¿Acaso el futbol tiene una obsesión insana con el sufrimiento ajeno?
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¿hipocresía u homenaje?

¿Acaso el futbol tiene una obsesión insana con el sufrimiento ajeno?

"No hay mayor sufrimiento que el sufrimiento que calla".

El futbol está siendo consumido por el dolor. El mes pasado, Aston Villa rindió un minuto de aplausos a los 20 minutos y 16 segundos de su partido final en el año calendario contra Leeds United que terminó en empate a un gol. ¿La razón? Rendir homenaje a "todos los fans del Villa que fallecieron en 2016". Un año antes, el Southend United hizo lo mismo para homenajear a los "seguidores que perdimos" en 2015. ¿Diplomático, conmovedor, falso, presuntuoso o de plano completamente raro?

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Estos son ejemplos extremos de un fenómeno a la alza. En el mismo mes que Villa estuvo de luto por los fallecidos, se guardaron minutos de silencio antes de los partidos en Ibrox (en memoria de la catástrofe de 1971 en dicho recinto), Ayr United (por la muerte de una joven fan), Port Vale y Clyde (por la muerte de ex jugadores), y prácticamente en todos los estadios del mundo por el accidente aéreo del Chapecoense.

En otros lugares, Southend guardó un minuto de aplausos en el minuto 17 en memoria de dos fans de 17 años que murieron en un accidente automovilístico semanas antes; Sheffield United hizo lo mismo por la muerte de un fan de ocho años; Crystal Palace sostuvo un minuto de silencio por el accidente en el tranvía de Croyden; en la visita del Villa al Bristol City, los aficionados aplaudieron en honor a un seguidor que había muerto de cáncer; West Ham, Middlesbrough, y Leicester hicieron lo mismo; Dunfermline para honrar a un ex director; Hull City y Barnsley por sus ex jugadores.

Los seguidores del Newcastle y Sunderland se unieron para aplaudirle a un niño de seis años que sufre un neuroblastoma; Macclesfield Town se rindió en aplausos por un fan de 20 años que había sido hospitalizado después de caer de un estacionamiento.

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Todo esto sucedió en diciembre, pero no es un caso atípico. Si fuiste uno de los presentes en el partido del Newcastle contra Nottingham Forest el 30 de diciembre, seguro formaste parte del minuto de aplausos antes del arranque (para recordar el primer aniversario de la muerte de Pavel Srnicek), al minuto 17 (como tributo a los fans a bordo del viaje MH17 en 2014), y una vez más en el 19 (por la violenta muerte de un adolescente en Nochebuena).

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Sin duda es un tema sensible, y lo primero sería destacar que todos y cada uno los honores realizados son meritorios y tienen su propio significado; cualquiera que haya sido parte de la unión en un partido de futbol conoce el poder que una gesto así puede tener.

Sin embargo, existe la sensación de que la exageración ya ha sido rebasada, que el futbol ha desarrollado una preocupación insana por una costumbre que, hace más o menos una década, sólo se daba una o dos veces por temporada para honrar a algún jugador o entrenador legendario.

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No existe un manual absoluto para estas cosas, y nadie tiene el derecho de decir quién o qué es digno de una ovación pública. Pero cuando 37 mil asistentes en el Villa Park son obligados a rendir homenaje por una razón extrañamente inconcreta como "fans que murieron en los últimos 12 meses", las acusaciones de autocomplacencia comienzan a ser justificables. El dolor para festejarse a uno mismo no es ningún tipo de dolor.

Parte de la razón por la que los aplausos han hecho olvidar el minuto de silencio como forma obligatoria de rendir homenaje es que los fans pueden organizarse solos; no requiere que se anuncie un intervalo establecido antes del partido. Esto es bueno en muchos sentidos, ya que significa que los homenajes de los fans no están limitados al colegiado. Pero esta libertad tiene su lado oscuro: la rápida proliferación de lamentos orquestados son, en muchos casos, vinculados débilmente con aquellos que se lamentan.

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Existe un principio en economía que dice que entre más cantidad haya de algún producto, éste pierde su valor. Conforme el ritual se hace cada vez más un lugar común, los fans lo seguirán haciendo como mera rutina. Hace poco, la revista del club Newcastle cuestionó si era hora de que St James Park desistiera de su acostumbrado aplauso en el minuto 17 como homenaje a John Alder y Liam Sweeney, por el hecho que "el entusiasmo de los fans estaba cada día peor". Dado que ha sido una formalidad en los últimos dos años y medio, no debería sorprendernos.

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No olvidemos mencionar que este tipo de expresiones de sufrimiento, por su naturaleza y frecuencia, comienza a desviarse al lado performativo, como una variedad de palmadas en la espalda, que banalizan la intención principal. Los jugadores pueden llegar a ser tan culpables como los demás: recordemos el absurdo tributo del Manchester City por la lesión de Ilkay Gundogan (una réplica del homenaje a Neymar en el Mundial del 2014).

No pasamos por alto que todas las muertes o accidentes listadas la principio de esta nota fueron tragedias para aquellos que resultaron afectados. Sin embargo, no todas fueron relevantes para los miles de asistentes, más allá de la pasión por el deporte. Esto no significa que el vínculo no sirva para nada —el poder del deporte para unir a las personas es invaluable— pero no es suficiente para provocar una pena profunda en todos y cada uno de los fans.

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Precisamente como la fanaticada del futbol moderno dio a luz el fenómeno de la indignación falsa —cuando los fans están obligados a enojarse por escándalos como el intercambio de playeras en el medio tiempo o porque un entrenador decoró sus árbol de Navidad con los colores del rival—, también ha creado a su gemelo: el falso sufrimiento.

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¿Por qué estamos dispuestos a que se haga una práctica común antes, durante o después de cada partido? ¿Será porque de verdad nos sentimos tristes por la muerte de otro ser humano? ¿Acaso es el deseo de vernos como personas honorables? ¿Es un atajo para sentirnos mejor?

Todas las anteriores. El amalgamado de todas estas razones hacen del sufrimiento una moneda que se devalúa rápidamente, y corre el riesgo de perder su verdadero significado.

"No hay mayor sufrimiento que el sufrimiento que calla", escribió un hombre sabio. Por el momento, el futbol lo grita a los cuatro vientos. Tarde o temprano, la gente dejará de escuchar sin previo aviso.

@A_Hess