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Este video de un tejón enterrando una vaca muerta es #MetasDeVida

Todos deberíamos tener la misma suerte que este pequeño animal.

Hay una historia inspiradora contenida en el video anterior: un tejón encontró una vaca muerta en el desierto Great Basin, en Utah. Un grupo de investigadores de la Universidad de Utah colocó el cuerpo ahí para estudiar el comportamiento de los carroñeros, pero el tejón no lo sabía. La vaca era en realidad una ternera y sólo pesaba 22 kilos, pero al tejón tampoco le importó eso. Los tejones son criaturas simples. A diferencia de ti y de mí, saben lo que quieren todo el tiempo. Lo que el tejón vio fue un montón de carne.

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Ahora, los tejones comen casi cualquier cosa. En el desierto pueden comer roedores de madriguera, y a veces almacenan el alimento en agujeros para comerlo después. ¿Pero una vaca muerta? Nadie había visto eso antes.

Piensen en el tejón. Tuvo que hacerle frente, como todos nosotros en ocasiones, a un regalo caído del cielo que también representaba una carga. Dios (o en este caso los investigadores de la Universidad de Utah) no envuelven nuestras bendiciones para regalo. Nos dan obstáculos para superar, tareas en las que tenemos que probarnos a nosotros mismos. Las cosas se ofrecen, no se entregan. Así sucedió con el cuerpo de este animal que se estaba cocinando en el sol del desierto. El tejón quería comerse esa vaca. Pero también sabía el valor de almacenar recursos, de ahorrar. Así que se dedicó a enterrar al bovino.

Al tejón le tomó cinco días enterrar a la vaca, según un comunicado de prensa de la Universidad de Utah. Esos son cinco días y noches de escarbar en la tierra para crear un agujero que, poco a poco, centímetro a centímetro, se fue formando para contener a la vaca muerta. Cinco días y cinco noches de preocuparse de que esta pila de carne no fuera hallada por otros animales, y de cavar frenéticamente para cubrirla con tierra. El tejón estaba agotado al final de esta aventura; tan agotado que pasó las dos semanas siguientes en su madriguera cercana descansando. Si los tejones son capaces de sentir dolor, estoy seguro de que éste se sentía adolorido.

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Pero si los tejones son capaces sentir alegría, estoy seguro de que así se sintió también. Acababa de lograr el tipo de hazaña que los tejones bardos inmortalizan en las canciones para tejones. Había luchado contra la tierra caliente y dura, y contra la vaca muerta y el tiempo en sí, corriendo de arriba abajo para hacer lo imposible, y lo consiguió. ¿La recompensa? Pudo atascarse con la carne de esa vaca, protegida de pájaros e insectos. Podía roer la piel, el hueso y el cartílago en cualquier momento que quisiera, y todo le supo más dulce porque se lo ganó. La vida le había lanzado un reto al tejón, como suele hacerlo con todos nosotros, y el tejón salió adelante. Esa es la recompensa cuando encuentras algo por lo que vale la pena trabajar y luchar: la oscuridad, un santuario subterráneo, la carne de una vaca joven en tu boca cuando lo desees.

Pocos de nosotros nacemos con lo que queremos. Sufrimos, luchamos, caminamos por la tierra durante largos días intentando sobrevivir en el calor indiferente. Algunas personas trabajan duro y nunca obtienen lo que quieren, porque el mundo no es justo. Cuando te vas a dormir por la noche insatisfecho, sintiéndote medio vacío y lastimado por la fricción ordinaria de la vida, piensa en el tejón y espera —o reza por— que la vida te ofrezca eso mismo que el tejón consiguió: no recibir todo lo que quieres sino la oportunidad de ganártelo.

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