Sexo

Tu gimnasio está lleno de gente follando

Un estudio reciente realizado ha revelado que el 25 por ciento de las personas encuestadas ha practicado sexo en el gimnasio. ¿Llevarían puestas las chanclas?
MA
traducido por Mario Abad
follar en el gimnasio

Resulta obvio y asqueroso a partes iguales: un estudio reciente realizado por el sex shop Ann Summers y en el que participaron 2000 personas reveló que el 50 por ciento de ellas “ligaban en el gimnasio” y que el 25 por ciento había practicado sexo en el mismo recinto en el que hacen sentadillas. En el estudio también quedó de manifiesto que el 20 por ciento de la gente que iba a entrenar se había liado con sus entrenadores personales, y que el 70 por ciento de las mujeres fantaseaban con ello.

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Cuando le pregunté al respecto a mi entrenador personal, me contó la historia de una mujer en el gimnasio en el que trabajaba antes: estaba casada con un tipo musculado, también carne de gimnasio, pero siempre intentaba ligar con entrenadores más jóvenes en las fiestas organizadas por el centro. Una vez le tiró ficha a mi entrenador, pero este prefirió pasar por miedo a que el marido le diera una paliza.


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El estudio también señalaba que el 10 por ciento de los participantes afirmaba llevar un condón en la bolsa del gimnasio; muchos más —el 66 por ciento— aseguró que la idea de practicar sexo en el gimnasio les daba un subidón de energía para entrenar. Respecto a las técnicas utilizadas, el 45 por ciento de las mujeres confiesa usar la elíptica para atraer a potenciales y sudorosas parejas sexuales, mientras que ellos prefieren usar la máquina de pull con polea alta.

“Una vez ligué en el gimnasio pero fue de casualidad”, explica John*, culturista de California. “Vi por el rabillo del ojo que no paraba de mirarme de arriba abajo. Ahí empezó. Volvimos al vestuario. Era tarde por la noche y echamos uno rápido ahí mismo. Casi no hablamos. Luego me fui a duchar, ella también, y nos fuimos cada uno por su lado”.

“El gimnasio está lleno de gente con un cuerpo increíble y elevados niveles de testosterona”, añadió John. “Obviamente, va a haber sexo. La gente del fitness tiene la libido por las nubes. Yo soy culturista, y cuando levantas un montón de kilos al día, el deseo sexual se te dispara”.

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“El gimnasio está lleno de gente con un cuerpo increíble y elevados niveles de testosterona. Obviamente, va a haber sexo"

Desde hace dos años, Tommy Barks es gerente de operaciones de un gimnasio de San Francisco. Nos cuenta que en su centro tuvieron que prohibir que los entrenadores practicaran sexo con los clientes debido a un entrenador concreto, Brandon*.

“Brandon vivía con las mujeres que venían al gimnasio”, recuerda Barks. “Mujeres ricas de empresas tecnológicas. Era el típico mantenido. Una de las mujeres con las que salía un día vino al centro, interrumpió una clase que estaba dando Brandon y empezó a decir a voz en grito que era un mentiroso, que lo odiaba y que esperaba que se follara bien a todas las otras zorras… Bueno, ya te imaginas el numerito. Tuve que echarla. Después de aquel incidente, se implantó la norma de no follar con clientes”.

“Yo le he visto el pene”, dice Barks, y añade que Brandon se cambia detrás del mostrador de la entrada, sin importarle quién le vea. “Me lo podía enrollar en el brazo”.

Bark asegura que ha pillado a mucha gente masturbándose mientras entrenaba, y lo justifica diciendo que en el gimnasio hay muchos rincones en los que esconderse. “Una vez abrí una puerta y me encontré a un tontaino pajeándose y mirando su iPhone tan concentrado que pensé que le iba a dar algo”, me dijo. “Aunque es más frecuente que la gente se cague en los pantalones después de haber recibido bien en una sesión de boxeo”, asegura.

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Una de las mejores historias de sexo en el gimnasio de Bark fue cuando su jefe se trajo a todo un grupo de gente al centro para montar una orgía. Él y otro boxeador estaban celebrando una victoria en el club con alcohol y cocaína, conocieron a varias chicas y se las llevaron al gimnasio.

Pese a los numerosos riesgos —el principal de ellos ser pillado in fraganti por el personal del centro o que te dé un mareo en la sauna—, circulan muchos rumores sobre gimnasios conocidos por ser sitios a los que la gente va a ligar. Un ejemplo es el 24 Hour Fitness de Santa Monica Boulevard.

“Si te metes en la ducha de ese gimnasio, solo hay tíos pajeándose, y todo el mundo lo sabe”, dice Barks entre risas. “A mi hermano lo echaron por quejarse de eso”.

"Los vestuarios te dan un poco de privacidad para enrollarte con alguien"

A la tierna edad de 14, Ricky Paul* solía pedirle a su padre que lo dejara en el gimnasio del barrio, en su ciudad natal, en Canadá. Allí se colocaba y pasaba el rato en la sauna y las duchas, buscando señores mayores con los que liarse. “Los hombres gais somos mejores en esto del ligoteo no verbal porque hemos tenido que crear esta especie de subterfugio”, dijo Paul. “Nuestra sexualidad se ha estigmatizado y criminalizado desde hace mucho tiempo”.

“A los 12 tenía un apetito sexual voraz y no había salido del armario, ni en el entorno del colegio ni con mis amigos”, añade. “No podía enrollarme con nadie del colegio, como el resto. El gimnasio es un espacio público donde hay muchos gais, y luego los vestuarios te dan un poco de privacidad para enrollarte con alguien. Las saunas… También hay gimnasios con instalaciones mucho mejores, como cortinas de ducha opacas que llegan hasta el suelo”. Paul siempre entrena en un gimnasio cerca de la zona gay de la ciudad, que, según él, es “un mercado de carne”.

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“Si no lo buscas, es invisible”, dijo.

Jake* coincide en la falta de atención de los demás. Aunque solo se ha liado con alguien una vez en el gimnasio, dice que le da demasiado miedo que lo pillen. “Es increíble la capacidad de algunos de compartimentar y centrarse en el placer del momento, sin miedo a que los pillen”, añadió.

Jane* también ha tenido una sola experiencia en el gimnasio, a última hora. Salía con un antiguo compañero del instituto que siempre le había ido detrás. Después de haber bebido bastante, él le propuso ir al gimnasio que se acababa de comprar. “Acabamos en el jacuzzi, y yo solo podía pensar en todas las chicas con las que se lo habría montado ahí”.

Además de reconocer que ha practicado sexo en todos los sitios de los que ha tenido llaves, Barks insiste en que solo ha follado con su novia en el gimnasio una vez y cuando estaba cerrado al público. “La verdad, no sé cómo alguien puede practicar sexo en el gimnasio”, me confesó, y añadió que su centro no dispone de una zona de ducha colectiva. “Algo por lo que estoy agradecido cada día”.

*Se han cambiado los nombres.

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