Foto vía
"Ella tiene el culo enorme, parece que no es suyo. Yo ya le he puesto nombre, ella me dice: 'capullo, da igual como lo nombres, nunca va a ser tuyo'."También hay guerras femeninas internas sobre quién baila con fines vanguardistas o quien está hipersexualizada; además del factor de expropiación a las afrodescendientes que tampoco ven con buenos ojos que las mujeres blancas lo usen, sea o no con ideales feministas. Parece que por herencia geográfica y social me toca alzar los brazos y agitar mis pechos al ritmo de la sardana, otro baile de unidad y empoderamiento bastante más monótono y menos creativo. Entiendo la injusticia, todas debemos ser conscientes de que el feminismo blanco está poniendo de moda una practica por la que muchas pioneras con distintos matices de piel de ébano han sido ninguneadas y tratadas de perra, cuando en realidad, ejercían su identidad diaspórica. La revolución del twerk les pertenece, la empezaron ellas, pero ante tanto conflicto moral, ¿dónde este nuestro jodido espacio? Esta tierra prometida que se dice que aparece cuando te atreves a mover el culo, espabilar el chacra base y generar ese 'campo de fuerza' que te vuelve impermeable a las miradas nocivas. Como diría mi profesora Kim Jordan,"to twerk is not a crime", pero a veces lo parece.Hemos convertido un baile liberador en una practica penalizada por todas las mirillas existentes. Ante este panorama desolador, empezaba a pensar que no podía practicar twerk sin forjarme algún tipo de enemigo aparecido desde alguna de las antípodas de la ética. Hasta que tope con Raisa Maudit, que desde su anárquico pedestal me iluminó con la idea de que el cuerpo, ya no solo de la mujer –acabemos con los binarismos de género,)-, está en el punto de mira, ¡el lugar idóneo para utilizarlo como un arma! Y es en su proyecto Twerking para la revolución: A las barricadas, papi donde suelta la mejor epifanía sobre la unidad del twerk:
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