Estos maestros han recibido más que una manzana como "regalo"
Foto vía Flickr usuario Daidaros

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Estos maestros han recibido más que una manzana como "regalo"

Este Día del maestro le preguntamos a varios profesores sobre los regalos o sobornos comestibles que sus "agradecidos" alumnos les hicieron alguna vez. No vas a creer lo que nos dijeron.

A nadie le queda duda que hay que rendirle honor, a quien honor merece. Los maestros son esos seres que nos hacen llorar lágrimas de sangre por sus clases, o agradecerles de por vida todas sus enseñanzas (incluso fuera del salón de clases).

Este Día del maestro contactamos a varios para que nos contaran si algunas vez les habían regalado —o los habían tratado de sobornar— con comida o bebida.

Eso fue lo que nos contaron.

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María Montero, profesora de periodismo en la UNAM (Ciudad de México)
Tengo dos anécdotas. Una de cuando daba la materia de Taller de expresión oral y escrita, y los chicos tenían que presentar sus trabajos. Un grupo de alumnas hicieron una investigación acerca de sex shops y, a pesar de que fue un trabajo de calidad, posiblemente para asegurar su 10, llevaron varios regalitos pequeños (lubricantes y condones de sabores, paletitas de chocolate minúsculas en forma de vagina) que repartieron a algunos afortunados alumnos, lo cual desató las carcajadas del grupo e hizo la clase muy amena.

Como era justo, la sesión previa al Día del Maestro a mí me tocó la única paleta de mayor tamaño. Era un pene de chocolate de color rosa pálido, que por cierto, estaba tan bien hecho, y tardé mucho en comérmelo. Me lo entregó una alumna que curiosamente era muy seria. También me dio un lubricante sabor uva.

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El otro fue un pastel de chocolate completo, muy grande y delicioso, que un alumno que estaba un poquito enamorado de mí me trajo por motivo de la misma celebración. Si bien mi primera reacción fue un poco de susto y extrañeza, pues fue difícil manejar en lo cotidiano una situación así, también reconozco que me conmovió mucho por el esfuerzo económico realizado por el chico (era un pastel caro para un alumno) y por la expresión de anhelo que tenía en la mirada.

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Tuve que decirle que la próxima vez que intentara subir de nota, tenía que endulzar al profe, no envenenarlo.

Jaime Vives, exprofesor de fotografía en la Universidad Sergio Arboleda (Bogotá, Colombia)
No tengo historias demasiado interesantes. Lo más que me han regalado ha sido un café con una dona, que era lo que solía comer en un descanso entre clases. Pero nunca como soborno.

Pero ahora que recuerdo, una vez me invitaron una cerveza, pero tampoco suelo tomar con los alumnos. También alguno que otro dulce o de esas cosas que solían vender en el salón.

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Rodrigo Márquez Tizano, profesor y Editor Revista VICE
Hace algunos años daba clases en una universidad de Estados Unidos; privada, cara y medio careta. En los colleges gringos los estudiantes viven bajo una presión maniática, enchufados a sus latas de taurina y tragando aderall y modafinilo como si no hubiera un mañana. Si tienen beca deportiva están dispuestos a venderte su alma con tal de no bajar el promedio.

Una alumna, miembro del equipo de atletismo, intentó una vez que le cambiara una mediocre C por una menos mediocre B, vía botella de tequila. No sé si intuía que me gusta el trago o pensó "es un bad hombre, voy a sobornarlo con tequila".

La cosa es que llevó una marca muy mala, como para limpiar fregaderos. Se llamaba "Mi Ranchito" y venía adornada por el típico dibujo de un sombrerudo huevoneando junto a un asno, a la sombra de una nopalera. Tuve que decirle que la próxima vez que intentara subir de nota, tenía que endulzar al profe, no envenenarlo.

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Los alumnos muchas veces tenían gestos de gratitud hacia mí, mismos que en ningún momento sentí con ánimo de "sobornarme".

Guillermo Rodríguez, profesor de Comunicación en la UNAM (Ciudad de México)
Los regalos que me han dado mis alumnos casi siempre han sido invitaciones a comer. Generalmente me lo hacen los tesistas [quienes están haciendo la Tesis], días después de que se realizan sus exámenes.

Los alumnos que veo normalmente en clases me han invitado tostadas, quesadillas y pozoles del mercado de Coyoacán. Algunos exalumnos me han invitado a la birria, a entrarle a los mariscos, a parrilladas y hasta a las enchiladas de la Prepa 5.

Tengo una historia muy chida. Hace como un año y medio, un exalumno me invitó unas tres semanas después de su examen profesional (yo fui su asesor) a comer mariscos por Miguel Ángel de Quevedo. Yo dejé que pidiera, le seguí el ritmo y por poco me indigesto. Nos trajeron a la mesa una tostada, una quesadilla y un caldo 7 mares. ¡Esa cazuela es más grande que las del pozole! Casi muero de tanta comida.

Juan Calderón, profesor de Cultura Física y Deporte, en la UABJO (Oaxaca, Oaxaca)
Fui académico durante muchos años en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO) y, más allá de los temas biológicos, los alumnos muchas veces tenían gestos de gratitud hacia mí, mismos que en ningún momento sentí con ánimo de "sobornarme".

Esto ocurría en especial cuando se trataba del Día de Todos los Santos (1 de noviembre), o el Día del Maestro. En Oaxaca tenemos tradiciones muy arraigadas. Por eso, mis alumnos solían llevarme regalos típicos de su hogar o de la región del estado donde hubieran nacido.

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Recuerdo que un 15 de mayo, hace como cinco años, dejaron un mi escritorio lo que parecía un mercado completo. Al lado de la torre de trabajos que tenía que revisar me habían dejado canastas con panes de distintas regiones del estado, moles, mezcal y chocolates en barra hechos en casa.

Desde la antesala percibí el delicioso olor de la fruta y de la comida que salía de mi cubículo. Fue una hermosa sorpresa.