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El número de la resistencia a evolucionar

En Cracolândia

Desde la década de 1990, el centro de São Paulo, Brasil, se ha convertido en un mercado de droga al aire libre bautizado como Cracolândia o la tierra del crack, y es muy fácil ver de dónde nace el nombre. Hay gente fumando droga en las calles, pidiendo...

Foto por Rafael Tognini

Desde la década de 1990, el centro de São Paulo, Brasil, se ha convertido en un mercado de droga al aire libre bautizado como Cracolândia o la tierra del crack, y es muy fácil ver de dónde nace el nombre. Hay gente fumando droga en las calles, pidiendo dinero a todo el que pasa e intentando ganarse un dinero vigilando coches.

A lo largo de los años, el gobierno ha hecho varios intentos de limpiar la zona. En 2012, por ejemplo, la policía entró por la fuerza en el barrio, armada con balas de goma y gas lacrimógeno. Nada ha funcionado. Los adictos regresaban para volver a montar sus chabolas y la tierra del crack resurgía de nuevo.

En enero, el gobierno de la ciudad lo intentó de nuevo, esta vez con lo que llamaron el Programa Brazos Abiertos. En lugar de ser detenidos o expulsados del barrio, cientos de residentes de la tierra del crack recibieron la oportunidad de mudarse a modestas habitaciones de hotel, con comida gratis y un sueldo de 4 dólares al día por limpiar las calles.

No está muy claro que esta iniciativa esté ayudando realmente a la transición de estos adictos hacia una vida estable y de trabajo, pero por lo menos reciben un trato más humano, aunque los cínicos lo ven como otra maniobra del gobierno para limpiar de inmediato la ciudad para el Mundial. Se están pavimentando las calles, se está restituyendo la vegetación a las áreas verdes que habían sido abandonadas durante tanto tiempo y los aeropuertos están siendo renovados.

La policía también está aplicando métodos menos amables para acabar de expulsar a la gente que queda en la tierra del crack. Unos días después de que se iniciara el programa de Brazos Abiertos, las patrullas de policía rodearon la ciudad e intentaron sacar a la gente con gas lacrimógeno.

Recientemente visité a algunos de los alrededor de 300 adictos ayudados por Brazos Abiertos bajo la promesa de un trabajo y una habitación de hotel. Uno de ellos, un hombre llamado Roberto Nascimento, me dijo que la diferencia principal entre dormir en favelas y dormir en un hotel es que en este último no llueve. Aparte de eso, la vida sigue igual, y él no se muestra muy optimista ante las probabilidades de cambiar la tierra del crack. “Todo permanecerá igual. Nada cambiará. Siempre hemos dormido en la calle y ahí moriremos. El hotel no significa mucho para nosotros. Hoy es viernes, día de la paga. Hoy es día de fiesta en la tierra del crack”.