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Cultură

Por qué solo tengo amigas

No recuerdo ni un solo momento de mi vida adulta en el que haya estado en un bar solo con chicos. Ha sido siempre así desde que estaba en primaria: tenía uno o dos amigos cercanos y un montón de amigas.

El autor, mucho más joven, aunque lo suficientemente mayor como para llevar una cartera con cadena

Estoy releyendo mis mensajes más recientes. Uno de ellos es de una amiga informándome de a qué excompañero mío de instituto estaba a punto de tirarse. Otro es uno de esos memes de humor absurdo que, de tonto que es, hasta te hace reír. Retrocedí 14 mensajes más y todos eran de mujeres.

Soy consciente de que a veces esto se ve con cierta suspicacia. La cultura del chico de los 90 implicaba la aceptación de esas chicas marimacho que prefieren tener a chicos por amigos porque les gusta pelearse y tirarse pedos. Gracias a series como Will & Grace o Gimme Gimme Gimme, todos conocemos en mayor o menor medida el estereotipado binomio del chico gay y su mejor amiga. Pero que casi todas las amistades de un hetero sean chicas… No hay término ni estereotipo que defina eso. Por eso, la gente tiende a creer que las amistades entre hombres y mujeres heterosexuales son solo una tapadera con la que ocultar un romance. Un estudio realizado el año pasado reveló que el 63 por ciento de la gente cree que en las relaciones hombre-mujer heterosexuales existe un motivo subyacente, y de esas personas, el 61 por ciento opinaba que lo más probable era que el hombre intentara convertir esa amistad en algo más.

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Soy un hombre heterosexual y la mayoría de mis amigas cercanas son mujeres, y llevo mucho tiempo preguntándome por qué. No es, como el 63 por ciento de vosotros estaréis pensando, porque tengo la secreta intención de tirármelas. Tengo muy claro quién me atrae y, además, no se me da muy bien ocultarlo. En una situación de falsos amigos y amor no correspondido, se me vería el plumero a los cinco minutos. La única vez que me ocurrió, la cosa se prolongó tres días y acabamos enrollándonos en un Burger King. De hecho, ni siquiera es una decisión consciente, simplemente soy proclive a hacer amistades femeninas. De hecho, ocurre tan a menudo que ya conozco los síntomas. En parte, estoy bastante seguro de que se debe a que me gustan muchas cosas que también les gustan a las chicas, como poner verdes a los famosos y la música de Ariana Grande. Pero es más que eso. Simplemente asumo el papel.

No es que no me interesen las cosas de chicos. Empecé a jugar a fútbol más tarde que la mayoría, pero tengo muchos otros intereses efímeros asociados al género masculino: la televisión, la novela gráfica, los juegos de apuestas, el hip-hop y, sobre todo, las chicas. Me gusta hacer bromas infantiles y emborracharme hasta que no me dé vergüenza cantar "Dakota", de Stereophonics, a grito pelado de camino a casa. Me gusta tener todos los rasgos que definen al joven moderno.

Tampoco significa que se me dé mal hacer amistades masculinas. Tengo un par de amigos muy íntimos con los que he vivido, me veo todos los días y, como diría Rihanna, a los que mandaría un mensaje si tuviera una crisis. Es solo que no sé cómo hacer nuevos amigos. No recuerdo ni un solo momento de mi vida adulta en el que haya estado en un bar solo con chicos. Ha sido siempre así desde que estaba en primaria: tenía uno o dos amigos cercanos y un montón de amigas.

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No entiendo muy bien cómo habría que hacerlo. ¿Cómo surge la amistad entre dos hombres? Pongamos por caso a mi compañero de trabajo, Iain. El tipo me cae muy bien y me encantaría pasar más tiempo con él, pero ¿qué se supone que debo hacer? ¿Invitarlo a cenar? "Hola, Iain. Mira, no sé si has oído hablar de un sitio nuevo donde hacen unas tapas riquísimas. ¿Te parece si quedamos el viernes a las ocho? O, si lo prefieres, puedes venirte a casa y hago yo la cena. Luego, si se tercia, vemos Anomalisa, ¿te hace?". Iain seguramente rechazará educadamente mi oferta y me recordará que tiene una novia a la que quiere mucho.

La alternativa que tenemos los tíos a todo eso es ir al bar. Pero ¿qué deberías hacer una vez allí? Después de una cerveza con una amiga, me siento cómodo para empezar a charlar sobre las minucias de nuestras vidas, nuestras relaciones y los miedos que nos atenazan. Podemos cotillear sin descanso sobre quién se la ha estado metiendo a quién, las rupturas y las nuevas parejas.

Pero no puedes hacer lo mismo con un hombre. Puedes comentar quién se ha estado tirando a quién, pero el cotilleo caerá sobre la mesa y ninguno de los dos querrá recogerlo. No habrá análisis después del partido ni repetición de las mejores jugadas. "¿En serio? ¡Qué fuerte!", puede que digan, con algo de suerte. Hablar de relaciones más serias es aun peor. Con mis amigos hablo de novias como lo haría con mis padres: sintiéndome incómodo y todo lo rápido que puedo. ¿Qué puedo hacer? ¿Mirar a mi interlocutor a los ojos y decirle: "Pensaba que ella estaba replegando alas cuando realmente era yo el que no se estaba abriendo"? No puedes decirle eso a alguien que se llama Tony.

Sé perfectamente que los hombres normales con amigos normales no hacen esas cosas. Van al bar en grupos, juegan a billar y se meten en peleas. Nunca he tenido un grupo de amigos, por lo que no se me ocurre una forma fácil de unirme a uno ni tampoco sé si quiero. Me parece una forma poco provechosa de pasar el tiempo si lo comparo con un análisis extensivo sobre la vida mientras degusto algún plato a base de berenjena.

Básicamente, ahora solo conozco a chicos cuando mis amigas empiezan a salir con ellos, y la verdad es que es ideal: una extraña puerta giratoria de tíos con los que me veo un poco obligado a relacionarme y a los que acabo apreciando por nuestras ocasionales conversaciones sobre apuestas y canciones de Leonard Cohen.

Me siento muy afortunado de conocer a las mujeres que conozco. Las amigas —al menos las mías— suelen darte opiniones sensatas y a cambio buscan reafirmación ante sus ocasionales inseguridades. Me gusta su forma aventurada de vivir la vida. Me gusta lo terribles que pueden llegar a ser. Y sí, me encanta que quieran hablar del último tema de Ariana Grande y de los pibones de Instagram tanto como yo.

Traducción por Mario Abad.