no es egocéntrico. Típico, fotos de paisajes y detalles medio intensos. No pasa nada, todos hemos tirado de carrete. ¡Oh no! Un vídeo suyo tocando la guitarra… Mira, mejor no le pongo volumen que aún va a ser "Wonderwall" y la tenemos. Esto se pone intenso ¿cuántas frases de la misma canción puedes poner en un mes como pies de foto? Lo que faltaba, es de los que se van a hacer viajes a un país en vías de desarrollo para conectar consigo mismos. ¿Pero que lleva puesto? Claro tampoco borra las fotos con su ex. Es muy guapa. Seguro que se la lió. Tan buena persona como dice no debe ser. Aquí esta muy raro. Espera, es de 2013. Normal. ¿Ya está? Vaya pues un poco raro ¿no? No me lo imaginaba así. Mira, mejor paso".

Había condensado la vida del pobre chaval, sus últimos 7 años de existencia, en no más de 5 minutos. Ahora ya “sabía” quien era. Pero ese es el problema. Al conocer a alguien a través de lo que comparte redes todo queda recogido, como dice Ingrid Guardiola, en un tiempo calidoscópico donde toda la información de esa persona es recibida al mismo tiempo, sin ser conscientes de su evolución temporal. Por mucho que esa persona ya no fuera la misma que hace 2, 4 o 7 años, la percibimos como todo lo que ha sido y no como todo lo que es ahora.

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"Todos merecemos que nos conozcan sin los prejuicios que, de alguna manera, creamos nosotros mismos al compartir nuestra vida en internet"

De golpe este tío que me había caído genial, tenía muchos grises. E igual que me pasó con él, también pasa con colegas de colegas, la nueva mejor amiga de tu ex mejor amiga y hasta con tus compañeros del curro. Especialmente con los compañeros del curro.

Pero lo que me preocupa es que si yo soy capaz de hacer esto con la gente que voy conociendo, ellos tienen exactamente las mismas oportunidades de hacerlo conmigo. En definitiva, creo que todos merecemos que nos conozcan sin los prejuicios que, de alguna manera, creamos nosotros mismos al compartir nuestra vida en internet.

¿Pero vale realmente la pena borrar todo lo que he colgado en redes para que la gente me conozca sin prejuicios? Así que como siempre que las aplicaciones de mi móvil me plantean un dilema, lo consulté con los expertos, es decir, con mis colegas.

Primero lo hablé con Montse, quien decidió borrar todas cuentas con 21 años porque le hacían perder el tiempo, pero tres años después se las volvió a abrir. Me dijo que desconectar le fue bien, pero que al no estar en ninguna red social sabía que se estaba perdiendo cosas, por muy tontas que fueran, así que le parecía absurdo eliminar tus redes porque era negar la realidad en la que vivimos.

Guillem lleva colgando fotos de todo desde que le regalaron un móvil con cámara en 2º de la ESO, ahí por 2008, y me dijo que en cierto modo es el precio que tenemos que pagar. Si queremos compartir con nuestros amigos lo que nos pasa, tenemos que asumir que habrá otra gente que lo podrá ver y pensar lo que le de la gana. Paula, una chica de 26 años que desde hace tres ha compartido un total de dos fotos, una vez ligando con el típico hippy-vamos-a-hacer-unas-birras-y-nos-conocemos de Tinder se encontró en el Instagram del chaval las típicas fotos de gañan de colegio de pago con náuticos y chaleco. Decidió que no se fiaba de alguien que podría encontrarse en un concierto de Taburete pero luego te dice de hacer una latitas. Supongo que se ahorró un disgusto.

"Aunque no sea la misma que en el verano de 2016 o la que colgaba frases de Girls en 2013, le tengo mucho cariño a esos recuerdos y a las interaciones que se generaron en esos posts"

Y finalmente hablé con la que creo que fue la voz de la razón. Emma, una Z en toda regla, que me dijo, como no puede ser de otra forma, la verdad: "La gente te va a juzgar, pero a nadie le impoerta, ¿qué van a decir? ¿qué eres una flipada? Pues seguramente. ¿Qué se les va a olvidar a los 5 minutos? Pues también. Y lo que es más posible, esa persona que tanto te preocupa que te vea el perfil posiblemente ni se moleste en pasar del último mes".

Al fin y al cabo nos van a juzgar siempre un poco, y si no es por la foto que hace 5 años decidí colgar con cara de resaca y un pie de foto de Bukowski lo harán si se me cruzan recién salida del gym empapada en sudor. Como ha dicho la fuente de la sabiduría Z, nada importa tanto y la gente se olvida. Supongo que el que me juzguen en redes realmente es el peaje de tener una presencia en estas. Y aunque no sea la misma que en el verano de 2016 o la que colgaba frases de Girls en 2013, le tengo mucho cariño a esos recuerdos y a las interaciones que se generaron en esos posts. Así que, de momento, ahí se quedan.

Sigue a Eva en @evasefe.