Coronavirus

La gente está empezando a quedar a escondidas con sus parejas en los supermercados

"Me hacía sentir como si estuviese de nuevo en el cole, pero esta vez el profe tenía pistola y una divisa de segurata”.
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Imagen vía usuario de Flickr Open Grid Scheduler/ CC 0

“Quedamos en la cola para el pescado y nos miramos unas cuantas veces en el reflejo del cristal del reparto congelados” me dijo un amigo, “tener que hacerlo todo a escondidas me hacía sentir como si estuviese de nuevo en el cole, pero esta vez el profe tenía pistola y una divisa de segurata” siguió, “pero no soy el único, sé de otra gente que lo hace, el súper es sin duda el mejor sitio donde puedes quedar si quieres ver a alguien que echas demasiado de menos”.

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Esta cuarentena forzada que estamos viviendo está provocando todo tipo de reacciones en la gente: hay quien parece que solo estuviese esperando una excusa para currar desde casa y jugar a las consolas, quien agradece al señor el haberse podido encerrar en casa con su ex y quien, de repente, se ha visto obligado a no poder ver a amigos, parejas o amantes que nunca hubiese pensado poder echar tanto de menos.

Si en principio mi reacción fue el inevitable “eres gilipollas”, conforme más amigos me fueron contando que practicaban lo que yo ya denomino #covidsuperdate, me fui enterneciendo. "Al final", pensaba para mis adentros, "a día de hoy nuestro estado anímico y nuestra salud mental es tan importante para salir adelante en una situación como esta como todo lo demás".

Uno de ellos, Lucas*, me cuenta que se tuvieron que llamar por teléfono para poder hablar dentro del supermercado “porque el segurata pareció haber notado algo". “Así estuvimos charlando unos pocos minutos paseando a más de un metro y medio de distancia por la sección de fruta y verdura, mirándonos entre los lácteos e intentando hacer humor de todo esto entre lo que quedaba de la sección carnicería” me cuenta. "Fue difícil no dejarse comer por la tristeza de la situación en la que estamos viviendo” concluye “pero quedar en el súper me pareció la única manera posible para podernos ver otra vez. Volveremos a hacerlo”.

María* también me cuenta su historia: “Nos conocimos en Nepal trabajando en un documental hace más o menos 3 semanas, creo que nos enamoramos ahí. A la vuelta él se fue a Madrid a su casa y yo a Barcelona, donde está la mía” me explica. “Cuando todo empezó me dio miedo no poder volver a verle, así que cogí un ave y me fui enseguida a Madrid para estar con él. Allí no vivimos juntos, así que desde el día que implantaron la cuarentena lo único que podemos hacer es quedar para ir a hacer la compra: él saca el perro y yo la bolsa de la compra” sigue. “Su padre es médico así que decidimos evitar cualquier tipo de contacto desde entonces y estamos decidiendo si irnos o no a una casa fuera del centro, pero obviamente a solas porque nadie quiere arriesgarse en acogernos en su casa” concluye con voz rota. “Todavía no hemos podido solucionarlo así que seguimos quedando en el súper cuando podemos, le he dicho que si consigue unos guantes le cogeré la mano”.

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"Puede que todo probablemente dure más que unas semanas, podría durar meses o años” dice mi compañero de piso paranoico con el que ya no puedo más. Me entran los nervios y enciendo el octavo cigarro del día en el pequeño balcón de casa. Todavía son las 10 de la mañana. Reparo en una frase de una de mis canciones favoritas de David Bowie. Una en la que nunca me había fijado antes: “I never thought I’d need so many people”. ¿Y si de verdad le quedasen unos 5 años a la tierra? Es raro echar de menos a alguien que ni siquiera conoces, a gente que conoces poco, a gente que acabas de conocer o a gente con la que compartes casi toda tu vida.

Algunos amigos me comentaron que fuera del súper, al final de la cita, cuando llegó el forzado momento de la despedida, chocaron los codos, se alegraron de haberse visto y se saludaron con una media sonrisa, mientras otros no pudieron evitar quedarse en silencio en medio de un calle extraordinariamente aun más silenciosa que ellos. Otros lo que no pudieron evitar fue darse un pico, probablemente el más amargo de sus vidas.

Pero tenemos que ser responsables, así que no me malinterpretéis, me puedo enternecer pero no estoy animándoos a saltaros el confinamiento, al contrario, tal y como yo lo veo, es tan irresponsable quedar con alguien a escondidas y darse un tierno abrazo o un beso como acostarse sin preservativo con alguien por primera vez. Aunque teniendo en cuenta que hay un virus mortal dando vueltas por ahí, propagándose a una velocidad que no se veía desde la pandemia de gripe de 1918, quizás sería más bien como tener sexo con todos los compañeros y compañeras de piso de tu pareja, amante o ligue sin ningún tipo de protección. Para ser aun más explícito: por ese abrazo furtivo en el súper, podrías acabar cargándote a los abuelos de tu ligue o a los de su compañera de piso.

Es fundamental en un momento tan único y dramático como este mantener el control, seguir las normas del confinamiento que el gobierno nos impone e intentar hacer todo lo que esté en nuestras manos para que éste episodio de Black Mirror que nos ha tocado vivir acabe de una vez, aunque a muchos de nosotros “jóvenes no en riesgo” nos parezca a veces excesivo. También hay que hacer lo que nos imponen por respeto y admiración hacia aquellos que cada día dan la vida en los hospitales, para que nosotros egocéntricos insaciables tengamos el lujo de pensar si quedar o no con el ligue que conocimos un frío domingo de enero en Bumble en el Keisy de al lado de casa. No hay excusas.

Sigue a Niccoló en @nicolerebo