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Navidad

Consejos para que la Navidad no afecte a tu salud mental

Dos psicólogos nos explican cómo combatir el estrés en Navidad.
Montaje con fotos modificadas de Flickr y Wikimedia Commons

Ahora sí que sí. Las Navidades están a la vuelta de la esquina y no hay escapatoria para el consumismo exacerbado o las comidas familiares que se convierten en encuentros tediosos o batallas dialécticas. Un refrito de situaciones que pueden provocarnos un estrés sin parangón convirtiendo unos días de teórica felicidad y relajación en un frenesí trastornador.


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Para que este año no vuelvas a sufrir por las prisas, los empujones y la autoexigencia, hemos contactado con dos psicólogos para que tu sistema nervioso no se altere y puedas preocuparte por gozar de los reencuentros y las muestras de cariño hacia tus congéneres. Ya sabes, una construcción cultural no debería amargarte la existencia.

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“Los regalos se han acabado convirtiendo en un ‘yo te doy porque tú me has dado o me vas a dar’"

Antes de entrar en materia, el psicólogo Carlos Salas pone énfasis sobre la importancia de conocer qué es realmente el estrés: “Es un mal endémico de nuestra sociedad que muchas veces pasa desapercibido. El estrés es la diferencia de energía entre la demanda de tu entorno y los recursos que tienes para dar respuesta o afrontarlo. El espacio que queda entremedio es el estrés que se manifiesta en forma de malestar. En Navidad no lo provoca el trabajo, sino que son personas u obligaciones atípicas que agotan nuestros recursos, nuestra energía”.

He ahí el origen del estrés navideño, pero luego hay toda una serie de situaciones concretas en las que este se dispara.

Regalos

Desde que nacemos nos vemos sumergidos en la necesidad de dar y recibir regalos, pero ¿por qué una muestra de afecto interfiere en nuestro sistema nervioso? Carlos piensa que el objetivo de tener un detalle con familiares y amigos se ha deformado completamente.

“Los regalos se han acabado convirtiendo en un ‘yo te doy porque tú me has dado o me vas a dar’. Para evitarlo, se debería regalar cuando uno quiere, sin prisas ni agobios. Además parece como si no se pudiera demostrar estima el resto del año. Al final vivimos en un sistema capitalista donde calculamos el afecto en un rango económico porque es más fácil de medir. Si te has gastado 150 € parece que quieres más a esa persona que si te gastas 50. Sin embargo, los esfuerzos no son una muestra de cariño. Sí que puede ser una representación, pero hay que ir con cuidado porque quien nos quiere no le tiene que representar un objeto”.

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Por ello si no tienes ni tiempo ni dinero para regalar lo que crees que la otra persona espera, no debe preocuparte esa presión que el entorno donde vivimos nos exige, tal y como apunta Pablo Quiroga, psicólogo del Centro GRAT.

“El fin de los regalos es algo así como actualizar las relaciones, es un mensaje de cariño, de pensar en la persona, dar reconocimiento a través de un objeto. Lo más importante es que el destinatario piense que para la otra persona él o ella es importante. A veces se regalan fotos, álbumes o cosas personalizadas que conociendo al otro le va a hacer más ilusión que algo comprado. Sobre todo, expresarlo. Y si no tienes dinero durante esos días para regalar lo que se quiere, decirlo con normalidad aliviará las tensiones”.

Comidas familiares (como invitado)

“La incomodidad viene cuando hay un conflicto debajo que la distancia del familiar hace que no tenga que afrontarlo. En el momento que hay que participar en una comida y hay que encontrarse, existe el temor de qué va a pasar”, expone Pablo.

“Para contrarrestarlo, recomendamos lo que llamamos mirada apreciativa. Consiste en hacer una especie de estrategia personal para forzarse uno mismo a encontrar las virtudes del otro. Todos tenemos negativas y positivas, por lo que, si somos capaces de encontrar las buenas, podemos conseguir que no sea tan incómodo. Si conseguimos cambiar eso, nuestro cuerpo reaccionará diferente”.

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"Muchas veces nos movemos por automatismos, por el día a día y por lo que se espera que hagamos. La realidad es que, aunque se esperen cosas de nosotros, podemos hacer lo que nos dé la gana"

Pero siempre podemos cortar por lo sano. Nadie nos va a apuntar con un arma por faltar a una cena familiar y es probable que nos salga un plan más suculento en otro lugar. Pablo aconseja faltar a esa comida antes de pasar un día con angustia.

Carlos hace hincapié en la problemática que supone que nuestra rutina cambie de forma abrupta. “Muchas veces nos movemos por automatismos, por el día a día y por lo que se espera que hagamos. La realidad es que, aunque se esperen cosas de nosotros, podemos hacer lo que nos dé la gana. Esos automatismos nos hacen olvidar lo que queremos y lo que nos importa. Cuando nos movemos por estos impulsos, las Navidades se convierten en unos días donde no quieres hacer lo que haces. Si tienes comidas familiares donde no quieres ir, vas a saltar en seguida. De hecho, son las fechas donde el SAMUR tiene más actividad por culpa de las disputas familiares”.

Comidas familiares (como anfitrión)

Si en cambio eres tú quien organiza, el estrés o el malestar se pueden producir por la autoexigencia porque ese encuentro es una "prueba" que va más allá del marisco, los entremeses o la pata de cordero al horno.

“Si la familia te va a criticar, mi consejo es no invitarlos, no exponernos a ello. Si encima que te matas a cocinar y a preparar lo que tendría que ser una velada agradable acaba siendo una pesadilla, mejor prevenir que curar. Hay familias que los hijos se han sentido reconocidos, donde las Navidades son una celebración, y otras done los hijos siempre han sido objeto de críticas. Depende de cada familia te encontrarás en un lado u otro”.

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A su vez, quizás has invitado a tu familia política y la presión o la sensación de que es un examen puede aumentar. Carlos Salas piensa que el estrés por este tipo de situaciones para que salgan perfectas es propio de personas rígidas, aunque lo peor que se puede hacer es intentar convencerla de lo contrario.

“Si alguien está estresadísimo por el perfeccionismo hay que escucharlo. Cuando se haya vaciado y desfogado, comienzas a razonar con él o ella. Si eres esa persona llena de estrés, suéltalo, encuentra a alguien de confianza y explícale tus preocupaciones, pero no te lo guardes porque va a ser peor”.

El estrés en la pareja

La cuesta de enero no solo es esa riña entre tu estómago y el saldo de tu cuenta corriente. La Navidad trasciende mucho más allá del bolsillo para dinamitar la vida conyugal por problemas de comunicación o decisiones con la familia, como bien apunta el psicólogo del Centro GRAT.

“En enero notamos un aumento bastante importante de demandas de parejas después de Navidad. Los conflictos que se toleran a diario, se agravan por el estrés de estos días. Cada año ocurre. Puede ser porque los temas con la familia política son importantes o porque tengan otros puntos negros en la relación que acaban desenterrando otros conflictos soterrados. Lo que intentamos en terapia es poner sobre la mesa que esa situación existe y hablarlo tranquilamente sin dramas, que cada uno exprese lo que significa su familia para que el otro lo comprenda. Una vez el problema está sobre la mesa, hay que buscar soluciones sabiendo que hay ese desacuerdo. Un posible remedio podría ser planificar el reparto de tiempo en las Navidades con las familias”, explica Pablo Quiroga.

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"En enero notamos un aumento bastante importante de demandas de parejas después de Navidad"

Pero también puede ocurrir que no soportes a tu suegra o cuñado y te lo reprimas hasta que explotes con tu novio, mujer, esposo o como quieras llamarlo. Ya sabes, lo suele pagar la persona de más confianza. Para que no ocurra, Carlos explica que es una cuestión de lealtad:

“Las lealtades, sobre todo, son hacia la pareja. No debería suponer mucho problema hablar con él o ella y confesar que no te cae bien su padre, por ejemplo, pero sin entrometerse en la relación que existe entre ellos. Es una estrategia para convertir a tu pareja en tu cómplice y no en tu contrincante frente a este tipo de situaciones”.

Propósitos de año nuevo

Estas fechas las impera una especie de ilusión y esperanza que nos puede jugar malas pasadas. El frenesí de nuestro día a día nos planta a mediados de diciembre sin saber muy bien cómo hemos llegado hasta allí y una pregunta retumba en nuestra cabeza: ¿he malgastado otro año? Una sensación que nos empequeñece y puede llegar a angustiarnos. Tiene su parte positiva y negativa.


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La parte negativa, como explica Carlos Salas, recae sobre las expectativas, que deben ser realistas: “Las evaluaciones que hacemos van a depender del estado emocional. Cuando uno empieza el año nuevo tiene la expectativa de que van a ocurrir demasiadas cosas: voy a hacer deporte, dejar de fumar, encontrar la mejor pareja, viajar mucho, etc. Son demasiados objetivos para un solo año. Conseguirás que pasen dos o tres acontecimientos relevantes mientras vamos construyendo un proyecto vital, que es lo que de verdad importa. Ese proyecto vital es nuestro plan de vida particular que construimos con nuestras decisiones y vemos cómo avanza y se conforma año a año. Si hacemos esa reflexión anual de un punto A a un punto B es cuando ves el cambio. Pensar cómo eras en enero de 2017 y en enero de 2018”, concluye el psicólogo.

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"¿Qué es la Navidad, comprar regalos y comer percebes o estar con la familia y los tuyos? Se nos olvida que lo fundamental es disfrutar”

La parte positiva de los propósitos es que al fin nos dedicamos tiempo para reflexionar sobre el devenir de nuestra vida.

Pablo Quiroga cree que “es una mirada hacia dentro, hacia cuidarse. Es una introspección. En el día a día estamos ultraestimulados por nuestras obligaciones sin pararnos a pensar mucho en si realmente lo que hacemos nos complace. La reflexión de hacer balance con nuevos propósitos es una mirada interna para mejorar luego hacia fuera. Si por el contrario buscamos factores externos para que nos influyan en nuestra vida, dejas de controlar lo que está por venir”.

La Lotería

Uno de esos factores externos de los que hablábamos en el apartado anterior es la lotería. Desde hace un tiempo esa posibilidad remota casi inexistente se nos vende como una dosis exacerbada de esperanza e ilusión, como apunta Carlos, que advierte que es un arma de doble filo.


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“Lo que anuncian en la comunicación de la lotería es la ilusión. No anuncian ganar, sino que comprando el cupón ya te vas a encontrar bien. Solo con el número tienes la esperanza, pero solo es un trozo de papel muy caro. La esperanza, por el contrario, siempre es buena, así que mientras no te sientas desgraciado por perder, será positivo que te ilusiones por esa remota posibilidad. La gente que se deja una pasta, invierte 200 € en esperanza. Bueno, quizás hay otras vías más económicas de conseguir ilusión, como involucrarte en proyectos y buscar los medios. Por ejemplo, plantearte si con tu trabajo eres feliz o si quieres comenzar a hacer algo para cambiarlo”, concluye.

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Tal y como dice el psicólogo Carlos Salas, “estas fechas se tienen que relativizar y verlas con perspectiva. Porque ¿qué es la Navidad, comprar regalos y comer percebes o estar con la familia y los tuyos? Se nos olvida que lo fundamental es disfrutar”.