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La decadencia de un crucero de empresa retratada desde dentro

El fotógrafo Luis Hidalgo se pasó siete días en un barco de lujo con los empleados de una empresa piramidal.

Luis Hidalgo es fotógrafo pero en el verano de 2017 encontró curro en un crucero de lujo y decidió cogerlo para sacarse un dinero extra. La oferta le llegó a través de un familiar y sus labores consistían, de entrada, en ejercer como técnico de streaming audiovisual entre dos barcos gemelos. En uno iban los empleados más brillantes de una empresa piramidal. En el otro, el resto. A él le tocó en el de "los mejores".

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Los siete días siguientes se convirtieron en un periplo en el que el madrileño dice que sintió que estaba condenado a galeras: su trabajo no se ciñó a las labores audiovisuales sino que se convirtió más bien en un chico de los recados que andaba de allá para acá entre los cientos de empleados abducidos de la empresa en cuestión, que trabaja con cosméticos suecos empleando el método clásico de las empresas piramidales: los mejores empleados, los que ascendían y escalaban posiciones eran aquellos que habían conseguido vender más productos y reclutar a más empleados.

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De su experiencia y de las fotos que pudo sacar en sus escasos ratos libres nació Galeras, un fanzine que retrata la sordidez y la decandencia de un crucero de empresa desde dentro. Justo después de aquel viaje por el Mediterráneo, Luis dice que leyó Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, un libro en el que Foster Wallace narró su experiencia de vacaciones en un crucero. Él lo vivió desde el otro lado, el del currante, pero aquel trabajo terminó significando lo mismo que para el escritor americano: algo supuestamente divertido que nunca, nunca volverá a hacer.

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VICE: Luis, ¿cómo fueron esos siete días de trabajo en ese crucero y cómo se te ocurrió sacar un fanzine con la experiencia?
Luis Hidalgo: De entrada iba con unas condiciones laborales bastante precarias, pero con un trabajo definido y de pocas horas. Me llevé dos cámaras y algunos carretes con la idea de hacer fotos en mi supuestamente amplio tiempo libre. No podía llegar a imaginar que pasaría siete días de chico para todo en tareas inseguras y desesperantes, física y psicológicamente duras, casi sin dormir y engullendo como una boa lo que pillaba en el buffet del barco. Terminé usando la cámara, cuando podía, para documentar lo sórdido y siniestro que puede llegar a ser un crucero de lujo.

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Navegábamos por el Mediterráneo y a partir del tercer día no podía dejar de pensar que algo había hecho mal y me había ganado una condena a galeras, como un delincuente del XVII. De ahí el nombre del proyecto.

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¿Qué fue lo más jodido que viste?
Quizás lo que más me sacaba de quicio era ver a la mayoría de los pasajeros despertarse todos los días a las 6:30 para machacarse a correr en la cubierta como una penitencia absurda. Esto superaba mis expectativas, junto a lo concurrido que estaba el gimnasio. También me fascinaban esas personas que llevaban dos o tres maletas e iban cambiando su vestuario cada cuatro horas, saliendo a lucirse en cubierta. Todo lo anterior entra dentro de lo ordinario si tenemos en cuenta que los pasajeros eran los abducidos más eficientes de una empresa con funcionamiento piramidal y le rendían pleitesía absoluta.

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Había un detalle que me resultaba particularmente perturbador: en las reuniones, eventos y salidas, cada pasajero llevaba una placa con su número en el ranking de ventas (cantidad de ventas por persona y la gente a la que había conseguido reclutar) de la empresa. Una mañana me senté en el buffet con una mujer rusa de unos sesenta años que estuvo intentando convencerme para entrar en la rueda, vender productos y así "enriquecerme en tan solo unos meses".

Al principio fue una conversación, luego un cruce de miradas, la de ella perdida en nubes de dinero y la mía haciendo scroll por el típico email de estafa materializado en rostro humano. Creo que aquella mujer tenía un número bastante alto en el ranking de ventas.

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¿Era una especie de secta? ¿Acaso todas las empresas lo son, en la medida en que nos están llevando a la locura e incluso a la muerte paulatina?
Depende del tipo de organización que tenga la empresa, no todas tienen ese halo sectario. Pero desde luego las que funcionan con una estructura piramidal y por lo que viví aquellos días son equivalentes a las sectas, con sus aprendices y su CEO-Gran Maestro, al que hay que imitar en todo, venerar y bañarse en sus conocimientos. Los que están dentro lo darían todo por la empresa para hacerse valer. Ese punto de locura y hermanamiento produce bastante miedo, curiosidad y, sobre todo, vergüenza ajena.

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¿Y cómo fue volver a pisar tierra?
Pues todo psicodelia. No tenía muy claro cuál era la realidad hasta que dormí unas doce horas del tirón. Lo peor de la experiencia fueron todos esos momentos donde veía que, a la mínima, iba a perder algún dedo o todos, o a empalarme de algún modo con distintos elementos de trabajo, porque me encomendaban labores peligrosas, de carga y descarga y para las que no estaba preparado. Si alguna vez he estado cerca de ser ligeramente religioso y pensar en cómo se hace eso de rezar, ha sido ésta. Pero no voy a negarlo: fue divertido ver las horteradas que organizaban a bordo, avionetas poniendo el nombre de la empresa en el cielo) y comprobar cómo las planificaban con muchísima seriedad.

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Puedes seguir a Luis en @luhidalmen

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